La tradición oral sobre Jesús (“Jesús y sus discípulos” II)

Hoy escribe Antonio Piñero:

Seguimos hoy con la discusión más específica del libro de Santiago Guijarro sobre “Jesús y sus primeros discípulos”.

El autor acentúa acertadamente la importancia de la tradición oral en la transmisión de dichos y hechos de Jesús no sólo en los primeros momentos, sin también cuando empieza ya la transmisión por escrito.También parece acertado el examen de los mecanismos que regulan los procesos de transmisión oral, que Guijarro resume en cuatro propuestas principales de los investigadores.

La primera la de R. Bultmann, que parte de los estudios del folclore popular, acentúa la libertad de la transmisión y también la impronta de las primeras comunidades cristianas que crearon muchas de las “tradiciones”, tanto de dichos como de hechos de Jesús. Bultmann es por tanto, muy escéptico sobre la posibilidad de recuperar las tradiciones anteriores a la muerte de Jesús, ya que en ellas hay mucho de "creativo", popular o comunitario.

La segunda, la B. Gerhardsson, para quien la transmisión de los recuerdos sobre Jesús y de sus enseñanzas no se realizó de forma incontrolada, ni muhco menos, porque en las primeras comunidades cristianas existían ministros especializados que utilizaban cuidadas técnicas de memorización y tenían el encargo de transmitir fielmente lo que habían recibido. Por tanto la tradición sobre Jesús es fiel, mientras no se demuestre lo contrario.

La tercera, de W. Kelber, “entiende la transmisión oral como un proceso de identificación social. La transmisión oral implica múltiples representaciones que tienen siempre en cuenta el contexto concreto en que se realizan y que son, por su misma naturaleza, diferentes. La transmisión escrita, por el contrario, “congela” la tradición, dejando menor margen a la actualización. Kelber entiende la primera literatura cristiana como tradición oral “congelada” que, a pesar de su forma literaria, conserva aún los rasgos propios de la transmisión oral”. Hasta el momento de la congleación literaria la tradición oral es libre. Luego, puesta por escrito, se transmite con mu cha mayor fidelidad.

La cuarta, de K. Bayley, defiende que “que la mayor o menor flexibilidad en la transmisión dependía del contenido y de la forma de lo que se transmite. Los proverbios, por ejemplo, se transmiten con más precisión que las historias, y éstas, sobre todo cuando son importantes para la identidad del grupo, con mayor precisión que los rumores. Aunque la transmisión tiene lugar en el seno de un grupo, esto no significa, como pensaba Bultmann, que no existiera control alguno, pues las comunidades locales poseían mecanismos para controlar la fiabilidad de la transmisión”.

Guijarro considera que estas teorías están pensadas por sus autores como excluyentes, por lo que él defiende una aplicación de las cuatro, aceptando según circunstancias de los textos que se estudian, unos aspecto u otros de estos mecanismos o circunstancias de la transmisión.

Llega así Guijarro a sostener que la tradición de Jesús se transmitió según tres modelos fundamentales:

1. “Tradición oral incontrolada”, populares, que transmite dichos de Jesús y sobre todo milagros, y cuya fiabilidad es poca.

2. Una “tradición oral informalmente controlada”, que son fundamentalmente “tradiciones discipulares” y cuya fiabilidad es notable, aunque para determinarla hay que estudiar mucho cada pasaje concreto.

Y 3. Una “tradición oral formalmente controlada”, por maestros y ministros de la palabra cristianos, que suelen ser tradiciones comunitarias de doctrinas, credos y fórmulas litúrgicas, transmitida ya sobre todo a través de Pablo y los Evangelios, cuyo valor es “muy fiable”, aunque -confiesa- pueda estar mediatizada por intereses comunitarios.

Guijarro presenta un ejemplo de cómo el historiador de hoy debe actuar concretamente frente a los textos evangélicos, teniendo en cuenta estas perspectivas de cierta flexibilidad de la tradición oral y las normas de la crítica literaria y redaccional. A los textos así estudiados hay que aplicarles además los criterios de historicidad (argumentos de crítica histórica sobre su posible o no historicidad) que se han ido desarrollando en los últimos cien años sobre todo.

Guijarro pone como ejemplo de cómo se debe estudiar la tradición el dicho de Jesús sobre el Templo recogido en Mc 13,2 – Mc 14,58 – Mt 26,61 –Mc 15,29 – Hch 6,14 – Jn 2,18-22.

Gracias a la crítica literaria y redaccional (estadio primero de investigación) llega Guijarro a la conclusión que tradiciones independientes son las siguientes: Mc 14,58 – Mt 26,61 – Jn 2,19 – Mc 13,2 y Hch 6,14. Y luego aplicando los criterios de historicidad reconstruye el dicho de Jesús así:

”Yo destruiré este templo / y al cabo de tres días [lo re]construiré [otro nuevo]”.

En sus conclusiones sostiene Guijarro:

1. “No todas las tradiciones sobre Jesús recogidas en los primeros escritos cristianos proceden de él. La tradición de los milagros, por ejemplo, se amplió notablemente integrando algunos relatos populares. También se amplió la tradición de los dichos debido a la creatividad de los profetas cristianos que hablaban en nombre de Jesús”.

2. “La mayoría de las tradiciones procedentes de Jesús han llegado hasta nosotros modificadas en mayor o menor medida. Esto se debe a que eran consideradas parte de una tradición viva, que se actualizaba constantemente sin perder su sabor original. Estas modificaciones se realizaron tanto en el proceso de la transmisión oral, como en el de composición literaria. Afortunadamente contamos con una serie de instrumentos metodológicos que nos permiten identificar muchas de estas modificaciones y evaluar el grado de flexibilidad con que se pudo haber transmitido una tradición”. “Resulta muy difícil recuperar las ipssisima verba Iesu, es decir, las ‘mismísimas palabras de Jesús’. Sin embargo, sí que es posible recuperar la ipssisima vox Iesu, es decir, la ‘mismísima voz de Jesús’”.

3. “Una vez descartadas las tradiciones que no proceden de Jesús e identificadas las modificaciones introducidas en las que tuvieron su origen en su actividad prepascual, queda un fondo importante de tradiciones históricamente plausibles, que permiten una reconstrucción bastante fiable de lo que Jesús dijo e hizo”.

Crítica:

Ante todo vaya por delante que me gusta el estilo de Guijarro: claro, preciso y bien ordenado. En líneas generales se puede aceptar su argumentación. Mi crítica se reducirá a una pequeña serie de observaciones y de preguntas que apuntan sobre todo hacia la propuesta siguiente: la filología del Nuevo Testamento y la teología han de ser consecuentes y obtener las conclusiones que lógicamente pueden y deben extraerse de las tesis deducidas a partir de los métodos histórico-críticos aplicados a los Evangelios.

1. Guijarro admite que a los dichos y hechos de Jesús se han añadido leyendas y que los profetas primitivos profirieron “sentencias de Jesús” que pasaron sin marca alguna a la corriente de tradición que las recogía. Es decir, no se decía: “Un profeta cristiano ha dicho que Jesús dijo”, sino simplemente “Jesús dijo”. Y las palabras subsiguientes pasaron a la tradición sin señal o marca alguna de que eran en realidad secundarias. Los Evangelistas presentan todos los dichos de Jesús como sentencias auténticas de Jesús, sin hacer ellos tampoco distinción alguna. Esto lleva necesariamente a que el lector quede confundido y engañado. Hasta principios del siglo XX no sólo el pueblo sencillo, sino hasta muchos investigadores han creído que procedía de Jesús lo que de hecho no era auténtico, y hoy así lo admiten los investigadores. Ha habido una suerte de error invencible, imposible de eliminar hasta que se han generalizado los métodos histórico-críticos. Muchas personas, fieles sencillos, siguen creyendo en muchísimos casos que muchos dichos proceden de Jesús, cuando no es así.

2. ¿Cómo se compaginan estas ideas con la doctrina de la inerrancia de la Sagrada Escritura?
No parece ya posible una concepción clásica de esta "inerrancia".

3. ¿Es preciso considerar que los Evangelistas propagaron voluntaria y conscientemente dichos de Jesús que -a pesar de lo que pueda sostenerse por algunos- en muchos casos no representan su “ipsissima vox” (“dichos de Jesús” que chocan contra la imagen crítica del Jesús de la historia)? Es decir ¿voluntariamente se transmitieron "dichos y hechos" de Jesús acomodados u arreglados de acuerdo con lo que la teologia cristiana pensaba de él?

4. ¿Qué valor otorgar a los comentarios redaccionales de los Evangelistas que vehiculan su propia interpretación de Jesús más en consonancia con la teología de su momento que con la del Jesús de la historia?
Un ejemplo: Mc 7,18-20: “El les dijo: «¿Conque también vosotros estáis sin inteligencia? ¿No comprendéis que todo lo que de fuera entra en el hombre no puede contaminarle, pues no entra en su corazón, sino en el vientre y va a parar al excusado?» - así declaraba puros todos los alimentos -. Y decía: «Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre”. No parece que el Jesús de la historia declarara puros todos los alimentos.

Otro ejemplo: el inicio del Evangelio del mismo Marcos: “Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Conforme está escrito en Isaías el profeta…”. Aquí el evangelista piensa seguramente en que el sintagma “Hijo de Dios” debe entenderse como “hijo ontológico, ‘físico’, real, de Dios”, mientras que es altamente dudoso que el Jesús histórico se creyera a sí mismo Dios.

5. No estamos nada convencidos de lo que afirma Guijarro en el prólogo de su libro (p. 9) y que puede aplicarse también al contenido del artículo que comentamos: “En el movimiento de Jesús pueden distinguirse dos fases bien definidas: una anterior a su muerte y otra posterior a su resurrección. Entre ambas, sin embargo, existe una notable continuidad, pues tanto en una como en otra los discípulos de Jesús tuvieron un papel muy importante”. Aparte de que la ciencia de la historia –y en ese marco se sitúa el libro- en nada puede hablarse de la resurrección de Jesús sin matizar, creo que tal “notable continuidad” no es nada evidente. Debería considerarse y darse más peso a la diferencia de teología –por ejemplo del concepto de la salvación del ser humano- entre Jesús y Pablo. La teología del siglo XXI debe enfrentarse más en serio a este problema. De este último, Pablo, afirma Guijarro (p. 26) que transmite una tradición oral sobre Jesús “formalmente controlada”.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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