Teodoreto de Ciro. Historias de los monjes de Siria


Hoy escribe Antonio Piñero:

Han caído en mis manos tres libros verdaderamente curiosos, pues son un tipo de literatura cristiana prácticamente desaparecida de nuestros anaqueles y que poca gente lee o ha leído: vidas de monjes y anacoretas del desierto, de antiguos y venerables obispos o de santos padres, por lo demás poco conocidos, pero de los que se narran historias verdaderamente maravillosas o prodigiosas.

La ficha del primero es como sigue (en días siguientes trataré de los otros dos):

Teodoreto de Ciro: Historias de los monjes de Siria. Introducción, traducción y notas de Ramón Teja. Editorial Trotta, Madrid, 2008, 204 pp. ISBN: 978-84-8164-851-5.


Teodoreto de Ciro es uno de los grandes teólogos orientales del siglo V, de la escuela de Antioquía, la cual hacía una exégesis de las Escrituras más pegada a la letra del texto transmitido, menos propensa a una interpretación alegórica, más histórica y realista, dentro de los límites de la época, que la de los teólogos de la ciudad de Alejandría. Esta última se dejaba llevar más por la interpretación espiritual y alegórica de las Escrituras. Consecuentemente a su interpretación de las Letras sagradas, ambas escuelas diferían en sus doctrinas teológicas.

Teodoreto nació en Antioquía de Siria (393-457), y fue monje y obispo de Ciro, o Cirro, una pequeña ciudad siria cercana a Berea (actual Alepo, conocida por los Hechos de los apóstoles). Fue un hombre de extraordinaria cultura literaria, amante de Platón y de los clásicos griegos, y a la vez sesudo teólogo. Su obra es muy amplia, lo que le valió el sobrenombre de “el Agustín de Oriente”. Pero dado que fue partidario de Nestorio (el patriarca de Constantinopla que defendía que no había que denominar a María “Madre de Dios” -Dios no puede ser concebido y dado a luz-, sino “madre de Cristo y más en concreto de la parte humana de Cristo), resultó condenado en el Concilio de Éfeso del 449. Por este motivo parte de su obra se ha perdido. Queda, sin embargo, la suficiente como para admirar su fina percepción teológica. Teodoreto fue rehabilitado en el Concilio –mucho más importante- de Calcedonia (un arrabal de Constantinopla) del 451, y que definió que en Jesucristo hay dos naturalezas, una divina y otra humana, como defendió siempre Teodoreto.

En la “Historia de los monjes de Siria” Teodoreto traza una breve semblanza biográfica de unos treinta monjes sirios y de dos mujeres. La mayoría son contemporáneos suyos, de modo que fue testigo de su vida o la oyó de gentes cercanas en el tiempo. La casi totalidad de estos monjes y eremitas eran tremendos ascetas, y se distinguieron –decían sus contemporáneos- por su capacidad de realizar obras prodigiosas, milagros de todo tipo, sobre todo sanaciones. Vivían en una pugna continua contra la propia naturaleza, despreciaban el universo material y procuraban estar en contacto con el espiritual y divino por medio de continuas oraciones.

El nombre que más puede sonar a los lectores españoles es el del famoso Simeón estilita, a quien Teodoreto conoció y trató personalmente. Se le denomina así porque una vez que hubo alcanzado fama de santo, y sintiéndose acosado por las gentes que le pedían favores, a veces en nada oportunos, decidió vivir encima de una columna de 36 pies de altura –unos 12 metros-. En griego, columna se dice stýlos.

A pesar de la enorme popularidad que la obra de Teodoreto gozó en su tiempo, de haber sido traducida al latín en el siglo XVI como lectura espiritual, y a diversas lenguas vernáculas modernas, la traducción presente es la primera que se realiza en castellano. A Ramón Teja, catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Cantabria, y muy conocido por sus estudios sobre el cristianismo primitivo, se le ha ocurrido la idea de hacer accesible al público español de hoy estos tesoros curiosos del pasado.

Esta obra va acompañada de una introducción, que bosqueja una breve biografía del autor, Teodoreto, y de su obra teológica en general y de esta “Historia” en particular. Trata también de caracterizar el género literario de estos relatos hagiográficos; analiza las historias de milagros y prodigios para situarlas dentro de lo que se acostumbraba a contar en la época, explica cómo se intentaban interpretar toda clase de sueños como fenómenos de intervención y comunicación divina, y aclara cómo se entendía el papel del Diablo, muy activo en todo momento entre los cristianos.

Especial interés tiene el apartado que caracteriza a estos monjes como “hombres divinos”, una categoría clasificatoria en la Antigüedad, amplia y a la vez precisa, en la que entran todos estos personajes de quienes se piensa que de algún modo participaban especialmente de los poderes de la divinidad, que tenían un continuo contacto con ella y se veían favorecidos por sus dones.

Estos ascetas, monjes, hombres divinos, fueron muy famosos en la Antigüedad; las historias que de ellos se narraban traspasaban las fronteras locales y contribuyeron a que muchos de ellos fueran declarados santos. Teodoreto, el autor, los pinta como auténticos atletas de la fe, más que como soldados de Cristo (la “milicia de Cristo”, que ya aparece en las Epístolas Pastorales del Nuevo Testamento y que llega hasta hoy con los “legionarios de Cristo”). Hoy día sus hazañas entrarían más en los relatos de los hechos heroicos que en los de la valentía y audacia militar.

La lectura de este libro nos sumerge en una atmósfera extraña a nuestra mundo de hoy, tan pragmático y economicista. Es como si nos evadiéramos de la cruda realidad y nos trasladáramos a otro mundo. Sirve casi de literatura de evasión, con un perfume especial a antiguo y que seguramente apetecerá a muchos lectores…, aunque sólo sea por evadirse de las angustias del presente y de la depresión profunda que producen las rarezas y ruindades de la política que nos envuelve.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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