Helenización del cristianismo. Comienzos de la teología cristiana y pensamiento griego (VI)

Hoy escribe Antonio Piñero:

La predicación de Pablo para los paganos era en esencia un nuevo minitratado sobre la salvación de toda la humanidad, y contenía todavía en su manga un as de grandísimo valor y que respondía plenamente a las ansias espirituales de buena parte de los espíritus religiosos en el Imperio Romano.

Este triunfo era el siguiente, según Pablo: la salvación y la inmortalidad que ofertaban las llamadas Religiones de Misterios del mundo helénico las otorgaba el cristianismo exactamente igual, más fácil y barato.

En primer lugar, bastaba la fe en el valor del sacrificio de Cristo; luego, las ceremonias del bautismo (sumergirse en la muerte de Cristo y emerger de las aguas participando de la vida eterna como él) y de la eucaristía (participar del cuerpo y de la sangre de Cristo bien real o simbólicamente) hacían exactamente las mismas funciones salvíficas que los costosos ritos de iniciación de las religiones de los misterios.

Ahora, gracias a la revelación del plan divino del que era mensajero el apóstol Pablo, todo era sencillo, fácil… y además gratis. A la larga el éxito entre los paganos que componían el grupo de “temerosos de Dios” y los gentiles en general, ansiosos de tener “garantizada” su salvación e inmortalidad, estaba asegurado.

Para destacar debidamente la importancia de la última “oferta” paulina basta pensar en el ideario –espero que bien conocido para muchos lectores- que movía a los simpatizantes de las "Religiones de misterio" en el Helenismo: los individuos más religiosos de entre los paganos, no satisfechos con los cultos y la religiosidad oficiales, que garantizaban cierta benevolecia de los dioses, y la plenitud de los derechos cívicos dentro de la ciudad y del estado, pero no la salvación plena y la inmortalidad, buscaban a todo trance algo que les asegurara con firmeza lo que toda religión que se precie debe prometer: precisamente la salvación futura, la inmortalidad.

El modo de asegurarse estos bienes era normalmente iniciarse en algunos de los “misterios”. Con el cumplimiento de unos ritos especiales en los que se oían palabras maravillosas que relataban la acción prodigiosa de la divinidad (su muerte y su resurrección de algún modo), el iniciado se unía de algún modo al misterioso trance del dios. Éste le prometía la protección del Destino en este mundo y la concesión la inmortalidad en el otro. Desde el siglo VII, o al menos en el VI a.C., los adeptos a los “misterios” (se discute el término) órficos estaban acostumbrados al esquema: “Si se cumplen debidamente los ritos, se consigue ante la divinidad el efecto deseado”.

El iniciado participaba, pues, del trance divino por los ritos de la iniciación y se apropiaba de los beneficios deseados. Pero estas ceremonias de iniciación eran largas. En Eleusis, por ejemplo, constaban de dos actos, separados por unos seis meses, o necesitaban repetirse (los varios grados de las iniciaciones de Isis en El asno de oro / Las metamorfosis de Apuleyo), y sobre todo eran muy costosas: había que pasar mucho tiempo fuera del hogar en casas de huéspedes y había que pagar los gastos del santuario, de los sacerdotes y de los sacrificios. En realidad sólo los ricos tenían acceso a ellas.

Por el contrario, la propuesta complementaria de Pablo era verdaderamente atractiva. Sinteticémosla en un esquema:

· Los ritos de iniciación del paganismo son sustituidos por el Bautismo

· Los ritos de comunión con la divinidad del paganismo son sustituidos por la Eucaristía

· Con ellos se consigue la misma finalidad: salvación e inmortalidad.

· Y además todo fácil y gratis.

En resumen: Pablo, en su predicación respecto a la salvación, mundo futuro e inmortalidad, ofrecía a los paganos (y también a los judíos, naturalmente) la siguiente panoplia de ideas.

A. El Dios único de Israel, creador, legislador, providente, juez del universo ha enviado a su Hijo, Jesucristo al mundo. Con esta venida ha llegado la plenitud de los tiempos. Hasta ese momento el cumplimiento de la ley de Moisés, para los judíos, o el de la ley natural (el Decálogo) para los paganos eran las vías de salvación normales establecidas por la divinidad.

B. Tras el sacrificio expiatorio de la cruz de Jesús, sacrifico vicario por toda la humanidad, Dios ha borrado el pecado de los seres humanos y los ha reconciliado consigo.

C. Como muestra de ello Dios ha resucitado a Jesús y lo ha colocado a su diestra.

D. Para apropiarse de los beneficios de ese sacrificio y de esa reconciliación es indispensable que el ser humano haga un acto de fe en lo que Dios ha obrado por medio de Cristo. Este acto de fe es una circuncisión espiritual y constituye al verdadero Israel, cuyo antepasado es Abrahán.

E. La ley carnal de Moisés ha sido sustituida por la ley espiritual de Cristo. La salvación e inmortalidad que ofrecían costosa, cara y laboriosamente los ritos de iniciación de las religiones de misterios del helenismo, las ofrece Cristo gratis, fácil y sencillamente con el bautismo y la eucaristía.

F. El tiempo restante para que llegue el fin del mundo y el cumplimiento total de los designios de Dios sobre la humanidad es muy escaso. Esos momentos antes del juicio final han de emplearse en restaurar el Israel renovado. La divinidad ha decidido que al final de los tiempos se integren también los paganos en el pueblo de Dios.

G. Así se cumple la Promesa hecha a Abrahán. Pero, al no pertenecer por nacimiento al pueblo judío, la circuncisión y la ley de Moisés son para los paganos convertidos absolutamente innecesarias.

Seguiremos con una valoración de estas ideas paulinas sobre la salvación de los paganos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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