La helenización del cristianismo. Conclusiones finales (y X)

Hoy escribe Antonio Piñero:

Hoy quiero extraer las consecuencias de todo lo dicho en los posts anteriores sobre la doctrina de la salvación de los gentiles en el pensamiento de Pablo de Tarso y enfocarlas hacia el punto de vista de la helenización del cristianismo o mejor de la teología cristiana.

De las líneas anteriores y de la idea implícita en ellas de que la religión de Jesús es muy distinta de la religión de Pablo, creo que puede deducirse con claridad:

1. La religión de Pablo, su presentación de Jesús ante los paganos como el salvador universal sólo se explica bien en el marco de un judaísmo mucho más helenizado aún que el postulado por Martin Hengel en sus obras clásicas -Judentum und Hellenismus, Tubinga 1969 y sobre todo The ‘Hellenisation’ of Judaea in the First Century after Christ, Londres 1989- que condicionan el pensamiento de muchos estudiosos del cristianismo primitivo.

La utilización por parte de Pablo de un vocabulario y de unos conceptos afines a la gnosis y a las religiones de misterio ha mudado profundamente su pensamiento. El medio en el que se expresa ha modificado el mensaje. La interpretación paulina de Jesús, de la que expusimos los puntos principales en el posts de ayer- será inaceptable para el judeocristianismo más estricto. Así fue durante toda su vida -oposición de los judaizantes en Gálatas y Filipenses- y lo será después de su muerte: la denigración de la figura de Pablo como el falso profeta en las obras que componen la literatura Pseudo Clementina. Pablo aparece en estos escritos como el “Falso profeta”, el individuo más dañino y perverso para le fe judeocristiana que imaginarse pueda.

2. Lo que el Apóstol predica en realidad, cuando se extraen sus consecuencias, no es ya un judeocristianismo helenizado, sino una concepción religiosa esencialmente helenística aunque a la vez profundamente judía: la doctrina de Pablo sobre la “salvación de los gentiles puede caracterizarse como un sistema religioso esencialmente helenístico, pero a la vez profundamente judío. He aquí la clave. Si el ambiente de pecado universal encaja de maravilla, por ejemplo con los Himnos del Maestro de Justicia de Qumrán, el modo de salir de esa situación de pecado abrumadora, la “salvación por medio de una acto de fe”, es un acto intelectual. En esto tal oncepto esencial de la salvación no es judío.


3. Si el pensamiento de Pablo constituye el primer paso de la teología cristiana y del cristianismo, la cuestión de la “helenización del cristianismo” está mal planteada en sí misma, siempre y cuando se entienda que primero existió el cristianismo y luego se “helenizó”.

No fue ni pudo ser así. En su mismo nacimiento la teología cristiana es profundamente judía y profundamente helénica. O es helénica también o no es cristiana. El cristianismo nace ya helenizado en el pensamiento de Pablo de Tarso.

4. La teología cristiana de la rama principal que ha llegado hasta nosotros, la paulina, se caracteriza desde su mismo nacimiento por ser una relectura o reinterpretación de Jesús, de sus acciones y dichos –a la luz de la firme creencia en su resurrección, sin duda— en un ambiente de profunda helenización que no corresponde a la primitiva comunidad de Jerusalén tal como la dibujan los Hechos de los apóstoles.

Esa relectura se efectúa con criterios y mentalidad diferentes según sean los grupos que repiensan a Jesús dentro del paganocristiano. El nacimiento del cristianismo, o de la teología cristiana, es por tanto un fenómeno exegético o interpretativo de Jesús. Este acto de reinterpretación se efectúa con categorías no sólo judías, sino griegas.

5. Los discípulos de Pablo, los autores de Colosenses, Efesios, 2 Tesalonicenses, Pastorales, son fieles al impulso decisivo de su maestro y continúan su línea profundizando en ámbitos esenciales como la cristología, la eclesiología, la vida comunitaria a partir sobre todo de concepciones helenísticas griegas, más que judías. Este ámbito de los seguidores inmediatos de Pablo está mucho más helenizado aún que el del maestro.

6. Las reflexiones presentadas sintéticamente en todos estos posts no representan en absoluto ninguna novedad, sino una vuelta –quizás cíclica y pendular— a posiciones defendidas hace mucho tiempo por la "Escuela de la Historia de las Religiones", posiciones que han sido quizá un tanto olvidadas. Así lo planteamos en el post primero, y volvemos a repetirlo. No pretendo en modo alguno en estos posts ofrecer el menor atisbo de originalidad, sino rescatar posiciones un tanto olvidadas o no debidamente resaltadas.

7. Es necesario, por tanto, eliminar las connotaciones negativas que tiene la frase “la Helenización del cristianismo”. El cristianismo no nace como un fenómeno puramente intrajudío, y luego se heleniza, sino que lo que hoy es teología cristiana en su inmensa mayoría, la paulina, nace ya helenizada. Repito mi fórmula: “La teología cristiana o es griega o no es”.

Y esta teología, que es una mezcla indisoluble de pensamiento griego y judío, pertenece a la esencia misma de la doctrina del Nuevo Testamento.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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