Las aportaciones del Egipto antiguo a los orígenes del cristianismo (I)


Hoy escribe Antonio Piñero:

Antes de iniciar otra serie de crítica de libros, desearía tratar un tema que se adecua de algún modo a parte de los deseos manifestados por algunos lectores. Su interés por los manuscritos del Nuevo Testamento. Por otro lado puede interesar también a todos los que sienten un especial interés por Egipto, país que tiene más trascendencia de lo que parece para la cultura cristiana de los primeros momentos.

Voy a fijarme entre otras cosas en la importancia de Egipto, como país, a la hora de transmitir el caudal de textos, inmenso, sobre el que se basan críticamente nuestras ediciones del Nuevo Testamento griego, que constituye la base científica para toda labor de investigación sobre Jesús, tanto el de la historia como el evangélico, y en los orígenes cristianos.

En el descubrimiento de Egipto por Occidente ocupa un lugar de honor la enorme aportación que este antiquísimo país ha realizado a la consolidación del cristianismo a varios campos muy importantes del cristianismo primitivo. Son los siguientes:

• En primer lugar, los papiros y los estudios para la delimitación del carácter de la lengua en la que fue compuesto el Nuevo Testamento;

• En segundo, el establecimiento del texto transmitido de este corpus de escritos básico del cristianismo: qué contribución aportan ciertos papiros y manuscritos a la hora de acercarno lo más posible al texto -perdido- de los primeros escritos cristianos.

• En tercero, los descubrimientos de Kenoboskión, la actual Nag Hammadi, no muy lejano de la más antigua Menfis en el Alto Egipto, y su capital importancia para la comprensión y estudio de ese línea crucial del cristianismo primitivo que es la gnosis. Este tema que es más conocido por los lectores de este blog, lo trataré más brevemente, casi de pasada.

· En cuarto: la conservación de la imponente obra de Filón de Alejandría

· Quinto: La aportación de Clemente de Alejandría a la constitución de la teología cristiana en el siglo II.

Pero antes de abordar estos temas, nos parece necesario tratar brevísimamente, y como marco introductorio, de los orígenes del cristianismo en Egipto.

1. Los orígenes de la comunidad cristiana de Alejandría

El comienzo del cristianismo en Egipto se halla vinculado a los tímidos inicios de esta nueva religión en la ciudad más importante de Egipto, fundada por Alejandro Magno. Sin embargo, a pesar de la inmensa importancia que con el tiempo habría de poseer la comunidad cristiana de esta urbe -cuyo patriarcado fue la segunda sede episcopal después de Roma durante siglos- los primeros pasos del cristianismo allí se hallan envueltos en el mayor de los misterios.

Quizás ocurrió con el Delta lo que pasó con el cristianismo en Roma: que esta nueva religión llegó allí antes de que las fuentes documentales más primitivas de los cristianos, el Nuevo Testamento, pudiera hacer alguna mención de ella. Alejandría pudo sin duda albergar muy pronto misioneros cristianos, procedentes de Palestina o de algún otro lugar como Siria, Chipre o la Cirenaica, pero no quedan rastros de ello.

Según el historiador cristiano Eusebio de Cesarea, la semilla del cristianismo fue llevada a Alejandría por el evangelista Marcos. Como discípulo de Pedro, fue enviado por éste a predicar el evangelio y a establecer iglesias comenzando por la capital del país. A pesar de la autoridad de Eusebio, ningún historiador moderno presta oídos a esta noticia, pues se considera legendaria. El que otros personajes importantes de esa comunidad, como Clemente de Alejandría u Orígenes, o cualquier otro escritor eclesiástico anterior a Eusebio jamás se haya eco de esta noticia la hace en extremo sospechosa.

Otro documento cristiano primitivo, del s. III, las llamadas Homilías Pseudoclementinas tiene también su versión del origen del cristianismo en Egipto. En ellas se nos cuenta cómo un navío en el que se había embarcado san Clemente de Roma, el autor de la epístola que lleva su nombre, fue empujada por los vientos hacia Alejandría. Allí se encontró con un compañero de Pablo, Bernabé, que rodeado de algunos cristianos disputaba en lengua griega con los filósofos de la ciudad acerca de la fe en Cristo. Clemente resultó convencido por las prédicas del antiguo colega de Pablo, se convirtió al cristianismo, junto con muchos otros, viajó hasta Cesarea y allí conoció al apóstol Pedro.

El problema en torno a esta historia, que presenta a Bernabé -y no a Marcos-como el introductor del cristianismo en Egipto, es que en otra parte de esta colección, llamada en latín Recognitiones, se habla de la actividad de Bernabé en otros términos, haciéndolo misionar no en Alejandría, sino en Roma. Aparte del sabor legendario del relato en su conjunto, esta diversidad de tradiciones hace que la noticia de que fue Bernabé el primer difundidor del cristianismo en Alejandría sea también muy sospechosa y tampoco creíble.

Aparte de estas dos obras tenemos otras, más o menos antiguas que nos hablan también de los orígenes de la comunidad cristiana de Egipto. Así, una nota al margen del Codex Bezae Cantabrigensis, del s. V, al que luego tendremos ocasión de mencionar, afirma que Apolo, ese misionero cristiano que Pablo nombra en la 1 Carta a los Corintios, recibió instrucción cristiana en Egipto, muy pronto por tanto, antes de trasladarse desde allí a Corinto.

Las Constituciones apostólicas, que son una reunión de prescripciones eclesiás¬ticas y de rúbricas litúrgicas, de finales del s. IV, confirman por su parte que fue Marcos el primer evangelizador y que consiguió llegó a consolidar de tal modo la comunidad alejandrina que nombró a su primer obispo, Aniano. También en el s. IV, S. Jerónimo en su obra de viris illustribus repite la tradición recogida por Eusebio de Cesarea.

Más tarde, hacia el s. X, la Historia de los patriarcas de la Iglesia copta de Alejandría, reunida por un tal Severo, obispo de Ashmunayin en el Alto Egipto, habla también de que Marcos, quince años después de la ascensión de Jesús, fue enviado por Pedro para evangelizar Egipto, etc. Otra obras más o menos tardías recogen tradiciones similares, pero ninguna fiables.

En 1993 apareció en Salamanca, en la colección "Plenitudo temporis" de la Universidad Pontificia el estudio de Jorge Juan Fernández Sangrador, sobre Los orígenes de la comunidad cristiana de Alejandría. A lo largo de su trabajo defiende que es casi imposible saber con certeza algo sólido de los primeros orígenes del cristianismo en Egipto. Probablemente la fe cristiana se implantó allí gracias a la misión evangeliza¬dora de "misioneros cristianos vinculados al grupo de aquellos que en el libro de los Hechos de los Apóstoles reciben el nombre de 'helenistas'.

Como no existe acuerdo unánime de las fuentes eclesiásticas acerca de quién fue el actor principal o el protagonista de esta empresa, ya que los nombres de Bernabé, Marcos, o incluso Lucas son traídos a colación, es preferible hablar (de unos misioneros adscribibles) a la corriente helenista" (p. 180). Es bien posible que la iglesia alejandrina naciera gracias a los aportes de judíos helenistas convertidos al cristianismo procedentes de regiones cercanas con las que Alejandría tenía fuertes lazos comerciales y culturales: la Cirenaica, Chipre o Antioquía de Siria.

Es muy probable también, opina Sangrador, que los flamantes cristianos de esta ciudad tuvieran su primeros lugares de culto cerca del Serapeum, templo de Isis y Serapis, y que precisamente por ello se consolidara su fe en medio de discusiones religiosas y filosóficas con adeptos al culto de estas dos divinidades. Ello hizo que la en teología de estos primeros cristianos pudieran influir ideas o concepciones del talante religioso del mensaje de salvación que predicaban los seguidores de Serapis e Isis, y que más tarde -con las obras de ilustres alejandrinos como Panteno, Clemente y Orígenes- lo mejor de las concepciones religiosas y filosóficas de la cultura griega sirvieran de moldes para explicar por su medio las concepciones cristianas de la salvación.

Por el influjo de las corrientes filosóficas vigentes en ese tiempo del nacimiento allí del cristianismo en Alejandría el cristianismo de esa ciudad "nació con una verdadera preocupación por llevar a cabo en un proyecto vital los principio teóricos que se enseñaban en las escuelas de la ciudad" constituyendo lo que se podría denominar más bien un cristianismo de orden sapiencial.

Es interesante subrayar e insistir en este aspecto de la aportación que el ambiente intelectual de la ciudad tuvo sobre el cristianismo naciente. "Si Alejandría destacó en la antigüedad por su escuela teológica no fue porque el fenómeno apareciera espontáneamente en los últimos años del s. II, sino porque en aquella iglesia, ya desde sus orígenes, ejercieron gran influencia las corrientes religiosas y filosóficas del tiempo, ya fueran medioplatónicas, estoicas o pitagóricas" (Sangrador, 177).

Todo ello ejerció un poderoso, influjo en el pensamiento cristiano de la ciudad tal como se refleja en las obras religiosas cristianas de procedencia alejandrina (la Epístola de Bernabé; los evangelios de Matías, de los Hebreos, de los Egipcios, etc.) y que incidió poderosamente en el colorido gnóstico -luego hablaremos de este concepto- de este tipo de cristianismo.

"En la comunidad cristiana de Alejandría predominaban unos modelos de pensamiento que atendían con el mismo interés tanto a los aspectos especulativos de cada asunto o cuestión teológica como a las implicaciones éticas que de él se derivaban. El modelo de cristiano con el que se identificaban los alejandrinos, y que pretendían encarnar, se parecía más a un sabio o a un filósofo que, por ejemplo, a un profeta" (Sangrador, 178).

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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