Egipto y la gnosis II (Egipto y el cristianismo primitivo VIII)

Hoy escribe Antonio Piñero:

Como dijimos en el post anterior, de las doctrina secretas gnósticas, en parte impartidas por Jesús o por otros reveladores como Set o Adán, que los gnósticos cristianos conservaban y de la que se nutrían, sabíamos bastantes cosas, pero siempre desde la pluma, casi nunca benévola, de sus enemigos. Y en este contexto es donde se insertan los descubrimientos de Nag Hammadi.

Permítanme recordar la historia. Al final de la Segunda Guerra Mundial, dos aldeanos egipcios, que deambulaban con sus camellos en busca de ciertos fertilizantes naturales, nitratos, que se hallan entre las rocas que bordean el Nilo, en la zona llamada Jabal al-Tarif, encontraron cerca de Nag Hammadi, en un talud al que las lluvias habían removido las entrañas y bajo una gran piedra, un ánfora muy antigua.

Al principio tuvieron un cierto temor, pensando que algún genio maligno, un jinn, podía estar encerrado dentro. Pero al momento la curiosidad y la codicia vencieron al miedo. Pensaron que el vetusto recipiente podía contener algún tesoro, oculto durante siglos, y lo abrieron afanosos.

Pero al romper el ánfora quedaron decepcionados. La antigua jarra no contenía oro ni joyas escondidas en otros tiempos, sino sólo unos pequeños volúmenes de cuero protegidos por el recipiente. Los libros estaban medio raídos por el paso del tiempo y su escritura no era árabe. A pesar de su decepción, en realidad habían descubierto un tesoro más importante para la humanidad que mil jarras llenas de oro.

Aparte de gnósticos, estos documentos son en su mayoría cristianos. Debido a su venerable antigüedad (de los siglos III y IV, pero casi todos son copias de documentos anteriores), su contenido nos informa también de la evolución del cristianismo egipcio durante los primeros siglos de su existencia. Para la historia del pensamiento religioso en su conjunto los documentos encontrados eran, pues, preciosos.

Como ya dijimos, una de las cosas más curiosas de cuantas afectan a los gnósticos cristianos consiste en que los antagonistas ortodoxos de tales gnósticos en los siglos II al IV parecen ignorar que gran parte de la teología de Pablo, del evangelio de Juan y las epístolas johánicas no se entienden bien sin apelar de algún modo si no al gnosticismo estricto, sí a la “atmósfera gnóstica”, tal como ha puesto convenientemente de relieve la escuela de la “Historia de las Religiones”. Recuerden que he insistido en ello en la serie de “posts” dedicados a la helenización del cristianismo, en la que tomaba sólo como un ejemplo la doctrina de la salvación –sobre todo de los paganos- en Pablo de Tarso.

En diversas publicaciones he intentado poner de relieve que además de la doctrina de la salvación hay en Pablo conceptos que se entienden mejor si se aplican a ellos los esquemas de una cierta “mentalidad o atmósfera gnóstica”. Así el cristianismo es una sabiduría recóndita que no entienden los sabios de este mundo, sino sólo los espirituales (1 Cor); la "caída" de la creación (Rom 8,19-22) y del Adán terreno (Rom 5,12-17), que se asemeja al lapso o caída de la Sabiduría que produce el mundo material; la contraposición entre dos tipos de hombres, los "psíquicos" y los "espiri¬tua¬les" (1 Cor 2,14s; 15,21. 44-49).

El control de este mundo por los arcontes o ángeles que dominan el reino planetario (1 Cor 2,6-8; 2 Cor 4,4) es también una idea querida por los gnósticos. En lo que se refiere a la doctrina del Salvador es concomitante con la gnosis la noción paulina de que éste es un ser celeste que desciende del cielo sin que los arcontes lo reconozcan (1 Cor 2,8) y luego retorna allá arriba (2 Cor 8,9; Flp 2,6-11), interpretación de la misión y figura de Jesús muy alejada de lo que podía imaginarse el Jesús histórico.

A concepciones gnósticas recuerda la doctrina de la unión de los cristianos con Cristo (1 Cor 12, 12-27; Rom 12,4s) formando un sólo cuerpo: lo mismo pasa en el gnosticismo con el eón "Hombre", del que puede decirse que es un arquetipo que contiene en sí (como idea platónica, desde toda la eternidad) la suma o imagen de todas las partículas divinas (el espíritu) que a lo largo de los siglos quedan encerradas en los cuerpos mortales; doctrina semejante se halla detrás del Adán celeste/ Adán terreno de Rom 5,12-14; 1 Cor 15,22, como representación corporativa de la humanidad.

Tales ideas se basan en concepciones caras a la gnosis: la syggéneia en griego, o “igualdad sustancial” entre el Redentor y los redimidos. Gracias a esa igualdad, y sólo por ella, es posible que la Iglesia, el conjunto de los fieles, sea el cuerpo o los miembros, y Cristo, la cabeza (Rom 12,4ss). Los cristianos regidos sólo por el Espíritu, es decir los "pneumáticos" (o "espirituales"; pneuma en griego = espíritu) (1 Cor 3,16; Rom 8,9) en poco se diferencian de los verdaderos conocedores, "gnósticos", igualmente espirituales. En ambos casos los pneumáticos son una “nueva creación” (2 Cor 3,18) y participan de la gloria divina (2 Cor 3,18).

Por lo que respecta al evangelio de Juan he defendido muchas veces que el cristianismo en él representado y su interpretación de Jesús se entienden mucho mejor si aceptamos que el autor ha tomado nociones de la “atmósfera o espiritualidad gnóstica”, una de cuyas ramas había nacido en suelo judío y que se había extendido por todo el ámbito del Mediterráneo.

Las ideas principales de este talante gnóstico, tal como se manifiesta en Juan, son las siguientes: dualismo a ultranza (luz/tinieblas; verdad/mentira; arriba/abajo); la noción de un salvador preexistente, un logos divino que desciende, revela y asciende; la unidad sustancial del enviado y sus seguidores con Dios; la salvación por el conocimiento/fe que aporta la palabra de Jesús, de donde surge la llamada "escatología presente o ya realizada", es decir, la salvación y la resurrección de los creyentes ha tenido ya lugar, etc.

En verdad también, junto con estos motivos existen otros en el cuarto evangelista que son "no gnósticos" (en especial su antidocetismo a ultranza: el salvador se encarnó de verdad; su cuerpo es real, no mera apariencia) o "poco gnósticos" (cf. 3,16; 17,15 o 20,20), ya que Juan no es un gnóstico pleno, sino un judío de cuerpo entero que utiliza en parte el utillaje intelectual de esa gnosis -que había nacido en el seno del judaísmo, como indicamos- porque cree que emplear tales conceptos es lo más apropiado para explicar a sus lectores cómo fue y qué representó en verdad Jesús de Nazaret.

El evangelio de Juan se construye en torno a unos temas que pertenecen al acervo común de la "gnosis", y se caracterizan con razón como "protognósticos", porque giran en torno a un dualismo anticósmico y al concepto de enviado-redentor-revelador preexistente, que desciende, revela y asciende al cielo. Estas ideas centrales, sobre todo la última, no hallan conveniente explicación ni se encuentran suficientemente testimoniadas en el Antiguo Testamento, o en sus derivados (Qumrán, Apocalíptica, otra literatura sapiencial) pero son absolutamente centrales y características de la "gnosis".

Todas estas ideas volvieron a la palestra con los descubrimientos de Nag Hammadi, y de nuevo se planteó la cuestión: ¿de dónde toma el Evangelio de Juan sus ideas, tan distintas de los Sinópticos? Y aunque se pueda demostrar, o rastrear, que tienen antecedentes en especulaciones judías en torno a la "Sabiduría" de Dios hipostasiada, es decir considerada populrmente como una entidad divina aparte, existente en sí misma... ¿no vendrán estas especulaciones de nociones más antiguas y profundamente griegas?

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Volver arriba