Egipto y la gnosis III (Egipto y el cristianismo primitivo IX)


Hoy escribe Antonio Piñero:

Los gnósticos consecuentes y los cristianos normales de los siglos II, III y IV tenían dos maneras antagónicas de comprender el cristianismo y no podía haber entendimiento ninguno entre ellas. De ahí que todos las obras gnósticas fueran proscritas y eliminadas por los ortodoxos, y comenzaran a pulular escritos de refutación y algunos pocos difamatorios.

Incluso pensadores paganos, como Plotino (sobre todo en su Enéada II) y su discípulo Porfirio atacaron a los gnósticos cristianos. Por ello se explica perfectamente lo que antes afirmábamos: la actitud de la Iglesia oficial y su posición antignóstica hizo que hasta 1945, con los descubrimientos de Nag Hammadi, no hayamos dispuesto apenas de textos directamente venidos de los maestros gnósticos (algunos de ellos han sido comentados en este blog, sobre todo los traducidos por Francisco García Bazán en su segundo volumen de “La gnosis eterna II, Trotta: los Libros de Jehú, Pistis Sofía).


Al final venció la Gran Iglesia en esta pugna entre gnósticos y no gnósticos. En el siglo V, salvo los maniqueos y mandeos, apenas si existen ya gnósticos como grupo operativo dentro de la Gran Iglesia..., aunque esta corriente espiritua¬lista volverá a surgir de vez en cuando en el seno de la misma Iglesia: los bogomilos, los cátaros y albigenses son una muestra de ella, como he intentado poner de relieve en la obra “Los cristianismos derrotados”, de Edaf.

¿Por qué perecieron los movimientos gnósticos? En realidad no lo sabemos con exactitud. He propuesto en la mencionada “Introducción” a los escritos de Nag Hammadi que podemos sospechar que cuando el cristianismo alcanzó en el siglo IV el status de religión oficial del Imperio Romano, el gnosticismo no tenía ya hueco apropiado en el esquema de la comunidad ni cristiana ni pagana.

Para los que todavía se aferraban al paganismo, la gnosis, aunque dotada de muchos elementos filosóficos en especial de la filosofía de Platón, aparecía como poco filosófica, demasiado cristiana. Para los cristianos ortodoxos, por su parte, la interpretación gnóstica del cristianismo se mostraba como demasiado especulativa, demasiado filosófica-mística, demasiado impregnada por elementos del pensamiento mítico pagano para ser una religión. No convencía, pues, ni a unos ni a otros.

Así, al no encontrar ánimo de cobijo en ninguno de los dos grandes grupos en los que se había constituido la sociedad del Imperio Romano tardío, fue desapareciendo con cierta rapidez una de las grandes interpretaciones de la religión cristiana de los primeros siglos de nuestra era.

Los manuscritos de Nag Hammadi nos permiten recorrer la historia hacia atrás. Sus trece códices y casi cincuenta tratados suponen un nuevo comienzo en el estudio del gnosticismo. Hace cien años los eruditos cristianos estudiaban el gnosticismo para entender bien qué decían los Padres de la Iglesia sobre él. Más tarde, la escuela de la Historia de las Religiones descubrió que el gnosticismo era un fenómeno muy amplio que sus ramificaciones se extendían por todo el Mediterráneo oriental y que sus últimas raíces se hallan quizás en el Irán antiguo.

Pero ahora, con los manuscritos de Nag Hammadi caemos en la cuenta cuán escasas eran nuestras fuentes. Pues aunque el contenido de esta Biblioteca de Nag Hammadi sea arbitrario -podían haber preservado otros escritos de la destrucción-, la ola de nuevo material confirma o refuta antiguas hipótesis. Gracias a Nag Hammadi y al estudio que hasta ahora se halla aún en sus comienzos vamos a poder reescribir de alguna manera la historia del gnosticismo. Raramente una generación de estudiosos ha tenido tal oportunidad como ha sucedido en la segunda mitad del siglo XX con los manuscritos del Mar Muerto y con los descubrimientos de Nag Hammadi.


Y por último una postdata a propósito de cierta polémica desatada en torno al Papiro 52, su datación caligráfica hacia +- 125, y el origen y antigüedad del texto de los Evangelios canónicos, suscitada por algunos lectores:

Algunos escritoos descubiertos en Nag Hammadi nos dan casi la certeza de la antigüedad del Evangelio de Juan que, en el sentir de la mayoría de los intérpretes, es el más reciente de todos los evangelios canónicos (compuesto hacia el año 100). Uno de los tratados del corpus de Nag Hammadi, El Evangelio de la Verdad, es citado muy probablemente por su título por Ireneo de Lyón hacia el 180 (Contra las Herejías III 11,9). Esto indica que esa obra, el Evangelio de la Verdad, necesitó tiempo para que, tras su composición, se difundiera bien en la cristiandad y fuera conocida en las Galias. Por ello, y por la relativa imprecisión de su teología sobre los Primero Principios, los estudiosos datan este Evangelio de la Verdad hacia el 140-150.

Ahora bien, en mi opinión -y en la de otros- una buena parte del Evangelio de la Verdad es una profunda meditación en torno a temas del Evangelio de Juan, en concreto -aparte de la metáfora/comparación del Buen Pastor (Jn 10)- de temas del capítulo 14. He aquí una breve muestra:

· Jn 14,1, unidad de Jesús y del Padre = Ev. Verdad 38,7-40,23;

· Jesús, como la Palabra reveladora: Jn 14,9 = (aparte del Prólgo) EvVerdad 16,31-7,4 más el texto anteriomente citado;

· Jesús como "camino": Jn 14,4 = EvVerdad 31,29;

· Jesús asciende para preparar las moradas de reposo: Jn 14,2 = EvVerdad 40,23-43,25, etc.

Esto significa que el Evangelio de Juan hacia el año 140 tenía que haberse difundido fuera de Samaría (donde probablemente fue compuesto) o, si esto no se admite, de Judea en general, llegar hasta Alejandría, adquirir el prestigio de sagrado, y ser objeto de un comentario profundo por parte del autor del Evangelio de la Verdad. Recordemos lo dicho alguna vez en este post: en la Anigüedad no se comenta simbólicamente ningún texto que no tenga de algún modo la aureola de lo sagrado.

Aquí tenemos, pues, un ejemplo del valor de los textos de Nag Hammadi, y la confirmación de qu el Evangelio de Juan hubo de componerse por lo menos en torno al año 100. De lo contrario no se explican los fenómenos señalados. Es también un argumento a favor de la idea de que atrasar la composición de los Evangelios canónicos mucho más tarde no parece posible. Recordemos que algunos mantienen ¡que el texto de los Evangelios se compuso en el siglo IV!.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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