Mujeres en los Hechos Apócrifos de Tomás (II)



Escribe Gonzalo del Cerro

La tocadora de flauta (HchTom 5-16)

En el Hecho Primero llegan el Apóstol y su amo a la ciudad de Sandruck, donde se estaba celebrando la boda de la hija del rey. Se enteran de que el rey ha ordenado que todos, ricos y pobres, libres y esclavos, ciudadanos y extranjeros, se incorporen a las celebraciones. El Apóstol y su amo, aunque en lugares diferentes, asisten al banquete. Tomás trataba de acomodarse a los usos y costumbres del país. Se ungió con perfumes y se puso una corona de mirto y otras flores sobre la cabeza. Una mujer hebrea, tocadora de flauta, pasaba entre los comensales amenizando la fiesta. Algo notó en Tomás, porque se detuvo junto a él tocando su instrumento durante largo tiempo. El Apóstol tenía fijos los ojos en el suelo. Mientras los demás comían y bebían, él no probaba bocado. Quizás esa actitud displicente exasperó a un escanciador, que le propinó una airada bofetada. Tomás, hablando en lengua hebrea, dijo a su agresor: "Mi Dios te perdonará en el mundo futuro este ultraje; pero en este mundo mostrará sus maravillas. He aquí que veré muy pronto la mano que me ha golpeado llevada por un perro" (HchTom 6, 1).

Y sin más preámbulos inició el Himno a la Sabiduría, uno de los fragmentos más fuertemente gnósticos de estos Hechos. La versión siríaca lo convierte en Himno a la Iglesia en su afán de dar al relato un sabor más ortodoxo. El himno había sido cantado en hebreo, por lo que los comensales nada comprendieron. Únicamente la tocadora de flauta había podido entender no solamente la amenaza de Tomás al copero del banquete sino también la letra del himno entonado por el Apóstol. Ella seguía tocando, pero sus ojos no se apartaban un instante de Tomás. El relato comenta que le había tomado afecto, primero porque era de su mismo país, y además porque era el más hermoso entre todos los presentes. Cuando ella terminó de tocar, se sentó junto al Apóstol con los ojos fijos en él, que miraba constantemente hacia el suelo. Dentro de la fiesta y su contexto, Tomás se sentía ajeno al ambiente. Pero en aquel momento entró en la sala un perro negro que llevaba en la boca la mano derecha del copero agresor. En efecto, había salido a buscar agua cuando un león le atacó y descuartizó. Los restos del infortunado fueron presa de los perros.

El espectáculo produjo entre los presentes la lógica consternación. Pero la mujer flautista, testigo cualificada de la amenaza pronunciada por el Apóstol y su riguroso y literal cumplimiento, rompió y arrojó al suelo su flauta y corrió a sentarse a los pies de Tomás diciendo: "Este hombre o es Dios o un apóstol de Dios. Pues yo le oí cuando decía en hebreo al copero: He aquí que yo veré la mano que me ha golpeado llevada por perros. Vosotros sois ahora testigos: como dijo, así se ha cumplido" (HchTom 9, 1). El suceso transcendió y llegó a los oídos del rey, quien obligó a Tomás a que se trasladara a la cámara nupcial para bendecir a los nuevos esposos.

Aunque no de buen grado cumplió el Apóstol los deseos del rey. Pero su oración se redujo a pedir en favor de aquellos jóvenes lo que para ellos fuera más "conveniente y útil". Esta oración recuerda la de Pedro por la hija del jardinero. Aquella murió; los esposos de HchTom adoptaron una vida de castidad. El esposo vio al Señor Jesús bajo la apariencia de Judas Tomás, que hablaba con su esposa. Es un topos en otros Hechos Apócrifos la aparición de Jesús bajo la apariencia de los respectivos apóstoles. Cf., por ejemplo, HchPlTe 21. Como consecuencia de las palabras del Señor, "los jóvenes se abstuvieron de satisfacer el inmundo deseo y aguardaron la llegada de la mañana castamente" (HchTom 13, 1).

Los reyes quedaron desolados cuando se enteraron de la actitud de los recién casados. Además, el rey se lamentaba de haber introducido con su propia mano al hechicero para que orara "por su desgraciada hija". Dio órdenes de buscar al responsable quizá con la vaga esperanza de que deshiciera el entuerto. Los sabuesos fueron a parar al albergue donde se había alojado. Tomás había zarpado y se encontraba ya en alta mar. Pero en el albergue se encontraba todavía la tocadora de flauta, triste y afligida porque Tomás no había querido llevarla consigo. Supo lo que había sucedido en el caso de los nuevos esposos. Ella entonces se sintió confortada y exclamó: "Ahora yo también he hallado mi reposo". Se fue con los novios y permaneció con ellos mucho tiempo. El mismo rey quedó instruido con la doctrina del Apóstol. Ahora bien, sabiendo los novios y la flautista que Tomás continuaba enseñando en la India, marcharon allá para unirse a él (HchTom 16, 3).

La mujer hebrea, tocadora de flauta, no desempeña un papel de especial protagonismo en el marco de estos Hechos. Pero reúne en su personalidad algunos datos que se repiten en otras mujeres. Entra en contacto con el Apóstol y su doctrina. Rompe con su vida pasada y sigue al Apóstol haciendo profesión de castidad. Para ella la nueva vida equivalía al "reposo", concepto por cierto muy utilizado en los textos gnósticos.

La hija del rey (HchTom 4ss)

Conversión de la novia a la vida de castidad

Pero la historia de la mujer flautista se desarrolla en el marco de la boda de la hija del rey. Desempeñaba precisamente la función de animadora. Sin embargo, la auténtica protagonista de la fiesta era obviamente la novia. Hija única del rey, era objeto de particular cariño y solicitud por parte de su padre. La boda tenía que ser un acto de sociedad rodeado de fausto y alegría. Ya hemos visto las circunstancias del banquete nupcial, al que había sido invitado (y obligado) el apóstol Tomás. Él pretendía pasar desapercibido, pero la funesta intervención del escanciador hizo que Tomás fuera conocido por el rey y que su poder fuera apreciado como principio de posibles beneficios. Mucho había tenido que ver la tocadora de flauta. Ella, conocedora de la lengua hebrea, había seguido con entusiasmo el contenido del himno cantado por Tomás, pero pudo dar testimonio de su amenaza al copero y del cumplimiento literal de los presagios. Con mentalidad típica de los hebreos, coligió que Tomás o era Dios o un importante mensajero suyo.

Los presentes adoptaron división de opiniones. Pero el rey oyó noticias de los sucesos y quiso sacar provecho de la presencia de un hombre poderoso en favor de su hija: "Levántate, ven conmigo y ruega por mi hija, pues es la única que tengo y la entrego hoy en matrimonio" (HchTom 9, 2). El Apóstol no quería seguir al rey, pero hubo de ir obligado hasta la cámara nupcial para rogar por los nuevos esposos. Pronunció un largo y prolijo parlamento que inició con su invocación-plegaria del relato evangélico: "Señor mío y Dios mío" (Jn 20, 28). Tras varias frases llenas de doctrina cristológica, terminó su alegato con una súplica aparentemente innocua: "Te ruego, Señor Jesús, presentándote mi súplica por estos jóvenes, que les concedas lo que les ayude, les sea conveniente y provechoso" (HchTom 10, 4). El tenor de las palabras de Tomás era tan genérico y aséptico que nadie pudo sospechar su efecto y sus consecuencias. Impuso a los novios las manos y les auguró la presencia del Señor.

Cuando el novio levantó la cortina del lecho nupcial, encontró a Jesús que dialogaba tranquilamente con la esposa. Como en otros casos, repetidos en los Hechos Apócrifos, Jesús tenía la apariencia de Tomás. Hizo sentarse a los novios sobre unas sillas mientras él les dirigía la palabra sentado en el lecho. Les exhortó a permanecer castos para poder ser templos vivos de Dios. Habló incluso de las molestias y los peligros inherentes a la presencia de los hijos en el hogar. Mejor, conservar las almas limpias para Dios, lo que les libraría de dolores y preocupaciones y les garantizaría unas bodas llenas de felicidad, inmortalidad y luz. No es preciso ponderar que las palabras del Señor fueron eficaces y decisivas. Los novios se abstuvieron de las "inmundas relaciones" y aguardaron castamente la llegada de la aurora.

Los reyes quedaron sorprendidos, tanto más cuanto que encontraron a los novios gozosos y a la novia con el rostro descubierto. La madre interpeló a su hija preguntándole: "¿Por qué estás sentada así, hija mía, sin pudor alguno, como si hubieras estado conviviendo mucho tiempo con tu propio marido?" El rey añadió: "¿Es que no te cubres con el velo por el gran amor que tienes a tu marido?" La novia respondió a las palabras de sus padres y desveló el misterio de su actitud: "En verdad, padre, (en la versión siríaca la hija dice aquí "madre mía" mater mea) estoy totalmente enamorada y ruego a mi Señor que permanezca en mí el amor que he sentido esta noche; y pediré para mí a este esposo a quien he conocido hoy (la vers. sir.: "que se me ha aparecido"). Por ello, no me volveré a cubrir, porque me han quitado el velo de la vergüenza. Al tener el velo una intención antisexual, la novia afirma que ya no lo necesita, porque ha elegido una vida de castidad. Ya no siento vergüenza ni pudor porque las obras de la vergüenza y del pudor están muy lejos de mí. No me siento atemorizada porque el temor no ha permanecido en mí. Vivo en el júbilo y la alegría, porque el día de la alegría no ha sufrido turbación. He menospreciado a este marido y a las presentes bodas que pasan por delante de mis ojos, porque he contraído otro matrimonio. Y si no he tenido relaciones con este hombre de corta vida, cuyo final es remordimiento y amargura del alma, es porque he quedado ligada a un marido verdadero" (HchTom 14, 2).

El novio no hizo sino confirmar y ampliar la confesión de la novia, lo que produjo en el rey una indignación sin frenos. Se lamentaba en particular de haber sido él mismo quien con su propia mano había introducido al Apóstol en la cámara de los novios. Mandó buscar al mago en el albergue donde se había alojado. La tocadora de flauta dio a los sabuesos la noticia de que Tomás había zarpado para la India. Pero tanto ella como los novios tomaron la decisión de partir para reunirse con el Apóstol. Y así lo hicieron no sin antes "catequizar" al mismo rey y a numerosos fieles.

El esquema de las mujeres conversas

En la hija del rey se cumple el esquema de los pasos en la conversión de muchas otras mujeres que aparecen en los relatos de los Hechos Apócrifos. Y ello, a pesar de que su presencia no ocupe un lugar de protagonismo particular. Es casi sujeto paciente de las circunstancias. Pero la novia anónima de estas bodas sigue los pasos de otras mujeres estelares:

1) Es persona perteneciente a las altas esferas de la sociedad. Hija única del rey, especialmente querida por su padre, era objeto de la lógica y natural predilección. Por ella sus padres estaban dispuestos a cualquier sacrificio para lograr su felicidad.

2) Por medios un tanto originales, incluso sin pretenderlo, entra en contacto con el Apóstol y sus enseñanzas. Jesús, bajo la apariencia de Tomás, como en otros casos similares de los Hechos Apócrifos, recuerda a los novios la doctrina del Apóstol y les recomienda su cumplimiento.

3) La mujer adopta sin más la vida de castidad y explica las razones y los pasos que la han llevado a su decisión. Entre su marido y ella se ha introducido el Señor como esposo verdadero, inmortal y garante de una eterna felicidad. La vida de los nuevos esposos había sufrido una tan profunda como inesperada transformación

4) El rey persigue al culpable con promesas de dar cualquier recompensa a quien se lo traiga. Tiene, además, el remordimiento de haber sido él quien había introducido al responsable en la cámara de los esposos. Las intenciones del rey no auguraban nada bueno. Pero el encuentro con la flautista cambió el rumbo de los acontecimientos.

5) El poderoso perseguidor acabó de alguna manera tocado por la palabra del Apóstol que le llegó por medio de la tocadora de flauta y de sus propios hijos, los recién casados. Una vez más el vengador del presunto agravio acababa en los misteriosos caminos de la conversión.

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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