La conservación de la obra de Filón de Alejandría IV. Egipto y el cristianismo primitivo (XIII)

Hoy escribe Antonio Piñero:

Finalizamos hoy con el tema de las obras de Filón de Alejandría, tratando de el propósito de la obra de este personaje.

La intención de la obra del Alejandrino es clara y meridiana: por un lado, ofrecer a sus connacionales judíos un fundamento filosófico serio y al día de su religión y confirmarles en su orgullo de ser nación elegida, pues sólo en ella se había desarrollado el auténtico culto al Dios verdadero y la riqueza moral y religiosa inherente a ese culto. Ellos, los judíos, era el único pueblo al que se le había confiado plenamente la palabra de Dios. Era entonces tradición en el judaísmo que la ley divina había sido ofrecida por Dios a todos los pueblos, pero que sólo Israel la había aceptado. Este hecho confirmaba su carácter de pueblo elegido.

Por otro, y a la vez, era intención de Filón realzar ante los ojos de los paganos la racionabilidad y venerabilidad del judaísmo. Todo ello iba orientado si no hacia una conversión al judaísmo, sí al menos hacia el logro de un respeto hacia él, de modo que “los de fuera” pudieran formar también una suerte de “religión universal” en la que se observaran las normas de la ley natural (que coinciden con la mosaica).

Al hacer del documento santo de la comunidad religiosa judía, es decir el Pentateuco, un libro también griego y universal se cumplía lo que en todo el helenismo había ya pretendido la anterior literatura sapiencial judía: unir sabiduría religiosa con el Logos filosófico.

Este propósito de la literatura sapiencial del judaísmo helenístico ha sido sintetizado bien por H. Koester:

La idea (filoniana) de la sabiduría como figura celestial desemboca en la concepción filosófico-religiosa del Logos, al mismo tiempo creador del mundo y de la razón humana. La legislación mosaica se unía de este modo al concepto estoico del orden racional del mundo (la “razón de la naturaleza”) transformándose así en ley natural autorizada por la divinidad, de la que se podía deducir tanto el esquema de una legislación universal, como una concepción interiorizada de la moral humana presentada en categorías psicológicas. La ciudadanía universal y el anhelo moral de un perfeccionamiento interior en la contemplación mística no se excluyen mutuamente.


En Filón (aparece también) la visión negativa del mundo de la concepción sapiencial judía bajo una nueva forma que se unía con la cosmología filosófica del platonismo medio. De ahí se originaba una supremacía del mundo celestial sobre el terreno, de lo invisible sobre lo visible, de la razón sobre la materia y del alma sobre el cuerpo. Aunque Moisés es el que mejor desempeña el papel de ‘hombre divino’ como legislador real, el Moisés auténtico se convirtió para Filón en un ‘mistagogo’ (es decir, conductor de los que se inician en los misterios de una religión), en el caudillo de los secretos divinos y en el sabio que indica al alma el camino para salir de la prisión terrenal” (H. Koester, Introducción al Nuevo Testamento, Sígueme, Salamanca, 1995, p. 345).


Eco posterior de Filón. El Alejandrino como “un teólogo cristiano”

El universo conceptual filoniano encajó muy bien con el desarrollo de la teología cristiana en el siglo II, que como ya sabemos por lo que hemos comentado en este blog (a propósito de Pablo de Tarso) nació profundamente helenizada. Filón había contribuido a helenizar el judaísmo profundamente y ayudaba por tanto a que el cristianismo continuara por esta senda. Llamaba también la atención el precedente o las concomitancias que podía haber entre el Logos de Filón y el del Cuarto Evangelio (prólogo), que confirmaba la teología de éste.

Otro impulso muy interesante para los cristianos fue el alegorismo en la interpretación de las Escrituras: Filón fue un ejemplo a seguir a la hora trascendental, por ejemplo, de encontrar en el Antiguo Testamento, en textos de muchos siglos atrás y por medio de la alegoría, figuras y tipos del Cristo futuro. Teólogos de finales del siglo II y principios del III como Clemente de Alejandría y luego Ambrosio de Milán, bebieron con generosidad en las obras de Filón.

Creo que la gran aportación de Filón en este ámbito de la interpretación alegórica de las Escrituras fue ayudar a los cristianos a desembarazarse de los aspectos más gravosos del Antiguo Testamento: el cumplimiento de la Ley y en especial de las normas alimentarias, las facetas más terribles del Dios veterotestamentario y algunas otras cosas más fueron interpretadas alegóricamente (independientemente de que se creyeran superadas por la nueva ley que traía Cristo). La interpretación alegórica –y además enseñada por un judío- era un verdadero alivio para el cristianismo. Así cumplía con la tradición y aceptaba como suyas las Escrituras de la eligión madre y obviaba algunos de sus inconvenientes.

Otros Padres admiraron el elevado tono y las exigencias morales de este judío de “alma naturalmente cristiana” (dicho así de Lucio Anneo Séneca por Tertuliano), preservaron del olvido sus obras y adoptaron muchas de sus interpretaciones exegéticas.

De este modo, con Filón de Alejandría pasó algo análogo a lo ocurrido con Flavio Josefo: los judíos prefirieron ignorarlo muy pronto porque los cristianos hicieron de él en algún sentido su primer gran teólogo. Su obra habría de ser fundamental a la hora de conformar la mente de uno de los grandes teólogos del siglo III, si no el mayor, Orígenes. Y éste es el motivo por el que pensamos que haber salvado la obra de Filón de la muerte en el olvido fue una inmensa contribución de los cristianos egipcios para la formación del cristianismo.

Concluiremos esta miniserie con una consideración de la obra y de la aportación teológica de Clemente de Alejandría al cristianismo del siglo II.

Saludos cordiales, Antonio Piñero.
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