La diversidad del cristianismo primitivo


Hoy escribe Antonio Piñero:

Comento hoy un libro de Gerard P. Luttikhuizen, con cuyas tesis me siento muy concorde en líneas generales, lo que es bien comprensible puesto que el lector caerá fácilmente en la cuenta de que ésta es la tesis que defiendo en el libro “Los cristianismo derrotados”, de Edaf.

La ficha es:

La pluriformidad del cristianismo primitivo, Editorial El Almendro, Córdoba, 2007, 175 pp. ISBN: 978-84-8005-104-0. Traducción del holandés de Lautaro Roig Lanzillotta
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Si no me equivoco, Luttikhuizen es profesor emérito de Nuevo Testamento de la Facultad de Teología de la Universidad de Groningen, y su sucesor es el que ha traducido el libro.

La obra se inspira en líneas generales en artículos del autor, ya publicados, que en este caso ha podido aligerar un tanto para hacerlos accesible a un público amplio. Estoy muy de acuerdo con la idea de la nueva publicación de artículos científicos un tanto aligerados de aparato crítico, porque así se hacen accesibles investigaciones y perspectivas sobre el cristianismo primitivo que no llegarían al público de otro modo…, o tardan demasiado en llegarle.

Este trabajo de Luttikhuizen aborda cuestiones trascendentales en la génesis del cristianismo primitivo. La impostación general del libro se resume en el siguiente párrafo programático:

Sin duda, cabría preguntarse de dónde surge la diversidad del cristianismo contemporáneo a nosotros, pero tanto o más interesante es, quizá, explicar por qué en la actualidad el cristianismo es mucho menos variado y pluriforme que en los primeros siglos de la era cristiana. Como respuesta a esta interrogante… se apuntará a la figura de Pablo y al papel que ése desempeñó en la aparición de una corriente mayoritaria cristiana de corte no judío. Si Jesús fue el promotor de un movimiento renovador dentro del judaísmo de su época y de su entorno (galileo), Pablo, por su parte, defendió una renovación trascendental, que cimentó con creativos argumentos teológicos. Por ello, tanto uno como el otro podrían ser considerados fundadores del cristianismo universal actual (p. 15).


Más precisamente, los temas que el autor aborda son los siguientes:

1. Qué tradiciones sobre Jesús existen fuera de los límites estrictos del canon del Nuevo Testamento (otras líneas de ideas sobre Jesús, o de transmisión de palabras y hehcos suyos, cuyo origen pudo ser Pedro, Santiago, Tomás Dídimo, Judas Iscariote o María Magdalena).

2. La diversidad dentro del canon mismo del Nuevo Testamento: su formación y sus límites.

3. Qué puesto tiene en el cristianismo primitivo el Evangelio de Tomás. ¿Cómo ha de entenderse el ideal del "hombre completo" que parece enseñar ese Evangelio?

4. ¿En qué sentido había en el cristianismo primitivo un judeocristianismo? ¿Fueron éstos los verdaderos seguidores de Jesús? ¿Había entre ellos diversas ramas? ¿Cuánto duró efectivamente el judeocristianismo dentro de una masa de cristianos procedentes del paganismo?

5. El cristianismo primitivo de Alejandría. Una respuesta a la pregunta por qué apenas se habla en las fuentes de la cristiandad en esta ciudad tan importante en el mundo grecorromano

6. Diversas cuestiones en torno a la faceta o rama gnóstica dentro del cristianismo: el origen del mal según los gnósticos; la crítica de éstos al Antiguo Testamento y a su Dios; la concepción gnóstica de la parte material de Jesús: el docetismo. La pasión y el Cristo invulnerable.

Como puede verse por esta breve enumeración, no exhaustiva, los temas tratados en este libro son en verdad interesantes. Como apreciación general, mi valoración es muy positiva. En todo caso destacaría un cierto problema: trata muchas cuestiones en un número breve de páginas, por lo que quizá al lector se le ofrezcan la ideas con un relativo apresuramiento, sin la calma necesaria para desarrollarlas en plenitud y probar bien los argumentos. Para otros quizá sea esto una ventaja, pues es un semillero de ideas y da pábulo a la imaginación e interés del lector que debe seguir por su cuenta las pistas que se le han indicado.

De interés, por lo poco tratado, o por la perspectiva novedosa, destacaría en este libro

a) La exposición de las distintas corrientes de pensamiento-interpretación sobre Jesús a partir de personajes a los que no se les ha prestado la suficiente atención: el cristianismo petrino y el que procede de Santiago el hermano de Jesús.

b) La hipótesis de trabajo del autor sobre el Evangelio de Tomás: Luttikhuizen propone partir de la base de que el Evangelio de Tomás es en general independiente de la tradición representada por los Evangelios Sinópticos aunque con matizaciones. Puede ser independiente, pero prsenta una perspectiva similar a la de la "Fuente Q". Unido a la corriente representada por este documento reconstruible, el Evangelio de Tomás presenta una imagen de Jesús antigua, en la que primaba la tradición oral, un Jesús aún no caracterizado como profeta apocalíptico, sino como heraldo del Reino de Dios y como maestro de sabiduría. Según el autor, este Jesús animaría ante todo a hombres y a mujeres “a encontrar la luz en su interior, a distanciarse del mundo material y a convertirse en individuos completos, tras haber conseguido superar su propia sexualidad. A aquel que se deje guiar por estas directrices, Jesús promete la vida, la inmortalidad y la entrada definitiva en la ‘cámara nupcial’ del Reino” (pp. 174-175). Este maestro no es aún, ni mucho menos, un sabio plenamente gnóstico –es decir su palabra se dirige a un espectro más amplio de personas- como lo presentan otros documentos cristianos del siglo II. La perspectiva es discutible, pero interesante.

c) Una visión de Pablo no como un teólogo sistemático, sino como uno cuya doctrina, plasmada en sus cartas, depende mucho más de lo que parece de su aspecto de fundador de comunidades y líder carismático. Hay que entender sus cartas como muy condicionadas por los problemas de los miembros de los grupos de cristianos que él había fundado. En este sentido hay que tener cuidado con la generalización en plan sistemático de muchos pensamientos de Pablo condicionados por las circunstancias históricas. Esta perspectiva es muy realista y hace ver al Apóstol desde otra luz.

d) La panorámica de la constitución y desarrollo de los diversos grupos de seguidores judeocristianos de Jesús: cómo entre ellos hay también una variedad de pensamiento y por qué el judeocristianismo no duró más allá de los siglos IV/V, sino que desapareció o fue absorbido por la corriente paulina predominante en la Iglesia.

e) La discusión de la tesis de Walter Bauer sobre cómo pudo ser el cristianismo de Alejandría. Luttikhuizen defiende, con razón, una hipótesis alternativa, que supone sin embargo sólo una corrección de matices respecto a la de Bauer. El cristianismo alejandrino es explicado en sus características peculiares y en su poca presencia en la Gran Iglesia por razones de tipo histórico: ese cristianismo alejandrino anterior al período del Emperador Adriano fue muy judeocristiano, es decir, se habría distinguido poco del resto de los judíos de la ciudad. Por ello fue muy poco prominente. Sólo después de la época de este emperador primó en la ciudad un cristianismo gnóstico que luchó contra el ortodoxo. Éste sólo comenzó a ser consistente con Clemente de Alejandría. Pienso que las explicaciones de Luttikhuizen son convincentes.

f) También son interesantes y asumibles las precisiones sobre algunos temas gnósticos fundamentales: el origen del mal y la crítica profunda al Antiguo Testamento en pro de un cristianismo muy desligado de esa tradición judía y mucho más enraizado en la tradición mística, interior y espiritualista del helenismo tardío.

En síntesis un libro que contiene muchos chispazos iluminadores sobre temas del origen y consolidación del cristianismo en los dos primeros siglos, del cual criticaríamos en todo caso y sólo que no sea en algunos más amplio y sosegado.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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