Jesús, "magnitud incomparable" en el judaísmo: un puñado de citas

Hoy escribe Fernando Bermejo

Esta semana, mi intención era aclarar de una vez lo que quise decir al hablar de la idea de la incomparable unicidad de Jesús de Nazaret (en perspectiva histórica) como algo moralmente perverso. Sin embargo, es posible que algunos de nuestros lectores no conozcan lo suficiente la literatura sobre Jesús, y por ello no sean conscientes del alcance de las cosas que sobre éste se afirman. Así pues, antes de proceder a la aclaración mencionada –que efectuaré en un próximo post–, ofrezco a los lectores un mínimo florilegio de citas extraídas de la literatura de las últimas décadas. Intencionadamente omito obras de mediados y finales del s. XIX y principios del s. XX como las de E. Renan, W. Bousset, M. Dibelius, R. Bultmann, etc., para que ningún lector crea que me estoy refiriendo a obras que podrían considerarse obsoletas.

“Es cierto que Jesús fue un judío y que presupuso esa piedad [scil. la del “judaísmo tardío”: sic] , pero al mismo tiempo la destruyó con su reivindicación […] (Jesús) atenta contra las bases y contra el texto mismo de la Torá y discute la autoridad del propio Moisés. Y además, ataca los presupuestos de la vida cultual de la antigüedad, con su praxis del sacrificio y de la expiación. En otras palabras, suprime la distinción, fundamental para toda la antigüedad, entre el témenos, la esfera de lo sagrado, y la profanidad” (E. Käsemann, “El problema del Jesús histórico”, en Ensayos exegéticos, 1953, 1960).

Al “estrechamiento” y “fosilización” del judaísmo postexílico, en el que “se desarrollan el juridicismo formalista y la técnica atomizadora de la piedad”, “se opone del modo más radical la predicación de Jesús”; “(Jesús) pertenece a este mundo. Y sin embargo, en medio de éste él es inconfundiblemente distinto”; “Esta inmediatez de su enseñanza no tiene ningún paralelismo en el judaísmo contemporáneo”; “Todas estas palabras de Jesús han debido ser escandalosas e hirientes para la sensibilidad de los judíos –pero también liberadoras” (G. Bornkamm, Jesús de Nazaret, 1956, numerosas reediciones hasta hoy, en Sígueme).

“Jesús se atreve a proclamar que Dios se complace, no en el justo que se enorgullece ante Dios de ser justo, sino en el pecador que es consciente de su condición de perdición. Y en ello Jesús se distingue fundamentalmente del judaísmo contemporáneo…” (W. G. Kümmel, Teología del Nuevo Testamento, 1969, con numerosas reediciones).

“His teaching threatened the integrity of Judaism as a system in which religion and national solidarity were inseparable: Su enseñanza (scil. de Jesús) amenazaba la integridad del judaísmo como un sistema en el que la religión y la solidaridad nacional eran inseparables” (C. H. Dodd, The Founder of Christianity, 1970).

“Un ejemplo de la diferencia entre Jesús y el judaísmo de su tiempo sería su mensaje del amor de Dios por los pecadores; esto era tan ofensivo para la mayoría de sus contemporáneos que no puede ser derivado del pensamiento corriente en su entorno”; “Las buenas noticias eran una bofetada en el rostro a todos los sentimientos religiosos de la época. El supremo deber religioso para el judaísmo contemporáneo era alejarse de los pecadores”; “Así, fue el propio Jesús quien hizo temblar los fundamentos del antiguo pueblo de Dios” (J. Jeremias, Teología del Nuevo Testamento, I, 1971).

“The new wine of Jesus’ teaching could not, after all, be contained within the old wineskins of Judaism (El nuevo vino de la enseñanza de Jesús no podía, después de todo, ser contenido dentro de los viejos odres del judaísmo)” (W. H. C. Frend, The Rise of Christianity, 1984, p. 74).

“La obra de Jesús no se comprende fuera de las coordenadas histórico-culturales de esta época [...] Pero, por otra parte, sus presupuestos exceden las realidades existentes en el judaísmo de su tiempo” (A. Rodríguez Carmona, La religión judía. Historia y teología, Madrid: B.A.C. 2001, pp. 163-164, cursivas en el original).

“La fe de Jesús en un Dios que adelanta su gracia a la obediencia, ofrece su perdón a quien se arrepienta y no vincula su experiencia al cumplimiento de la ley no es asimilable en el judaísmo. La ruptura con el judaísmo no surge, pues, en el Cristo de la fe, helenizado por Pablo y Juan, sino en Jesús de Nazaret” (Juan José Bartolomé, “La búsqueda del Jesús histórico. Una crónica”, Estudios Bíblicos 59 (2001), p. 207).

No quiero aburrir a los lectores, y espero que estas citas basten, aunque son -¡ay!– sólo una insignificante selección de las perlas que se pueden encontrar, ad nauseam, en las obras de exegetas confesionales. Podríamos poner cientos de ejemplos como éstos, en realidad miles: alguien que no tuviera nada mejor que hacer podría llenar volúmenes con este tipo de citas (y esto, para quedarnos sólo en las obras de exegetas e historiadores, y por no citar a los teólogos). La producción de tales perlas nunca ha sido interrumpida, y no hay razón alguna para creer que será interrumpida alguna vez.

Los nombres de Käsemann, Bornkamm, Jeremias, Kümmel o Dodd son de sobra conocidos para nuestros lectores: son autores que siguen siendo editados y citados con unción hoy día, tanto por protestantes como por católicos. Frend es un respetado historiador de los orígenes cristianos, muy citado. No sabemos si los exegetas españoles a los que nos referimos pasarán a los anales de la historia de la exégesis, pero son autores respetados que publican a diestro y siniestro, escriben manuales e imparten cursos, y seguramente reciben dinero y status por ello.

Uno se pregunta qué crédito intelectual merecen personas que escriben tales disparates. Como ya he observado, estos disparates –repetición manida de los mismos clichés del s. XIX– sólo son posibles a costa de la distorsión y la caricatura del judaísmo, y a costa también de la deshistorización de la figura de Jesús de Nazaret. Dicho en román paladino: a costa del falseamiento de datos y de la vulneración de toda plausibilidad histórica. Este falseamiento y esta vulneración quizás pudieron ser efectuados con buena conciencia en el pasado, pero después de la denuncia argumentada y sistemática de su carácter insostenible efectuada por una pléyade de autores judíos, y de autores como George Foot Moore o Ed Sanders, hoy en día sólo pueden ser llevados a cabo por la más crasa ignorancia o el más absoluto desprecio por la verosimilitud histórica (o por una combinación de ambas).

Observe el lector que es a partir de afirmaciones como éstas como los teólogos cristianos escriben sus sesudos tratados (v. gr. de “cristología”) y como los predicadores lanzan sus homilías. Es a partir de afirmaciones como éstas como se construye en las mentes del gran público la imagen de un Jesús como magnitud incomparable, presuntamente dotada de respetabilidad y fundamento racional.

La próxima semana, si las Parcas no nos cortan antes los hilos u otra idea se nos cruza en el camino, explicaré por qué afirmaciones como las citadas no sólo son disparatadas, sino también moralmente inquietantes.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Volver arriba