José y Asenet y el Nuevo Testamento (III)

Hoy escribe Antonio Piñero:

Como hemos podido observar por el resumen de la trama, que presentamos en el post anterior, la novela de “José y Asenté” se inspira claramente en el libro del Génesis de la Biblia judía, los personajes centrales de la narración son una pareja, como en otras narraciones novelescas de la época, en cuyas relaciones apreciamos una serie de tópicos literarios. Tales son la belleza física de ambos, su virginidad, el enamoramiento a primera vista, el sufrimiento causado por el amor, la separación transitoria y hasta la presencia de un rival sin escrúpulos, cuya actuación provoca una serie de aventuras que mantienen el interés del lector.

Pero, a diferencia de otras novelas de época helenístico-romana, lo que de verdad flota en toda la narración es un gran sentimiento religioso apropiado a los propósitos del autor y a la finalidad de la obra. La sombra de la divinidad y su providencia planea sobre la peripecia: los personajes no son juguetes del azar, como sucede en otras novelas.

Aunque los caracteres se nos muestran un tanto desdibujados, como suele ser habitual en este tiempo –además, la narración es muy breve-, Asenet aparece claramente definida como una persona religiosa que intenta, y lo consigue, pasar del error a la verdad. Efectivamente, en esta trama encontramos por primera vez en la novelística antigua la crisis de una conciencia religiosa como motor de la acción. Aun tratándose de una historia de amor, no podemos hablar de narración erótica precisamente por ese motivo, o en todo caso, al principo, a la inversa. Lo que domina el ambiente es un puritanismo que tiene mucho que ver quizá con su presunta finalidad misionera.

Por esta tonalidad religiosa la novela tiene gran carga religiosa. Pasa lo mismo que lo que ocurrirá más tarde con los Hechos apócrifos de los Apóstoles y sus héroes y heroínas, objeto de una larga serie en este blog de Gonzalo del Cerro: el autor aprovecha la aventura para introducir lo que verdaderamente le interesa, un mensaje fuertemente teológico.

Así, en la novela de José y Asenet encontramos los temas religiosos siguientes:

A. Relaciones entre Dios y el hombre

La narración se muestra aquí como un escrito auténticamente judío: su teología refleja en general, puntos de vista que proceden por entero del Antiguo Testamento. Así, su concepción de Dios como ser único, contrapuesto a los innumerables dioses de los egipcios, «mudos y muertos» (8,5); Dios como creador del cielo y de la tierra, que creó todo e hizo patente lo no aparente (12,2); vivificador de todo, que retribuye rectamente a justos y pecadores; amoroso, justo y bueno; padre de los huérfanos, defensor de los oprimidos y auxilio entre las angustias, etc.

José, aparte de ser un hombre de negocios y mano derecha del Faraón, aparece como el modelo del "hasid" hebreo o «varón piadoso», que observa fielmente el sábado (9,4); tiene sumo cuidado con las prescripciones en torno a los alimentos (13,7); rechaza todo contacto serio con los «extranjeros» (es decir, con otra religión; abomina de las deshonestas relaciones extramatrimoniales (20,8; 7,3ss) y exalta el valor de la virginidad prematrimonial (4,9). José es, en síntesis, un varón de Dios en el que reposa el Espíritu divino y a quien acompaña la gracia de Dios (4,9). Más tarde veremos que José presenta caracteres mesiánicos.

Otros personajes, como Leví –hermano de José- o la misma Asenet, completan el cuadro de las personas piadosas exhortando al perdón de las injurias (29,4) y a no devolver mal por mal (29,3). Los «egipcios» (paganos en general) son los «prójimos» a los que se debe hacer el bien.

B. Proselitismo misionero y conversión

Toda la trama de la primera parte de nuestra novela (hasta el cap. 18) gira en torno a la conversión de Asenet. El paso de la miserable idolatría a la verdadera religión es una auténtica y nueva creación. José, al bendecir a Asenet en 8,11, desea que Dios «la renueve con su soplo, la remodele con su mano y la revivifique con su vida».

El camino de la conversión es doloroso y supopne un desgarro social. Comienza con el rechazo absoluto de los ídolos (12,11), incluso con un despego de la riqueza asociada al estado religioso anterior (cap. 10), y continúa con una verdadera penitencia: saco, ceniza, lágrimas de arrepentimiento (caps. 9-10). Se añade una súplica ardiente a Dios para que Asenet se vea libre de las garras del diablo (12,8ss) y la proteja como a nueva criatura, alma verdaderamente suya (cap. 13).

El converso adquiere un estado semejante a la virginidad (15,7s), en el que priva fundamentalmente el amor a Dios. El arcángel Miguel, en forma humana, se encarga de pronunciar ante Asenet una gran loa de la Conversión (como personificada): ésta es hija del Altísimo, madre de vírgenes, consoladora y preparadora del descanso eterno, etc. (15,7s).

Espero que el lector pueda empezar a sentir con facilidad cómo este ambiente religioso es muy parecido al cristiano, lo que más tarde nos permitirá una comparación precisa con temas del Nuevo Testamento.

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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