José y Asenet y el Nuevo Testamento (VII). Una interpretación muy diferente y curiosa de la novela

Hoy escribe Antonio Piñero

Como apuntamos en el post anterior existe, además, una interpretación radicalmente diferente de la novela de José y Asenet, diversa a todo lo que hemos dicho hasta aquí: la de Gideon Bohak, en su obra Joseph and Aseneth and the Jewish Temple in Heliopolis (“José y Asenet en el templo judío de Heliópolis), Atlanta, 1996.

Hasta la publicación de esta tesis doctoral, los orígenes de la novela se buscaban, como hemos visto, en la reacción literaria de algún personaje judío culto preocupado por el hecho de que de que el patriarca José hubiese desposado a una mujer egipcia idólatra (Gn 41,45), o bien se veía en la obra el deseo de un autor judío desconocido de escribir un panfleto con más o menos intenciones misioneras, es decir, un alegato en pro del proselitismo judío, o bien una defensa del judaísmo en general.

Bohak, por el contrario, rompe toda explicación tradicional y defiende que JyA fue escrita por un judío de la Heliópolis/Leontópolis, íntimamente relacionado con el templo judío de Onías IV, como veremos más abajo. Flavio Josefo nos habla de esta fundación en su obra La guerra de los judíos I 31-33; VII 423; y en Antigüedades de los judíos XII 387; XX 235-236.

Leontópolis es la moderna Tell el Yehudiye, al este del Delta, cerca de la antigua Pelusio; su “provincia” o “nómos” (en el sentido de “división”, del griego némo, “dividir”) era Heliópolis. En esta ciudad entre el 170-160 a.C. el sumo sacerdote judío Onías IV, huyó de Jerusalén por la presión helenizadora del rey Antíoco IV. Este monarca fue el responsable de tal presión sobre los judíos para que abandonaran su antigua religión y se convirtieran a la religión y cultura normal grecorromana que acabó provocando la revuelta de los Macabeos. De hecho Antíoco IV acabó profanando el templo de Jerusalén.

El sumo sacerdote Onías IV huyó de Jerusalén a Egipto y fundó allí un nuevo Templo judío para sustituir al profanado por los griegos. Aunque con buenas intenciones, este santuario no dejaba de ser un competidor del de la capital de Israel y nunca fue visto con buenos ojos. Entre otras cosas porque toda la ley de Moisés no presupone más que un único santuario, allí “donde Yahvé tiene su nombre (= presencia)”.

Pues bien Gideon Bohak opina que toda la novela de José y Asenet es un constructum literario complejo y simbólico dirigido a justificar la existencia de ese nuevo santuario de Heliópolis por orden divina.

Sobre la base de las promesas hechas por el ángel a Asenet (no todas cumplidas), el autor analiza detalladamente el sentido de las expresiones “Ciudad de Refugio”, “Lugar de reposo en los cielos” y, particularmente, el del extraño pasaje del panal de miel (que acaba ardiendo), al que hemos aludido en posts anteriores pues forma parte del banquete solemne del capítulo 16. El relato es una visión de Asenet en la que un "Hombre" celeste, un ángel, hace aparecer unas abejas que aportan un panal de miel y que construyen otro en la boca de Asenet. Las abejas mueren luego y resucitan por orden del ángel. La heroína come de la miel de las abejas.

El estudio de Bohak revisa lo que la investigación hasta el momento ha manifestado concerniente al autor de la novela, fecha de composición, destinatarios del relato, objetivo de la obra, contexto literario y posterior historia de su transmisión. Y partiendo del consenso general de que lengua de composición de la obra es el griego, de la identidad judía del autor, de la procedencia egipcia del relato y de las fechas extremas de datación por parte de los diversos autores, el estudio propone argumentadamente que la escena del panal de miel presentado por el ángel a la heroína y que ésta come (caps. 16 y 17) son la clave para la comprensión de la novela desde el punto de vista alegórico-simbólico.

Bohak argumenta correctamente que este pasaje central en la novela, sólo puede entenderse como una narración simbólica, y ve en las abejas una representación de sacerdotes judíos. El extraño comportamiento de los insectos, la fabricación de un nuevo panal en labios de la heroína, su apariencia, número y colorido polícromo de alas y cuerpo, su muerte y resurrección apuntan indudablemente, según el intérprete Bohak, no a una escena de conversión (como han visto otros investigadores), sino a una escena apocalíptica en la que un grupo de sacerdotes judíos abandona el templo de Jerusalén y construyen un segundo santuario en Heliópolis.

Con otras palabras: según Bohak, la visión es un vaticinio ex eventu (una vez que han ocurrido las cosas, los eventos) de la erección del templo de Heliópolis en la ciudad de Leontópolis por Onías IV a mitad del siglo II a.C. De todo ello se deduce, según Bohak, que la novela habría sido escrita por un judío de la misma ciudad egipcia de Leontópolis.

Por tanto, Bohak argumenta que por encima de cualquier consideración que no debe interpretarse la novela como una copia o reacción literaria al texto del Génesis, para justificar un matrimonio mixto,, o como mito religioso, o como escrito misionero o de testimonio social. La novela de be ser interpretada como una revelación apocalíptica, de manera que debe ser leída como un conjunto de argumentos para apoyar el asentamiento judío en Leontópolis/Heliópolis y la construcción allí de ese nuevo templo, competidor del de Jerusalén.

Según Bohak, el autor de la narración piensa que ese nuevo santuario estaba llamado a sobrevivir a la destrucción del de Jerusalén (aunque la historia demostró que sólo por un breve período de tiempo: fue destruido también por los romanos en el 73 d.C. = no deseaban que a los judíos les quedara templo alguno).

Según Bohak, la novela de José y Asenet se entiende muy bien como "una historia concebida para proporcionar a lectores, partidarios del sumo sacerdote Onías IV, argumentos divinos (la aparición a Asenet) en sustento de su asentamiento en la provincia de Heliópolis. Este templo habría de irradiar su buen influjo sobre los egipcios. Y todo ello se había producido gracias al favor de los monarcas ptolemeos (enemigos del rey seléucida Antíoco IV), simbolizados en la benevolencia del Faraón hacia José en la novela.

La obra pretendía también confortar a sus lectores con la idea de que sus oponentes -los partidarios del Templo en Jerusalén- acabarían necesariamente derrotados (el Templo sería destruido por el fuego) y que su propio santuario en Heliópolis, duraría por siempre como "ciudad de refugio", dando cobijo en su interior no sólo a los "hijos de Dios", sino también a las "naciones", representados por la egipcia Asenet, cuya venida había sido predicha por los profetas.

Así pues, según Bohak, a un judío que ya no vivía en Israel lo que se le ocurrió para defender la fundación de un nuevo templo judío en Egipto, y ante el temor de que pudiera ser declarado herético por los de Jerusalén, fue escribir una novela llena de claves misteriosas que por medio de complicados símbolos representara una revelación celeste en defensa de la nueva fundación.

Al respecto, Bohak realiza un escrupuloso recorrido por los datos arqueológicos y las noticias históricas de que se dispone acerca de la fundación del templo de Heliópolis, sometiendo a rigurosa crítica las fechas relativas a su desarrollo y a la vigencia de su autoridad como santuario.

La tesis resulta sumamente original. Es sugerente debido a la coherencia de numerosísimos datos, relativos a campos científicos muy diversos, que el autor maneja y cuya lógica interna es capaz de sacar a la luz. Pero en nuestra opinión no ha tenido eco entre los estudiosos de la novela, que se inclinan más por una interpretación “tradicional”.

Para nosotros es, además, la curiosa interpretación de Bohak es un dato más de lo difícil que es entender a veces los textos antiguos ya que se nos han transmitido fuera de contexto en la mayoría de las ocasiones.

Sea de esta interpretación de Bohak lo que fuere, lo cierto es que la novela de José y Asenet sigue ofreciendo, como veremos detenidamente, los únicos paralelos serios entre un banquete cultual judío y la eucaristía cristiana, más claro aún en los textos que la reflejan indirectamente, el capítulo 6 del Evangelio de Juan, que en los relatos de la institución de la eucaristía. Lo veremos.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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