Textos de José y Asenet para la comparación entre la novela y el Nuevo Testamento

Hoy escribe Antonio Piñero

Presento en el post de hoy los pasajes más importantes de la novela "José y Asenet", ordenados por temas, de modo que a la hora de efectuar la comparación y contrste con el Nuevo Testamento, el lector tenga ante sus ojos los textos.

Están tomadas de la versión castellana, con introducción y notas, de Ramón Martínez Fernández-Antonio Piñero, del volumen III de la colección "Apócrifos del Antiguo Testamento" Editorial Cristiandad, Madrid, 2002 (2ªed.), pp. 257-327.

El próximo día terminaremos con el resto de los textos. Espero que sólo su lectura suscite a los lectores el recuerdo de temas parecidos en el Nuevo Testamento.

José como mesías

1,2-3:

Llegó José a los confines de Heliópolis en el
cuarto mes del primer año, el decimoctavo día del mes, mientras iba
recogiendo el trigo de aquella región como arena del mar.

4,8-10:

Pentefrés continuó:
—¡Mira! José, el fuerte de Dios, viene hoy a nuestra casa. Él es
quien gobierna todo el territorio de Egipto; el faraón lo ha constituido
gobernador de toda nuestra tierra; él provee de trigo a todo el país y
lo salvará del hambre que va a venir. 9 Es José un varón piadoso, prudente y virgen, como tú, lleno de sabiduría y conocimientos; el espíritu
divino y la gracia del Señor están con él. 10 Así, pues, hija mía, te
voy a entregar a él como esposa; serás su mujer, y él será para ti tu marido
por siempre.

José como el sol y representante de las 12 tribus de Israel
5,3-7:

3 Al encuentro de José salieron Pentefrés, su esposa y toda su parentela.
4 Abrieron los portones orientales del patio, José entró sentado
en el segundo carro del faraón. 5 Llevaba un tiro de cuatro caballos
blancos como la nieve, con frenos de oro, y el carro estaba igualmente
recubierto de oro. 6 José iba revestido con una túnica extraordinariamente
blanca, y el traje que le envolvía era de púrpura, tejido en lino y
oro, llevaba una corona dorada sobre su cabeza, en torno a la corona
doce gemas escogidas y sobre ellas doce rayos de oro, y con cetro real
en su mano derecha. 7 Llevaba una rama de olivo extendida con abundante
fruto.

José parecido a un ángel

14,7-8:

7 Respondió el hombre:
—Soy el comandante de la casa del Señor y general en jefe de todo
el ejército del Altísimo. Ponte en pie, que voy a hablarte.
8 Levantó ella sus ojos y vio a un hombre en todo parecido a José:
en el vestido, corona y el bastón regio.


José hijo de Dios

6,1-2:

6 1 Vio Asenet a José y quedó su alma transida de dolor. Se conturbaron
sus entrañas, flaquearon sus piernas, tembló todo su cuerpo
y fue presa de un gran temor. Dijo entonces entre gemidos:
2 —¿A dónde iré? ¿Dónde me voy a ocultar de su persona? ¿Con
qué ojos me mirará José, el hijo de Dios, ya que he hablado mal de él?


José como salvador

25,5-6:

5 Neftalí y Aser dijeron a Dan y Gad:
—¿Por qué cometéis de nuevo maldades contra nuestro padre Israel
y nuestro hermano José? Dios lo guarda como a la niña de sus
ojos. 6 ¿No lo vendisteis ya una vez? Hoy es el rey de todo el territorio,
su salvador y proveedor de trigo.



El patio de la casa de Asenet

2,17-20:

Alrededor de la mansión había un gran patio, rodeado por un muro de gran altura, edificado con grandes piedras cuadrangulares. 18 En el patio había cuatroportones de hierro, y ante cada uno de ellos estaban apostados dieciocho varones, fuertes, jóvenes y armados. 19 Dentro del patio y a lo largo del muro había hermosos árboles frutales de todas clases, y toda su
fruta estaba madura, pues era la época de la recolección. 20 A la derecha
del patio había una fuente de abundante agua, y debajo de ella se
extendía una gran alberca, que recibía el agua de aquella fuente, y desde
allí avanzaba un arroyuelo por el patio que regaba todos los árboles
allí plantados.

Alusiones a un rito de conversión y admisión en el judaísmo

8,3-11:

Pentefrés dijo a Asenet:
—Adelántate y besa a tu hermano.

4 Cuando se acercaba a besar a José, extendió éste su mano derecha,
la llevó hacia su pecho y le dijo:

5 —A un varón piadoso, que bendice con su boca al Dios vivo, que
come el pan bendito de la vida, bebe la copa bendita de la inmortalidad
y se unge con la unción bendita de la incorruptibilidad no le está
permitido besar a una mujer extranjera, que bendice con su boca imágenes
muertas y mudas, come de la mesa de los ídolos carnes de animales
ahogados, bebe la copa de la traición procedente de sus libaciones
y se unge con la unción de la perdición. 6 Por el contrario, un varón
piadoso besará a su madre, a su hermana de tribu y familia y a la esposa
que comparte su lecho, las que bendicen con su boca al Dios vivo.

7 Igualmente, tampoco a una mujer piadosa le está permitido besar a
un hombre extranjero, ya que eso es una abominación ante Dios.
8 Cuando oyó Asenet las palabras de José, se entristeció sobremanera
y, mientras le miraba fijamente, sus ojos se llenaron de lágrimas.
9 José la vio y la compadeció profundamente, porque era hombre de buenos sentimientos, misericordioso y temeroso de Dios. Alzó su
mano derecha sobre la cabeza de Asenet y dijo:

10 Señor, Dios de mi padre Israel,
el Altísimo, el Fuerte,
que todo lo vivificas
y llamas de las tinieblas a la luz,
del error a la verdad
y de la muerte a la vida;
tú mismo, Señor, vivifica y bendice a esta doncella.
11 Renuévala con tu soplo,
remodélala con tu mano y revivifícala con tu vida.
Que coma el pan de tu vida
y beba la copa de tu bendición,
ella, a la que yo escogí antes de ser alumbrada,
y que penetre en el descanso
que has preparado para tus elegidos.


Confesión de sus pecados por parte de Asenet

12,4-12:

4 Señor, mi Dios, a ti clamo.
Atiende mi súplica.
A ti voy a confesar mis pecados,
ante ti desvelaré mi iniquidad.

Pequé, Señor, pequé;
falté a tu ley y a tu veneración, y llegué a proferir perversidades ante ti.
Está manchada, Señor, mi boca, por los sacrificios de los ídolos
y de la mesa de los dioses egipcios.

6 Pequé, Señor, ante ti, pequé y falté a tu veneración
adorando imágenes muertas y mudas;
no soy digna de abrir mi boca para hablarte, miserable de mí.
7 Pequé, Señor, ante ti,
yo, la hija del sacerdote Pentefrés,
la altiva y desdeñosa;
a ti elevo, Señor, mi súplica,
a ti dirijo mi clamor.
Sálvame de quienes me persiguen,
pues vengo a refugiarme junto a ti,
como el niño junto a su padre y su madre.
8 Señor, extiende tus manos sobre mí
como padre amante y tierno con sus hijos;
arrebátame de la mano del enemigo.

9 Mira que el antiguo y feroz león me anda persiguiendo;
sus hijos son los dioses de los egipcios,
a los que yo arrojé de mí haciéndolos añicos,
y su padre, el diablo, intenta engullirme.
10 Señor, sálvame de sus garras,
y de su boca sácame,
no sea que, como un lobo, me rapte y me desgarre
y me lance al abismo de fuego
o a la tempestad del mar,
y me engulla el gran monstruo marino.

11 Sálvame, Señor, pues estoy sola,
ya que mi padre y mi madre me aborrecen,
pues he destruido sus dioses, haciéndolos añicos.
Ahora estoy huérfana y abandonada;
no hay para mí esperanza alguna si no es en ti, Señor,
porque tú eres el padre de los huérfanos,
y de los perseguidos, escudo protector,
y de los oprimidos, defensor.

12 Mira todas las riquezas de mi padre, Pentefrés, que son momentáneas
y perecederas, mientras que tus palacios, Señor, son incorruptibles
y permanecen para siempre.

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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