Sionismo y prejuicio: el Jesús de Nazaret de Joseph Klausner

Hoy escribe Fernando Bermejo

Antes de comenzar una nueva serie en este blog (algo que haremos próximamente), vale la pena abordar alguna cuestión que quedó pendiente en el tratamiento de los últimos posts. Al indicar en varias ocasiones que muchos estudiosos independientes y judíos han insistido en que Jesús es susceptible de ser integrado en el judaísmo de su tiempo, uno de nuestros amables lectores afirmó en uno de sus comentarios que el estudioso judío Joseph Klausner mantuvo una posición distinta.

Este lector parece haber querido utilizar el caso de Klausner –en tanto que judío, nada sospechoso de teologizaciones cristianizantes– para intentar debilitar mi afirmación de que los estudiosos no cristianos no mantienen la idea de la singularidad incomparable de Jesús en el judaísmo. Aunque podría responderse que Klausner es la excepción que confirma la regla –y aunque hablaré algo más de él en un futuro post–, merece la pena responder ya a esta objeción de manera más detenida, y eso haré hoy. Ofrezco en primer lugar unas notas de la vida de Klausner que me parecen interesantes para esclarecer su pensamiento.

Joseph Gedaliah Klausner (1874-1958) nació en Olkienik, cerca de Vilna (Lituania), pero en 1885 su familia se trasladó a Odessa, donde él frecuentó y alimentó la pasión por el hebreo, uno de sus principales intereses a lo largo de su vida (de hecho, en su momento fue el miembro más joven de la Sefatenu Ittanu, una sociedad destinada a la recuperación del hebreo como lenguaje hablado). Tras la revolución bolchevique de 1917 emigró a Palestina –en aquél tiempo protectorado británico–, asentándose en Jerusalén en 1919.

Tomó parte activa en la Va’ad ha-Lashon, la Academia del Hebreo, como secretario científico y luego como presidente. Tras el establecimiento de la Hebrew University, fue nombrado catedrático de Literatura hebrea, y más tarde, en 1944, catedrático de Historia del Segundo Templo. Desde 1950 fue editor jefe de la Encyclopaedia Hebraica. Klausner fue un activo sionista y un nacionalista ferviente durante toda su vida, y su perspectiva sionista impregna toda su obra. De hecho, fue muy influenciado por Theodor Herzl, y actuó como delegado no sólo en el Primer Congreso sionista, sino también en los diez siguientes. Es una clara prueba de su intenso compromiso político el hecho de que, en 1949, el ala derecha de los nacionalistas le propusiera como candidato para la presidencia del Estado de Israel, en oposición a Chaim Weizmann.

Es necesario tener en mente todo esto para entender mejor ciertas peculiaridades de su libro sobre Jesús. Esta importante obra (Yeshu ha-Nozeri, Zemanno, Hayyav ve-Torato: Jesús el Nazareno. Su época, su vida y su enseñanza) se publicó originalmente en hebreo en 1922, y fue muy pronto traducido a numerosas lenguas. Está también traducido al castellano en Paidós, y hasta hoy puede encontrarse en las librerías españolas (cito a continuación la traducción castellana de Jorge Piatigorsky en Paidós, Barcelona, 1991).

Por una parte, en su obra Klausner señaló claramente que “Jesús fue un judío, y judío siguió siendo hasta su último aliento” (p. 368) y que “En los Evangelios no hay ni un solo punto de doctrina ética para el que no se pueda encontrar un texto paralelo en el Antiguo Testamento, los Apócrifos, o en la literatura talmúdica y midrásica del período próximo a la época de Jesús” (p. 384). Y aunque afirma que “Jesús mantuvo un alto nivel moral”, señaló con toda contundencia las “contradicciones entre los preceptos de Jesús y su práctica” (léanse las pp. 393-394).

Sin embargo, el capítulo III del libro VIII de su obra se titula “Puntos de oposición entre el judaísmo y la doctrina de Jesús” (pp. 369-376). En esta sección se afirma, por ejemplo, que la doctrina de Jesús, aun habiendo sido “absorbida del judaísmo profético y, hasta cierto punto, del farisaico”, “llevaba el judaísmo a un extremo tal que, en cierto sentido, pasó a ser no-judaísmo” (376). “Su excesivo énfasis no fue judaísmo, y originó no-judaísmo” (pp. 392-393). Así concluye Klausner que aunque Jesús era judío, representó una forma muy particular de judaísmo, que según él habría arruinado la cultura nacional, el Estado y la vida nacional judía.

¿Cómo encajan tales afirmaciones en un libro como el de Klausner? La contradicción que cabe apreciar aquí se comprende cuando se tiene en cuenta que –según han señalado algunos estudiosos, como Halvor Moxnes– la idea de la existencia de una supuesta oposición entre Jesús y el judaísmo implica, en el caso de Klausner, un prejuicio: Klausner pudo emitir tal juicio sólo tras haber medido la figura de Jesús con los parámetros de su propia definición de judaísmo, la cual estaba basada en una ideología sionista.

En efecto, para Klausner era una convicción fundamental la de que el judaísmo es (y debe ser) “la suma total de las necesidades de la nación”, es decir, la de que consistía en un proyecto religioso, sí, pero al mismo tiempo irrenunciablemente nacional. Al hacer del sionismo nacionalista el criterio para evaluar qué es un “verdadero judaísmo”, y al interpretar a Jesús como una suerte de abogado del individualismo particularista –alguien que “descartó todos los requerimientos de la vida nacional” (p. 390), Klausner no sólo aceptó (erróneamente) la imperante visión exegética cristiana de un Jesús apolítico (v.gr. en su interpretación de Mc 12, 17: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios"), sino que se condenó a tener que rechazar a Jesús como un sujeto plenamente integrado en el judaísmo. Dado, además, que Jesús no habría mostrado el menor interés en aspectos vitales para la vida de una nación y el progreso político como el trabajo, la cultura y la economía, desde el punto de vista del ideal sionista Jesús “habría abierto una brecha en las defensas del judaísmo” (p. 391).

Aunque el libro de Klausner es por diversos motivos muy valioso, creemos –compartiendo en esto la opinión de otros estudiosos– que en este aspecto particular no merece especial crédito, precisamente porque estuvo sesgado por una determinada (y sesgada) precomprensión del judaísmo. En este sentido, creemos que ha de responderse a la objeción esgrimida por nuestro amable lector: el peso de esa objeción es sólo aparente. En realidad, leído con detenimiento, el idiosincrásico caso Klausner no desmiente, sino que corrobora la idea de que una visión realmente independiente considera a Jesús como una magnitud específica, sí, pero perfectamente integrable en el judaísmo.

Aunque las distorsiones ideológicas de la figura de Jesús son, en el caso de los estudiosos cristianos, las más importantes –ya por evidentes razones cuantitativas–, no son ciertamente las únicas. Las contradicciones en que incurrió Klausner debido en gran medida a su apasionamiento sionista es una buena demostración de este aserto.

P.D.: Una curiosidad. El apellido de nacimiento del escritor israelí Amos Oz es Klausner. Joseph Klausner fue su tío abuelo.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
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