Comparación de la novela José y Asenet y el Nuevo Testamento (VIII)

Hoy escribe Antonio Piñero

Las concomitancias más interesante nos lo proporcionan las similitudes entre el rito y banquete cultual de los capítulos 8,15 y 16 de JyA y el banquete eucarístico cristiano descrito en Pablo, 1 Corintios 10,20-22; 11,23ss más la narración sinóptica, por ejemplo en Lc 22,15-20 y sus paralelos.

Desde hace muchos años, pero en especial desde los estudios de G. D. Kilpatrick, J. Jeremias, Ch. Burchard, R. Schnackenburg, D. Sänger, J. J. Klauck, etc., estos pasajes han despertado un enorme interés y se ha discutido mucho sobre todo la relación entre lo que se describe en la novela y la eucaristía cristiana. Alguno de estos investigadores es católico (Schnackenburg) y los demás son o bien anglicano uno (Kilpatrick) o bien protestantes alemanes muy respetuosos con la tradición católica. Espero que –ante las dudas de algunos de los lectores- al menos ahora quede vindicado el título de esta serie puesto que no hace falta “retorcer el texto de la novela” para compararlo con el Nuevo Testamento.

Hay que decir de paso –aunque algún sagaz lector lo habrá advertido ya- que de la novela de JyA se han conservado dos textos: uno breve y otro más amplio. El texto breve es el que ha servido de base a la traducción española de R. Martínez Fernández-A. Piñero, Apócrifos del Antiguo Testamento, 2002, Editorial Cristiandad, Madrid, pp. 257-328, que utilizamos; y el texto largo es la base de la traducción inglesa de Ch. Burchard, Old Testament Pseudepigrapha II, 177-247 de 1985. Citamos los dos, pero –en el estado actual de los estudios- preferimos el breve. En crítica de los textos es norma de prudencia aceptar que lo más breve es lo más genuino. En la jerga latina de los críticos se dice “lectio brevior, potior”.

Resumamos brevemente el caso, y luego iremos a los detalles, que espero interesen. El lector tiene los textos completos, globales, ("Posts" especiales de textos I y II) en los días anteriores; repetimos ahora las partes más pertinentes.

En ambos textos –Nuevo Testamento y JyA- se come el “pan de vida” y se bebe una copa bendita (o “de bendición” o de “salvación”). El banquete de JyA, sin embargo, terminaba probablemente con una unción (garantía de la inmortalidad: cf. 8,5), que en el cristianismo, por el contrario, se reserva para los enfermos. Podría bastar este detalle para algunos investigadores para rechazar una relación de parentesco inmediato entre los dos banquetes cultuales, el de nuestra novela y el del Nuevo Testamento.

El premio a la participación en la comida sagrada es en ambos casos también la inmortalidad. La frase de JyA 16,9 que afirma que el que coma de este panal (aquí símbolo del maná, en realidad igual al pan cultual del banquete, del que aquél es un trasunto) «no morirá nunca», tiene una exacta contrapartida, en positivo y negativo, en EvJn 6,50-51: «Aquí está el pan que baja del cielo, para comerlo y no morir. Yo soy el pan vivo bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre».

De modo semejante, el descanso/reposo eterno que Dios ha preparado para sus elegidos (JyA 8,11) es sustancialmente el mismo que las «muchas moradas» en el cielo que Jesús preparará a sus discípulos según el Evangelio de Juan 14,1ss.

Los paralelismos son tan sorprendentes que, aun admitiendo la independencia de ambos textos –Nuevo Testamento y JyA-, no cabe duda de que el banquete cultual de ambos grupos religiosos que están detrás de lo que se afirma podrían proceder de un ambiente teológico común, aunque en principio y, a bote pronto, no parece posible establecer una relación de dependencia literaria entre ambos, al estilo, por ejemplo, de la narración de la proeza guerrera de Benjamín en los caps. 27, 28 y 29 de la novela JyA, de los que por el contrario se ve bastante claro que la narrativa está forjada a base de los rasgos de la lucha entre David y Goliat (1 Re 17,48-52).

Como se ve el tema puede parece importante. Como marco de esos ritos, lo primero que hace el novelista es recalcar la diferencia entre el judío piadoso (José) y el pagano aún no convertido, Asenet. Para eso dibuja a José como el hombre religioso perfecto. Así, la escena de la primera entrada de José en casa de Asenet (capítulo 7) establece la diferencia entre el piadoso judío y el egipcio pagano:

Penetró José en la mansión de Pentefrés, y éste lo hizo sentar en un sitial, le lavó los pies y le dispuso una mesa aparte, pues José no comía con los egipcios, porque tal cosa era para él una abominación (7,1).


Igualmente en 8,9:

José vio a la muchacha, y la compadeció profundamente, porque era hombre de buenos sentimientos, misericordioso y temeroso de Dios


Cuando Asenet intenta saludar a José con un beso fraternal, éste lo rechaza y le dice (7,5-7):

5 No le es lícito a un varón piadoso,

que bendice con su boca al Dios vivo,
que come el pan bendito de la vida,
que bebe la copa bendita de la inmortalidad
que se unge con la unción bendita de la incorruptibilidad

besar a una mujer extranjera,

que bendice con su boca imágenes muertas y mudas,
que come de la mesa de los ídolos carnes de animales ahogados,
que bebe la copa de la traición procedente de sus libaciones
que se unge con la unción de la perdición.


Hemos dispuesto el texto para que se observe el contraste. Además, al señalar la diferencia, se va indicando al lector cómo ha de ser el rito con el que el convertido se salve.

Es posible que en ese futuro rito hay un “beso” u “ósculo cultual”. Así parece indicarlo la insistencia en besar:

6 Por el contrario, un varón piadoso besará a su madre, a su hermana de tribu y familia y a la esposa que comparte su lecho, las que bendicen con su boca al Dios vivo.

7 Igualmente, tampoco a una mujer piadosa le está permitido besar a un hombre extranjero, ya que eso es una abominación ante Dios.


Ahora bien, el piadoso judío cae en la cuenta de la “buena pasta”, es decir, la aptitud para la conversión de la doncella Asenet y no la rechaza, sino que pide a Dios por ella:

8,10-11:

“Señor;
Bendice a esta doncella.
Renuévala con tu soplo,
Remodélala con tu mano,
Revivifícala con tu vida.
Que coma el pan de tu vida,
Que beba la copa de tu bendición,

ella, a la que yo escogí antes de ser alumbrada,

Que penetre en el descanso que has preparado para tus elegidos.


15,4:

“A partir de hoy vas a ser
Renovada,
Remodelada,
Revivificada,
Vas a comer el pan de vida
Vas a beber la copa de la inmortalidad
Serás ungida con la unción de la incorruptibilidad”.


16,14-16 (texto largo):

Feliz tú, Asenet, porque te han sido
revelados los misterios/secretos de la divinidad,
y felices los que se unen a Dios por la conversión,
porque comerán de este panal de miel.
Porque este panel (está lleno) del espíritu de la vida…
Y todos los ángeles y los elegidos… de Dios comerán de él…

Y el que coma de él no morirá eternamente.

Y el hombre extendió su mano, tomó una pequeña porción del panal y comió; lo que sobraba lo puso en la boca de Asenet y le dijo: ‘Come’. Asenet comió. El hombre le dijo:

Has comido el pan de vida,
Has bebido la copa de la inmortalidad,
Has sido ungida con el óleo de la incorruptibilidad…

Y serás llamada metrópolis de los que los que buscarán refugio en el nombre de nuestro Señor Dios…


Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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