Una introducción singular a los Evangelios Apócrifos (I)


Hoy escribe Antonio Piñero

Hoy voy a comentar las Actas de las V Jornadas Universitarias de cultura humanista en Montserrat, celebradas el 23-24 de marzo de 2007. Su ficha bibliográfica es la siguiente:

Evangelios apócrifos. Origen- Carácter – Valor, Editor literario Pius Ramón Tragán, Editorial Verbo Divino, Estella, 2008, rústica, 303 pp. ISBN: 978-84-8169-805-3.


La calidad académica y el interés para las gentes en general, comenta el editor de estas Jornada en el “Preámbulo”, exigía la publicación de su trabajo. Y en más o menos un año han visto la luz. Existen en español diversas introducciones a los Evangelios apócrifos en general: las de H.-Jesús Klauck, Los evangelios apócrifos. Una introducción, Sal Terrae, Santander, 2006, A. Piñero, Los apócrifos del Nuevo Testamento, Fundación Santa María, Madrid, 1989 y alguna que otra visión también general del estado actual de la investigación, aunque necesitadas igualmente de una puesta al día, pues el tiempo no pasa en balde. Señalo una de estas visiones generales en una obra, creo, que conocida: A. Piñero (editor), Fuentes del cristianismo. Tradiciones primitivas sobre Jesús, capítulos “Los Evangelios apócrifos” (pp. 367-454) y “Los evangelios gnósticos” pp. 455-478). También es accesible la introducción de E. Pagels, Los evangelios gnósticos, Crítica, Barcelona, 2004. El presente libro se añade a la lista, pero con características peculiares, que irán apareciendo en la presentación.
Creo que para los lectores de este blog la mejor aclaración del contenido y alcance del libro es transcribir las palabras de la Introducción del editor literario de la obra Pius-Ramón Tragán, a quien cedemos la palabra parafraseando levemente y añadiendo alguna breve noticia.
“El tema de los evangelios apócrifos, objeto de especial interés en la actualidad, fue presentado por profesores universitarios procedentes de lugares tan dispares como Madrid, Deusto, Cantabria y Barcelona.
La importancia de los escritos apócrifos, muchos de ellos bien conocidos y valorados en los siglos precedentes por historiadores del cristianismo primitivo, ha sido expuesta y valorada recientemente por amplios sectores de la opinión pública. De hecho, ha nacido una curiosidad intensa en torno a estos escritos "secretos", aunque no siempre desde un punto de vista minucioso e históricamente válido.
Las razones de este conocimiento hoy ampliamente difundido son múltiples. En primer lugar, el descubrimiento de nuevos documentos. La aparición de escritos hebreos en Qumrán produjo un gran impacto. Sin embargo, para la historia del cristianismo ha sido mucho más significativo e importante el hallazgo, también a mediados del siglo XX, de los escritos coptos de Nag Hammadi, una biblioteca de textos cristianos que se conservaron soterrados bajo las arenas de Egipto durante muchos siglos y cuya aparición ha permitido conocer con mayor claridad un pensamiento y una orientación religiosa de grupos cristianos marginales pero igualmente importantes del cristianismo primitivo, como es el caso del gnosticismo o de los gnosticismos. Más recientemente, después de un estudio minucioso, se ha podido publicar un texto copto, escrito sobre papiro, que ha suscitado una nueva oleada de interés: el Evangelio de Judas.
Se trata, como es sabido, de una obra desconocida durante siglos, ahora recuperada y puesta en conocimiento de un público más amplio. Un evangelio apócrifo que presenta a Judas no como un traidor, tal y como es considerado por los evangelios canónicos, sino como un colaborador de Jesús. Este discípulo, Judas, habría conocido mejor que nadie la misión del Maestro (poseía la gnosis) y habría sido escogido para ayudado y llevar a término su misión. Según este evangelio apócrifo, la figura de Judas queda rehabilitada. Algunos estudiosos atribuyen una cierta importancia a las indicaciones de este texto, de manera que las diversas interpretaciones que se proponen pueden suscitar cuestiones sobre los evangelios canónicos y, a su vez, relativizar su contenido. Ramón Teja aborda el estudio de este evangelio junto con otro del corpus de Nag Hammadi, el Evangelio copto de Tomás, cuya importancia es tan indiscutible como la diversidad de las interpretaciones que intentan ofrecer una respuesta a los interrogantes que plantea.
Es del todo comprensible que estas opiniones contrastadas atraigan el interés y planteen discusiones serias. Otras motivaciones de valor diverso han contribuido también a desvelar la atención del entorno de los evangelios apócrifos y a suscitar dudas sobre el cristianismo tradicional. Diversas publicaciones noveladas y también medios de comunicación muy eficaces han presentado e interpretado los evangelios apócrifos como un descubrimiento nuevo, tanto si se hace referencia a textos ya conocidos como a aquellos recientemente hallados. Todos ellos representarían una prueba escrita revolucionaria, un motivo presentado como serio que pone en tela de juicio la valía de los cuatro evangelios canónicos. Los evangelios apócrifos resultarían una fuente histórica auténtica, pero a su vez oculta, guardada en secreto internamente en la Iglesia para evitar dudas y mantener así la estabilidad de la tradición cristiana secular. Una distorsión histórica ulterior se explica por el hecho de que no pocos lectores han interpretado libros que mencionan textos antiguos y que difunden conceptos de sospecha y de misterio como si se tratara de obras de contenido histórico fidedigno, como sucede con la obra El Código da Vinci, de Dan Brown -y otras semejantes- cuando en realidad su autor no pretendía en absoluto hacer historia y sí redactar una novela.
Factores como la novedad de recientes descubrimientos, la confusión de los géneros literarios, la misma noción de apócrifo, que significa "oculto", el interés actual por la sospecha y el misterio, todos ellos, al unísono, han contribuido a difundir una actitud confusa en torno a los evangelios no canónicos que, aunque sea únicamente por un razón cultural, han de ser examinados con el propósito de superar sus límites y posibilitar una aclaración de los hechos históricos, siguiendo los criterios propios y evidentemente válidos de un serio ejercicio académico.
Se hacía preciso, por tanto, meditar y plantear una vez más el tema de los evangelios apócrifos, definir su origen, determinar su carácter y precisar su valor. Deben tratarse estos escritos desde una óptica competente e igualmente útil para los estudiantes universitarios, sin entrar en disquisiciones técnicas y propias de los especialistas, teniéndolas naturalmente en cuenta.
La publicación de las conferencias ofrecidas en Montserrat presenta por tanto la ventaja de poder fijar por escrito las enseñanzas cualificadas e impartidas por los docentes especializados y que dieron valor a las Jornadas. Las páginas que siguen a continuación ofrecen, por tanto, el carácter y el contenido de los principales evangelios apócrifos de una forma juiciosa y, a su vez, asequible. De la misma c1canera, son tratadas las cuestiones generales y se subrayan el valor y los límites de estos escritos propios del cristianismo primitivo. Se intenta esclarecer el itinerario histórico que ha llevado a separar los evangelios canónicos de los apócrifos y definir cuáles han sido los criterios que manifiestan esta distinción. Para decido en síntesis, se recapitulan los valores y los límites que son propios de la literatura apócrifa.
Siguiendo el orden en que fueron articuladas las conferencias, la presente publicación consta de cuatro partes diferenciadas la primera, a modo de introducción, contiene una presentación de las tradiciones sobre Jesús: los descubrimientos de textos antiguos y el estado de la investigación actual sobre los apócrifos. La segunda se centra en los evangelios de la infancia; la tercera parte describe los evangelios apócrifos y el gnosticismo; la cuarta parte da a conocer los evangelios de la pasión y ofrece un complemento sobre la iconografía de los apócrifos.
La primera intervención de carácter general, a cargo de Rafael Aguirre, apunta una definición de los evangelios apócrifos y, principalmente, describe con exactitud y esmero la formación de la tradición sobre Jesús, que, en un primer momento, fue exclusivamente oral, aunque después, en una segunda fase, fue puesta por escrito. No obstante, esta fase escrita no llegó a anular la tradición oral. Subsistían ambas formas que anunciaban la doctrina y la obra de Jesús. Se comprende con facilidad que la predicación cristiana primitiva tomara modalidades distintas y que no fuese del todo uniforme. Igualmente, continuaban apareciendo nuevos escritos relativos a Cristo, especialmente durante los siglos II-III, que, en su origen, no llevaban el título de evangelios. Este título no proviene de sus autores, sino que le fue dado convencionalmente años más tarde, a causa de su contenido, y únicamente decenas o más de años después estos mismos escritos serían calificados de apócrifos. En concreto, los evangelios apócrifos indican una literatura relativa a Jesús y a los apóstoles que no ha sido integrada en el canon. A la conferencia inaugural sigue otra intervención que trata de los grandes hallazgos de textos antiguos que han tenido lugar en los siglos XIX-XX y que resultan de gran utilidad para el conocimiento de la cultura y de las religiones del Oriente Medio y que permiten situar mejor los escritos del Antiguo y del Nuevo Testamento”.
El próximo día concluiremos esta presentación. Saludos cordiales de Antonio Piñero y Pius-Ramón Tragán
Volver arriba