La herejía española del Adopcionismo



Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Cuadro histórico de la Controversia

El debate sobre el Adopcionismo se desarrolló en el último cuarto del siglo VIII y tuvo dos focos donde su virulencia alcanzó sus límites extremos. Uno se situó en la España ocupada entonces por los musulmanes. El mentor de las ideas adopcionistas fue Elipando, arzobispo de Toledo. Su personalidad independiente debió no poco de su independencia a la complacencia de sus soberanos políticos. No tuvo esa oportunidad el obispo Félix de Urgel, diócesis situada junto a los Pirineos de Lérida. Por la circunstancia de ser súbdito de Carlomagno, Félix hubo de sufrir acusaciones, condenas, deposiciones y destierros. Los teólogos del Imperio, dirigidos por el papa Adriano I (772-795) y protegidos por el emperador, tenían las manos libres para actuar en nombre de ambas autoridades contra un miembro de la cristiandad.

La España musulmana o Emirato de Córdoba llegaba entonces hasta el Duero y el Ebro, ocupaba gran parte de la Rioja, Navarra, Aragón y Cataluña. Ciudades de particular importancia cultural y política eran Toledo, Córdoba, Sevilla, Mérida, Osma y Zaragoza. Al norte estaba el reino de Asturias, en donde se encontraba el santuario de Liébana, desde donde Beato protagonizó la lucha entusiasta contra la nueva herejía. A su lado tuvo siempre a su devoto y discípulo Eterio, obispo de Osma y refugiado en el monasterio de Liébana. Al este de Asturias, se encontraba Navarra que gozaba de una relativa independencia. Fueron precisamente los vasco-navarros los que infligieron un severo correctivo a las tropas de Carlomagno en Roncesvalles, donde murió el héroe galo Roldán. El emperador pretendía, al parecer, extender sus dominios a este lado de los Pirineos. Seguía hacia el Este el territorio de la denominada Marca Hispánica, que pertenecía, como ya hemos dicho, al Imperio de Carlomagno.

Más allá de los Pirineos se extendía el inmenso territorio carolingio, que gozaba del gran prestigio de un emperador, protector entusiasta de la cultura y la religión. Algunas de las ciudades del gran imperio marcaron capítulos importantes en la historia de la controversia adopcionista: Aquisgrán, Francfort, Ratisbona (Regensburg), Fréjus, etc. De los consejeros de palacio salió uno de los más importantes debeladores de Elipando y sus ideas, el inglés Alcuino de York (735-804).

La existencia de dos grandes potencias limítrofes provocaba las lógicas tensiones en similares circunstancias, sobre todo, si tenemos en cuenta que las fronteras separaban no solamente a dos pueblos distintos, sino a dos culturas enemigas y enemistadas, como eran la cristiana y la musulmana. La situación en la zona del emirato de Córdoba estaba muy lejos de ser tranquila y pacífica De los problemas internos del emirato da fe R. Collins, en su obra Early Medieval Spain, Londres, Nueva York, 1983, que los expone en el cap. 6 sobre "El régimen de los Omeyas" págs. 183-224, especialmente en el apartado "La tierra de las tres religiones" (págs. 200-224).

La facilidad de la conquista y la fama de feracidad de las tierras conquistadas fomentaron un aluvión heterogéneo de nuevos invasores que trataron de repartirse ávidamente el rico botín que aparecía ante sus ojos. En un principio los invasores no tenían especial interés en convertir a los mozárabes, porque representaban una fuente segura de impuestos a cambio de una cierta libertad religiosa. El primer emir, Abdelaziz, hijo de Muza el conquistador, fue asesinado en el 715 por celosos musulmanes que lo encontraban excesivamente condescendiente con los cristianos. Se había casado con Egilona, la viuda de Don Rodrigo, que se empeñaba, al parecer, en convertirlo al cristianismo.

Tras abundantes revueltas, los descontentos españoles ofrecieron el domino de la España conquistada a Abderrahmán, superviviente de la dinastía de los Omeyas de Damasco, derrocados por los Abasíes. Fue el emir que se proclamó independiente y tuvo un largo y fecundo reinado (755-788), durante el cual hubo de superar incontables intrigas y conjuras. Su tacto político, su valor personal y su gran inteligencia le granjearon para la posteridad el sobrenombre de el Justo. Fue durante su reinado y el de su hijo Hixem I (788-796) cuando se desarrollaron los capítulos más importantes de la controversia adopcionista, que algunos consideraron como una concesión a la fe musulmana y un deseo de agradar a los nuevos amos. No olvidemos que una de las obsesiones de la fe musulmana es la creencia estricta en un Dios único, que la fe de los cristianos en la Trinidad parecía comprometer. En ese sentido los adopcionistas parecían suavizar las estridencias trinitarias desde el momento en que Cristo no era otra cosa que hijo adoptivo del Padre. Los últimos compases de la disputa ocurrieron ya en tiempos de Alhaquem I (796-821), más preocupado en sofocar las graves rebeliones que se produjeron en Córdoba y en Toledo durante su reinado.

Éstas son, pues, las coordenadas históricas que señalan la cronología y la geografía del conflicto. Primer siglo de la dominación árabe en gran parte de la Península. Siglo de esplendor y prosperidad en la Europa central bajo la autoridad de Carlomagno, el emperador que pretendió restaurar el Imperio Romano, coronado ahora por la Cruz, supremo símbolo de los cristianos. La "complicidad" del Papa ponía al imperio el epíteto de "Sacro" con que fue históricamente reconocido. No en vano el papa León III coronó a Carlomagno en la basílica de san Pedro de Roma como emperador de la cristiandad en la Navidad del año 800.

Las obras de Elipando, arzobispo de Toledo son el mejor testimonio del Adopcionismo, presentado con poderosas razones teológicas desde el campo de los herejes, que fueron condenados por la Iglesia. No es de extrañar que la actitud del toledano sembrara dudas sobre la ortodoxia de la liturgia, tanto más cuanto que ciertas fórmulas parecían distinguirse de las ortodoxas solamente en aparentes matices de escaso contenido doctrinal. La versión de la correspondencia de Elipando va dentro del contexto de otras obras de autores mozárabes a través de las cuales se nos aparece la circunstancia vivida por los cristianos bajo la dominación árabe.

En el conjunto de las obras y la correspondencia de Elipando, incluimos también la carta de Alcuino de York, dirigida al arzobispo de Toledo, a pesar de que el inglés no era mozárabe. Lo hacemos por dos razones: 1) Porque es un documento muy útil para interpretar la doctrina adopcionista vista por sus adversarios. Insisten los defensores de la doctrina oficial en detalles nunca negados abiertamente por los adopcionistas.- 2) Porque en aquella carta encontramos importantes novedades aportadas por Félix de Urgel, el mayor valedor de Elipando fuera de la jurisdicción musulmana.

Desaparecidas prácticamente las obras del urgelitano, tenemos acceso a sus enseñanzas a través de las citas de Alcuino en su carta. Félix, como más adelante veremos, era obispo de Urgel, en la Marca Hispánica. Residía por lo tanto en territorio del imperio carolingio y era súbdito de Carlomagno. La fuerza de Roma, apoyada por el emperador, pudo pesar sobre él de una manera muy eficaz, de la que se vio libre el arzobispo de Toledo, políticamente súbdito de los emires de Córdoba.

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Volver arriba