Mujeres en la vida pública de Jesús antes de la Pasión

Hoy escribe Antonio Piñero

En los capítulos VII al X de "Jesús y las mujeres" abordo el estudio, breve pero prácticamente completo, de todos los pasaje evangélicos que nos muestran a Jesús en su trato con mujeres antes de su crucifixión.

Aquí hay temas cuya discusión es de candente actualidad, como el estatus de las mujeres que seguían a Jesús. El estudio de Lc 8,1-3 y Mc 15,40-41 me parece fundamental porque de esos dos pasajes evangélicos, más los que tratamos el día anterior en donde aparentemente Jesús critica la familia de estructura patriarcal, se han deducido muchas consecuencias, quizá no tan bien fundadas como se piensan sobre que Jesús fundó un movimiento “feminista” e "igualitario". Estas palabras significan sociológicamente algo muy concreto hoy, por lo que se debe investigar si en la vida de Jesús hay hechos reales que justifiquen tales calificativos a sus accciones y propósitos.

Igualmente interesante me parece deducir de Mc 2,15-17; Lc 7,33-34 Y Mt 21,31-32, cuál es el sentido real más probable de la constatación, que parece cierta, de que Jesús comía con publicanos y pecadores y si por este término debe entenderse preferentemente o no como “prostitutas”.

Amistad de Jesús con mujeres

Del mismo modo hay que interpretar los pasajes evangélicos que se refieren a la amistad de Jesús con mujeres, la unción en Betania -o en otro lugar-, el episodio de la mujer sorprendida en adulterio y el encuentro de Jesús con la samaritana. Del estudio de estos pasajes surge la pregunta si la lección de Jesús en su trato con las mujeres fue en verdad la de romper taxativamente los roles tradicionales femeninos en la sociedad, y si hubo o no en la actitud del Nazareno una auténtica subversión social de alguna clase, y en especial en Galilea, donde el ambiente un tanto más abierto de la sociedad helenístico-romana podía ser más perceptible. En el texto ofrezco las razones por las que mi postura al respecto es muy escéptica.

Las curaciones de mujeres por Jesús se presentan en abundantes pasajes de los Evangelios: la suegra de Pedro; la mujer encorvada curada en sábado; la curación de la hemorroisa; La mujer sirofenicia y su hija. Dentro de este capítulo se tratan también dos resurrecciones: o bien se trata de una jovencita, hija del jefe de una sinagoga, o bien de un varón, el hijo de la viuda de Naím, pero que casi desaparece en el relato destacándose más la figura de su madre. Nos preguntamos aquí si se puede deducir de ellos que los textos evangélicos presenten realmente a Jesús como el paladín de una pugna a favor de las mujeres, o como un reformador social del status de la mujer en la sociedad en la que vivía.

Por último, se debe afirmar que el tema de las mujeres en las parábolas y otros dichos de Jesús no es muy abundante en los Evangelios. Dentro de la enseñanza del Nazareno las sentencias que conciernen específicamente a las mujeres se reducen a nueve pasajes, de los que cuatro son parábolas. No son muchas si consideramos que las parábolas de Jesús suman unas treinta y ocho (depende de casos dudosos; si deben interpretarse exactamente como parábolas o no). Las que interesan para la cuestión "Jesús y las mujeres" son las siguientes: la viuda y el juez inicuo; la dracma perdida; la mujer y la levadura; las vírgenes prudentes y las necias.

Otros dichos de Jesús que afectan de algún modo a las mujeres y que se estudian en el libro son: el episodio del óbolo de la viuda; la Reina del sur; el lamento sobre Jerusalén, donde Jesús dice que cuida de sus posibles fieles como lo hace una gallina y el lamento de Jesús sobre las hijas de Jerusalén y breves menciones indirectas en la parábola del “siervo fiel y vigilante”, también en la del “siervo sin entrañas” y en la del “hijo pródigo”.

Como se ve, hay tema abundante para la discusión. Las conclusiones que se obtienen en el libro –respecto a las cuatro palabras y a los dichos- son claras: se deduce sin duda la impresión, leyendo los Evangelios, de que Jesús mostraba una actitud amistosa, amigable con las mujeres, ¡pero también con los varones! en diversos casos. Ahora bien ¿acaso curar con ánimo amistoso a una mujer, incluso con ternura, significa una proclama teórica de igualdad jurídico-social y efectiva de ésta respecto a los varones? No lo acabo de ver claro ni mucho menos.

Del mismo modo, la enseñanza de Jesús que puede incidir en la cuestión de la situación y estatus social de las féminas se estudia en estos capítulos de una manera exhaustiva. Ahora bien, y salvo mejor opinión, me parece que no encontramos prácticamente nada interesante en ellos -salvo la mirada positiva del Nazareno en expresada en el dicho acerca de la “Reina del sur”- que nos dibuje un Jesús absolutamente preocupado por proclamar en su predicación una igualdad social y de funciones entre la mujer y el varón.

Interpretaciones poco fundadas

Pienso que para sostener, como yo he oído múltiples veces, que Jesús “elevó a las mujeres a una dignidad excelsa”, como jamás antes en el judaísmo, y que "rompía los moldes sociales de éste" hubiera necesitado de una proclama expresa en los Evangelios. Pienso que éste es un argumento serio: según los mismos escritos evangélicos y respecto a los rabinos de su tiempo, Jesús aparece manifestando expresamente doctrinas que suponen un claro distanciamiento de la interpretación usual y tradicional de algunos puntos de la ley de Moisés, es decir Jesús se muestra en los Evangelios formulando una enseñanza teórica al respecto o presentando sus objecciones a los fariseos y a los escribas. Del mismo modo, de existir una postura igualitaria de Jesús respecto a la posición de la mujer, una postura rompedora con el judaísmo de su tiempo en un tema importante –como se afirma-, tendríamos que haber encontrado restos de esa postura en los Evangelios, bien en forma de enseñanza y proclamas o bien de discusiones con los doctores de su tempo, etc. ¡Pero no encontramos nada de lo uno ni de lo otro!

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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