Reformas litúrgicas; relectura de los datos históricos: Judíos y cristianos en la época de la composición de los Evangelios (VI)

Hoy escribe Antonio Piñero

Reformas litúrgicas

Ésa fue la tercera medida antiherética que adoptaron los judíos a finales del siglo I sobre todo con la vista puesta en los cristianos: se puede apreciar en ello una cierta reacción rabínica en el campo litúrgico contra el judeocristianismo. Según la Misná (tratado Tamid, “Ofrendas sagradas”, 5,1), el Decálogo era leído por los judíos observantes junto con la oración diaria llamada la "Shemá" (que empezaba: "Escucha Israel, no hay más que un Dios" = Deuteronomio 6,4-9 + 11,13-21 + Núm 15,37-41 debidamente fundidos y abreviados). En el evangelio de Marcos hay una alusión que parece confirmar que esto era así (12,29: Ante la pregunta del escriba: ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?, Jesús le contestó: "Escucha Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor...", texto del que se deduce que la Shemá estaba unida a la recitación del Decálogo.

Ahora bien, el hecho de que el judeocristianismo utilizara tal costumbre en favor de su tesis de que sólo el Decálogo era obligatorio -y no los 613 preceptos (!) en los que se concretaba la Ley oral, tal como se recoge en la Misná, como de cumplimiento obligatorio por todos los judíos- llevó a los rabinos a eliminar la recitación de los diez mandamientos del texto de la Shemá. Hay un pasaje del Talmud palestinense (tratado Berakhot, “Bendiciones” 1,5,3b) que señala que la causa de tal reforma litúrgica fue que los minim (es decir, principalmente los cristianos) afirmaban que Dios había entregado a Moisés en el Sinaí sólo los diez mandamientos, y no el conjunto de obligaciones de la ley oral (es decir, los 613 preceptos), tal como afirmaban los rabinos. Sólo cuando, o en aquellos lugares que no había minim se planteó volver a la antigua usanza (Ber. 12a).

Relectura de la historia

La cuarta medida anticristiana fue relectura de los datos históricos sobre el judeocristianismo. En efecto, el judaísmo se defendió también contra esa secta bastarda que había procedido de su seno, denigrando a su fundador y a sus seguidores. Y aquí encaja la mayoría de los datos y textos que ofrecimos en la serie de posts sobre “Jesús en el Talmud” hace ya tiempo. Recordaremos sólo los puntos principales

Jesús es descrito por el rabinismo a partir del s. II en términos duros e injuriosos, o las más de las veces ignorándolo en un contexto en el que se podría esperar su presencia. Con gran generosidad para los pasajes fuertemente dudosos, los textos que en el Talmud y en el midrás (comentarios y paráfrasis a los textos bíblicos) afectan a Jesús son aproximadamente una quincena. De entre ellos sólo tres o cuatro lo nombran de una manera expresa, y realmente sólo un par de ellos transmiten alguna noticia sustancial. Otros aluden a "una cierta persona", (peloní, en hebreo, p. ej. Talmud de Babilonia, tratado Joma 66d), como si nombrarlo expresamente fuera ya concederle demasiado honor; otros llaman a Jesús Ben Stada o Ben Pandera, según su supuesto padre (un legionario romano de ese nombre), y unos pocos tratan más bien de la madre del Nazareno que de él mismo.

Recodemos que la madre de Jesús aparece en el Talmud de Babilonia (abreviado como b.) Shabbat 104b como una peluquera, o también como maestra de primer grado (b. Hagigah 4b), mujer de Pandera, Pandira o Pantera, un soldado romano, con quien había tenido un hijo adulterino, o según otra fuente (b. Kallah 51a), un hijo ilegítimo por haber sido concebido ciertamente de su marido, el tal Pantera, pero durante el ciclo menstrual, lo que lo hacía rigurosamente impuro.

Jesús, siguiendo el espíritu de estos textos, aparece expresamente designado en otros pasajes del Talmud como mamzer, es decir un bastardo adulterino; así, por ejemplo, en b. Joma 66d. Un texto de la Misná (Jebamoth IV 13 = b. Jebamoth 49b: la mayoría de los tratados del Misná son amplificados en el Talmud y llevan el mismo nombre), dice que así constaba en un libro de genealogías hallado en Jerusalén, y que el hecho lo confirmaba Rabí Jehoshúa (discípulo de R. Johanan ben Zakkai y por tanto poco posterior a Jesús).

Recordemos tan sólo un pasaje del tratado b. Sanhedrín (107b) que habla muy mal de Jesús y lo llama fundador de una religión falsa:

"Nuestros rabinos enseñan: Que la mano izquierda rechace y la derecha reciba, no como Eliseo que rechazó (a su siervo Gehazi) con ambas manos, o como Rabí Jehoshúa ben Perahjah, que rechazó a Jesús (el Nazareno) con ambas manos. Y ¿que ocurrió con éste?. Cuando el rey Janneo mató a nuestros rabinos, R. Jehoshúa y Jesús huyeron a Alejandría. [Pasado el tiempo volvieron, y ambos, maestro y discípulo reposaron en una taberna durante el viaje de regreso] 'Qué hermosa es esta taberna', dijo R. Jehoshúa. Pero Jesús [entendiendo tabernera en vez de taberna] respondió: 'Pero tiene ojos pequeños' El Rabino añadió: 'Malvado, ¿en esas cosas te ocupas?' Entonces lo excomulgó con gran aparato (liter. "convocando cuatrocientas trompetas"). Jesús se presentaba ante el R. muchas veces y le decía: 'Recíbeme'. Pero el R. no le hacía caso. Un día en el que éste estaba recitando la Shemá, se presentó ante él Jesús. Pensó entonces el Rabino recibirlo y le hizo un signo, pero Jesús pensó que lo había expulsado. Entonces se marchó, colgó una teja y la adoró (es decir, se hizo adepto de una religión falsa). El Rabino le dijo: 'Vuelve'. Jesús replicó: '[No puedo], porque esto es lo que he aprendido de ti: aquel que peca e incita a la multitud a pecar no tiene oportunidad de arrepentirse'. Y otro discípulo había dicho: 'Jesús Nazareno practicaba la magia, extravió y engañó a Israel'".


Sin duda, Jesús había realizado milagros, pero éstos se debían -en opinión de los rabinos- a su dominio de la magia y de la brujería. Por ello, las autoridades del pueblo ordenaron su muerte (Sanh. 43a). Pero su ejecución estuvo más que justificada, puesto que había seducido al pueblo y era un hechicero y un blasfemo (Sanh. 107b).

Como se ve, en estos pasajes rabínicos hay alusiones a la vida de Jesús tal como se conoce por los Evangelios, pero todas ellas aparecen según la luz de la polémica y de la descalificación más ofensivas. sin duda hay aquí una relectura de la historia con ánimo muy polémico y defensivo.

El retrato de los judeocristianos apenas es más amable. Son gente venal (Shabuot 116a) y cometen la aberración de practicar curaciones en nombre de un blasfemo impío como es Jesús (b. Abodah Zarah 27b; Talmud de Jeusalén, Shabbat 14,3). En todo momento estos herejes contradicen la recta doctrina, pues discuten con los rabinos sobre teología con absurdos argumentos. Aunque practiquen la circuncisión, como algunos judeocristianos (Shemot Rabbah 19,4), anteponen el Evangelio a la Ley (b. Shabbat 116a) y rechazan la autoridad de los rabinos (Sifra 115 a Núm 15,39), no aceptando su normas b. Abodah Zarah 6a y 7b). El pan de los judeocristianos es como el de los samaritanos; su vino, como el ofrecido a los ídolos, y sus libros, obras de brujería.

Resulta evidente que al menos un sector del rabinismo, y desde fecha temprana, utilizó como arma de defensa ante los herejes cristianos la denigración del adversario y de sus seguidores. Era una manera de defenderse del ataque que, por su parte, recibían de esos herejes, los judeocristianos, cada vez más alejados de la comunión con el judaísmo normativo.

Saludos de Antonio Piñero.
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