María Magdalena y Jesús

Jesús y las mujeres (VI)

Hoy escribe Antonio Piñero

En un libro como éste no podía faltar el tratamiento extenso de la cuestión “Jesús y sus presuntas relaciones con María Magdalena” no sólo por la importancia del tema en sí, sino por la relevancia otorgada por tantos escritos y medios de comunicación. He contado alguna vez que tras una conferencia sobre este asunto en Lanzarote, y en el que había varias chicas muy jóvenes como oyentes, recuerdo que una de ellas me esperó a la salida de la sala. Me abordó y me preguntó casi a bocajarro por qué era yo tan escéptico sobre las posibilidades de probar esta relación teniendo los textos que tenemos. Le volví a repetir brevemente mis razones, pero la chica –de unos 17 años- me espetó convencida: “No me creo ninguna de sus razones porque … esas relaciones de Jesús con María Magdalena… ¡son algo tan bonito…!”.

El tema ha sido tratado en el libro en tres capítulos. En el primero examino la especial relación de Jesús con María Magdalena en los Evangelio aceptados por la Iglesia: la Magdalena durante la vida pública; las teorías de su presencia, censurada, en la Última Cena; María Magdalena a los pies de la cruz; la expansión del Evangelio de Marcos (16,9-20) y el caso único del capítulo 20 de Cuarto Evangelio. Como es sabido, Jesús se aparece en primer lugar a ella y no a Pedro, o a los discípulos de Emaús, como sostienen otras tradiciones primitivas.

En el segundo capítulo presento y analizo todos los pasajes de los Evangelios apócrifos hasta el siglo III más otros textos sobre este asunto: Evangelio de Tomás, Sabiduría de Jesucristo, Diálogo del Salvador, Primer Apocalipsis de Santiago, Pistis Sofía, el texto maniqueo Salmos de Heraclides y Las Grandes Preguntas de María (donde, por cierto, se presenta por vez primera, si no me equivoco, traducido paral e lector español un impresionante y tremendo texto de este Evangelio perdido, pero conservado fragmentariamente por el Padre de la Iglesia Epifanio de Salamina, que pondrá los pelos de punta a más de un lector) con la excepción del Evangelio de Maria y el de Felipe que son objeto de un tratamiento especial en el capítulo siguiente.

Los Hechos apócrifos de los apóstoles y María Magdalena

Es curioso aquí observar que en los primeros y más importantes Hechos apócrifos de los apóstoles –es decir, “historias” noveladas donde se cuentan las andanzas misioneras de Pedro, Pablo, Andrés, Juan y Tomás, y sus martirios- la figura de María Magdalena está ausente en absoluto. Estos Hechos apócrifos, continuadores de la obra de Lucas, son los mejores representantes de la teología popular cristiana desde el 140 hasta el 250 d.C. aproximadamente, que es su fecha de composición. A este cristianismo –que en buena parte también es gnóstico- no le interesó en absoluto la persona ni el significado de la Magdalena, que no aparece ni una sola vez.

En todo caso podría pensarse que en los tardíos Hechos de Felipe 95 la Mariamme que ahí aparece pueda ser la Magdalena. Dice el texto: “Tú Mariamme cambia tu forma y figura femenina (por la de varón)” = al Evangelio de Tomás, dicho 114. Pero en el capítulo anterior de estos Hechos de Felipe Mariamme aparece como “hermana” (= ¿esposa? como en 1 Cor 8,5: “mujer cristiana”) del apóstol Bartolomé, y en el llamado Martirio de Felipe (párrafos 107-148) se nos muestra igualmente con este apóstol predicando el Evangelio con tonos muy ascéticos, es decir, en nada proclives a veleidades sexuales.

Los textos clave de los Evangelios de María y de Felipe

Y en el último de los tres capítulos “¿Jesús casado con María Magdalena?” se estudian no sólo el Evangelio de María y el de Felipe, sino también el texto canónico de Jn 19,25-27 (mujeres al pie de la cruz), en el que algunos autores -algunos de ellos españoles y muy anteriores a Dan Brown, Michael Baigent y Richard Leigh: Rafael Hereza y Manuel Asensio, que cito en la Bibliografía del libro- han argumentado que pueden deducirse argumentos suficientes para probar las bodas de Jesús y María Magdalena (añaden también el texto de las “bodas de Caná” de Jn 2).

Del Evangelio de María y del Felipe se analizan todos los textos pertinentes, sobre todo del último, con los famosos pasajes “María (Magdalena) es su hermana, su madre y su compañera” = EvFlp 59,6-11 y “[El Salvador] la amaba más que a todos los discípulos y la besaba frecuentemente en la […] = laguna del manuscrito suplida por ‘en la boca’” (EvFlp 63,30-64,5).

Estos pasajes se comparan con otros posibles paralelos de textos gnósticos, ante todo del Primer Apocalipsis de Santiago (31,3-7), en el que aparece Jesús besando a su hermano Santiago, o del mismo EvFlp 59,1-5, donde se dice que “los perfectos conciben mediante un beso y engendran. Por ello nos besamos unos a otros, recibiendo la concepción por la gracia mutua que hay entre nosotros”.

El libro se pregunta también qué opina el autor del Evangelio de Felipe del matrimonio carnal, si sus ideas son favorables o no a este tipo de unión entre hombre y mujer, y si el llamado “sacramento de la cámara nupcial” contiene o no alusiones claras a una unión sexual. Se aporta también una comparación con el Evangelio canónico de Marcos 3,31-35 que habla también del discípulo de Jesús como “su hermano, su hermana y su madre”.

¿Una equivocación exegética?

Finalmente se discute si cuando el Evangelio de Felipe habla de María Magdalena como hermana, madre y esposa simultáneamente hay que entenderlo o no de una manera simbólica y gnóstica. ¿Quiere recalcar el Evangelio de Felipe que María Magdalena es la mujer legítima y carnal de Jesús o la discípula perfecta? Al escuchar al Revelador María se hace espiritualmente de la “familia espiritual” de éste, al igual que su madre al pie de la cruz. ¿Cómo ha de entenderse esto? Finalmente me pregunto si a la Magdalena se le puede denominar con toda propiedad –espiritual- “su hermana y su madre, y su compañera” (Evangelio de Felipe 59,6-11), añadiendo si esto mismo podría decirse, o no, de la Salomé del Evangelio de Tomás y de cualquiera otra mujer que oiga y ponga en práctica la revelación del Salvador. Parece difícil ser en el orden físico esposa, madre, hermana, compañera, etc., a la vez, como afirma el texto. ¿Deben entenderse todas estas expresiones –sobre todo si se formulan conjuntamente- de un modo simbólico y en el ámbito de lo espiritual? En estos capítulos se presentan los argumentos en pro y en contra.

El libro tiende a pensar que la interpretación de El Código da Vinci y otras publicaciones anteriores o posteriores del mismo tono suponen una solemne equivocación exegética, quizás interesada para favorecer las ventas. Deseo que el lector de estas esté interesado en el desarrollo del análisis y en el cómo se llega a las conclusiones que el libro expresa con la claridad y calma –creo- que estos textos merecen.

El próximo día terminaremos esta presentación con un esbozo de las conclusiones generales del libro.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Volver arriba