¿Podemos admitir el testimonio de Flavio Josefo sobre la existencia histórica de Jesús?

Hoy escribe Antonio Piñero

Creo que será conocida por la mayoría de los lectores de este blog la discusión científica en torno a dos pasajes de las e los judíos (18,63-4 y 20,200) del historiador Flavio Josefo (muerto en torno al año 100 d.C.) que menciona directamente a Jesús y la enorme discusión que existe al respecto entre los investigadores si el testimonio del historiador judío es válido o no para probar la existencia histórica de Jesús.

El último autor que ha tratado la cuestión a fondo es John P. Meier, en su obra Un judío marginal, trad. española, Verbo Divino, Estella, 2001, vol. I pp. 79-108. En este blog hicimos un resumen de la cuestión en agosto del año pasado en las síntesis ofrecidas de las conferencias del curso de verano de la Universidad complutense “¿Existió Jesús realmente”? Las actas de este curso, debidamente transcritas y actualizadas en forma de capítulos de un libro, aparecerán -esperemos- en el último trimestre de este año en la Editorial "Raíces" de Madrid.

Aquí, en el blog, sólo quiero ofrecer un pequeña perspectiva un tanto novedosa sobre el primer texto que no he visto destacada suficientemente en los trabajos al respecto de los dos pasajes. Mi interés será, pues, centrarme en el denominado “testimonio flaviano” (18,63-64), pero trataré este texto el próximo día para no alargarnos hoy. Ahora debo abordar brevemente el segundo (18,200), que es más sencillo. Los dos se discutirán ampliamente en las Actas arriba mencionadas, en el capítulo dedicado a los "testimonios cristianos sobre Jesús" por Jesús Peláez. Gonzalo Puente Ojea, en su aportación al futuro libro discute ampliamente este segundo texto de Josefo y llega a la misma conclusión: es una prueba fuerte de la existencia histórica de Jesús.

Un testimonio indirecto, pero valioso

Así pues, en primer lugar, conviene empezar por el segundo texto de las Antigüedades sobre el que hay menos discusión. El pasaje reza así:

(El sumo sacerdote) Anán... convocó a los jueces del Sanedrín y trajo ante él a Santiago, hermano de Jesús, llamado Cristo y a otros, acusándolos de haber violado la Ley y los entregó para que los lapidaran. Esto disgustó incluso a los más celosos observantes de la Ley y, por eso, enviaron en secreto delegados al rey, con el ruego de que exigiera a Anán por escrito que, en adelante, no se atreviera a cometer una injusticia semejante. Algunos de ellos acudieron a Albino... y le hicieron saber que Anán no tenía potestad para convocar al sanedrín para el juicio sin su consentimiento. A consecuencia de este incidente, Agripa lo destituyó a los tres meses de su nombramiento.


Sobre este pasaje hay sólo una duda: la frase “llamado Cristo” ¿no será una inserción del escriba, cristiano? ¿Se puede estimar como propio de un historiador judío que recoja esta noticia?

Ciertamente la duda es real: es posible en teoría que las primeras líneas de este texto sean una interpolación cristiana. Pero yo la estimo poco probable. Y la razón es que a lo largo de las Antigüedades Flavio Josefo menciona a muchos personajes con el nombre de Jesús (= a Josué); por tanto no parece tan extraño que estimara necesario distinguir entre ellos añadiéndole algo al nombre. Santiago era un personaje oscuro para los lectores de Josefo. Opino que éste –que conocía bien la existencia de los cristianos en Roma, donde vivía- y pensando que muchos de sus lectores eran romanos podía hacer esa precisión.

La fuerza de este texto probatoria de la existencia histórica de Jesús se refuerza si se une con un par de pasajes auténticos de Pablo en los que dice:

Después, pasados tres años, subir a Jerusalén para ver a Pedro y permanecí con él quince días. Pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Santiago, el hermano (en griego, adelphós = hermano de sangre) del Señor” (Gálatas 1,18-19).


En el segundo afirma el Apóstol:

Después pasados catorce años, subí otra vez a Jerusalén… …los hermanos que gozaban de buena reputación nada me impusieron… y reconociendo la gracia que me había sido dada Santiago, Pedro y Juan, tenidos por columnas de la iglesia, nos dieron la mano a mí y a Bernabé en señal de comunión (Gálatas 2,9).


El pasaje señala el vínculo de sangre entre un individuo realmente existente, Santiago -que ni siquiera los estudiosos “mitistas” (los que defienden que Jesús no existió nunca sino que es la personificación literaria de un mito) ponen en cuestión- con otro individuo, Jesús. Josefo sería muy mal historiador si se hubiera dejado engañar señalando un parentesco entre una persona real y otra que nunca existió. Por tanto, la existencia de uno –Santiago- implica necesariamente la existencia histórica de otro, Jesús. De lo contrario, Flavio Josefo era un tonto de remate, o se habría informado muy mal, lo cual no parece ser el caso.

El segundo pasaje es aún más de mayor fuerza probatoria. Pablo sube a Jerusalén (para asistir a la reunión denominada “Concilio de los apóstoles”: Hechos 15) para discutir sobre la validez de su apostolado a los gentiles, en el que le iba la vida. Pablo de Tarso, de cuya existencia real nadie ha podido seriamente dudar, afirma que “Santiago, Pedro y Juan nos dieron la mano a mí y a Bernabé en señal de comunión”. ¿Acaso Pablo iba a creer que estaba negociando el sentido de toda su vida, la predicación de Jesús muerto y resucitado, con Santiago, "hermano" de un personaje inventado, mítico, no existente en verdad?

Si se aceptara esta hipótesis, había que pensar que Pablo de Tarso estaba realmente loco… y que yo sepa en toda la historia de la investigación se ha llamado al Apóstol de todo (fanático, intransigente, etc., etc.), pero nunca un esquizofrénico que pensara que estaba tratando con Santiago, “hermano del Señor”, si éste nunca hubiera existido. La hipótesis es absurda.

Por tanto de estos dos textos breves y poco complicados se deduce sin lugar a dudas de que tanto Pablo como Flavio Josefo están absolutamente convencidos de que Jesús realmente existió, no que era un mero mito, un personaje fingido de existencia meramente literaria.

A partir de esta conclusión hay que encarar la interpretación del primer texto, el testimonio flaviano, mucho más sujeto a discusión y sobre el que, el próximo día, deseo ofrecer mi punto de vista como aportación a la discusión científica sobre la existencia histórica o no de Jesús de Nazaret.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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