La valoración propia de Jesús como mesías. (I)

Hoy escribe Antonio Piñero

El tema de esta miniserie, que hoy iniciamos, la autoconciencia de Jesús en cuanto mesías, es decir, qué pensaba Jesús de sí mismo y de su misión, es verdaderamente difícil, pues no existe consenso entre los estudiosos del Nuevo Testamento ni siquiera sobre el punto central de la cuestión, a saber si Jesús llegó realmente en algún momento de su vida a considerarse a sí mismo el mesías esperado de Israel.

Voy a adelantar algunas de mis conclusiones, lo que podrá ayudar a la comprensión del camino que voy a seguir para explicitarlas: me encuentro entre aquellos que sostienen como muy probable el que este personaje, al menos al final de su vida, sí llegó a considerarse el mesías esperado del pueblo elegido, aunque un mesías con algunas pequeñas connotaciones peculiares. No en vano el rabino de Nazaret fue un genio religioso y dejó su propia impronta sobre el ideario teológico judío de su época.

Postulo también que en Jesús debió de darse una evolución y radicalización religiosa que le llevó desde la posición de un mero discípulo de Juan Bautista a segregarse y fundar su propio grupo, y luego a llegar a considerarse, al menos, el único mediador de la inminente llegada del Reino de Dios… Y este mediador, con otras palabras, podía denominarse el mesías de Israel.

Por último, intentaré aclarar que el mesianismo de Jesús no es un mesianismo estrictamente nuevo respecto al Antiguo Testamento. En otras palabras que el mesianismo de Jesús es un mesianismo judío y no cristiano. De paso aprovecho para decir que en el título de una conocida revista de divulgación en la que escribí hace un par de meses faltaba por mero error mecanográfico una palabra. Decía literalmente "Jesús no se consideró a si mismo el mesías". Debía decir: "Jesús no se consideró a sí mismo un mesías cristiano". el texto en sí estaba bien y venía a ofrecer argumentos para este pùnto de vista.

La elucidación de este tema no tiene más fuentes que las cristianas: los Evangelios y el resto del Nuevo Testamento, más un conocimiento general del judaísmo de la época. Y entre los Evangelios las deducciones más importantes se basan en especial en una lectura crítica del Evangelio de Marcos, pues opinamos que este escrito contiene más material original sobre el Jesús de la historia que cualquiera otro de los evangelistas.

Explicitar este tema supone, además, el que los lectores acepten la posibilidad de que estos documentos que nos ha legado la Antigüedad sean susceptibles de una doble lectura, al menos. En unos textos con bases históricas, sin duda, como son los Evangelios, pero escritos desde la fe y para la fe, es decir, desde la perspectiva de la resurrección del Maestro y de la adoración por su persona, afirmamos que existe, al menos, un doble estrato. En "Jesús y las mujeres" he indicado que ese “al menos doble” puede subdividirse en un total de 4 estratos: A. El más cercano a la vida Jesús: el nivel del Jesús de la historia.- B. El estrato de la comunidad de los seguidores más íntimos de Jesús, es decir de sus discípulos inmediatos.- C. El de la segunda o incluso de tercera generación, que representa el punto de vista de los Evangelistas, o de la comunidad en la que vivían.- D. El de la mayoría de los evangelios apócrifos, muy alejados cronológicamente del Jesús histórico. Estos estratos son discernibles por la crítica filológica e histórica.

Por un lado, los estratos B y C pueden dejar traslucir entre líneas con divergencias lo que pudo ser el Jesús de la historia (el D mucho menos, y hay que ejercitar una mayor crítica), en sus rasgos generales, mas por otro reflejan sobre todo lo que la comunidad posterior de sus discípulos pensaban sobre él, sobre su figura y su misión. Mas esto último no tiene por qué coincidir exactamente con la imagen histórica anterior. Es decir, el cuádruple estrato puede ser muy divergente.

Hay que impostar el tema desde lo orígenes de la predicación de Jesús. Los comienzos de la vida itinerante del Nazareno como anunciador de la inminente llegada del Reino/Reinado de Dios, es decir como una figura relacionada de algún modo con las expectativas mesiánicas del Israel del siglo I, aparecen íntimamente relacionados en todos los evangelistas con la misión y el bautismo impartido por Juan, el Bautista. Jesús debió de sentirse atraído por la figura de Juan porque las prédicas de éste conectaban con sus propias ansias espirituales.

Fernando Bermejo ha empleado muchos posts en dilucidar la cuestión en este blog y muchos lectores han discutido con ardor algunas de sus perspectivas. Así pues, como el tema ha sido brillantemente tratado, me limito aquí a resumir algunas de sus líneas esenciales, antes de ir más adelante.

El Bautista era el profeta escatológico que anunciaba la llegada próxima del juicio final de Dios sobre Israel y los paganos (Mt 3,11). Ante la ira final de la divinidad de la Alianza la mera pertenencia física al pueblo de Israel no significaba ninguna garantía de salvación. Como medida preventiva para prepararse ante el juicio Juan ofrecía a sus oyentes la conversión/arrepentimiento y la penitencia, junto con el propósito decidido de una vuelta a la Ley, a su entero cumplimiento. El signo externo del arrepentimiento y la disponibilidad para abrirse al Juicio y al Reino de Dios que venían era el bautismo de agua. Y Jesús, como uno más de entre los convencidos por Juan recibió también este bautismo.

Todo apunta a que Jesús, tras recibir el bautismo de manos de Juan no se marchó de inmediato de la vera del Bautista, sino que fue discípulo de éste durante un cierto tiempo, y que, en principio, al fundar su propio movimiento lo hizo desgajándose como una porción semi autónoma del cuerpo de seguidores de aquel seductor de multitudes que fue el Bautista. No acabo de ver claras las razones según las cuales haya que pensar al revés: algunos otros discípulos del Bautista, más radicales que Jesús en cuanto a las expectativas sobre la venida del reino de dios, por ejemplo, Simón Pedro, fueron los que arrastraron a Jesús a su grupo y se escindieron, y no al revés.

Hay muchos indicios en los Evangelios que sustentan la suposición de que Jesús comenzó su carrera espiritual como seguidor de Juan Bautista en su línea ideológica. En primer lugar, la fácil transferencia de discípulos del grupo de éste al de Jesús. Según nos cuenta el IV Evangelio (1,40), Andrés y Simón Pedro, dos de los principales discípulos de Jesús, se unieron al grupo de éste procedentes del círculo de Juan.

Otro argumento es la igualdad de la predicación de Juan y Jesús en los primeros momentos: las palabras de uno se repiten en boca de otro; el discípulo, Jesús, parece copiar al principio al maestro. Así, en Mateo 4,17, Jesús repite con idénticas palabras el mensaje central de Juan ("Convertíos, el Reino de los cielos está cerca"); la imprecación contra fariseos y saduceos de Juan Bautista en 3,7 ("raza de víboras") aparece luego con el mismo tenor en boca de Jesús en 12,34 y 23,33; y la imagen de que "todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego" utilizada por Juan en Mateo 3,10 aparece dicha por Jesús en 7,19.

Que Jesús comenzó su carrera como discípulo de Juan encuentra también un apoyo en el IV Evangelio. En 10,40 aparece el Nazareno predicando en los mismos lugares que Juan, y en 4,1 se dice que Jesús bautizaba como Juan Bautista, pero con mayor éxito. Todos estos pequeños detalles apuntan a que tanto el movimiento de Juan como el de Jesús tenían las mismas ideas teológicas de base y practicaban los mismos métodos.

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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