El cambio general de la religión judía al contacto con el pensamiento griego y el Helenismo (I)

Hoy escribe Antonio Piñero

La religión judía, cuando Jesús se lanza a predicar el Reino de Dios, era bastante distinta de la que un judío normal y piadoso podía cultivar hacía sólo unos doscientos años. La pregunta de esta miniserie que hoy inauguramos es: ¿cómo era la religión judía que encontraba un judío adulto en la época en que nació Jesús? ¿Difería en mucho, o en poco, a la de sus antepasados inmediatos?

Conocer cómo era esta religión judía, y su correspondiente religiosidad, me parece muy importante para afinar los rasgos de la figura religiosa de Jesús y, naturalmente, para ver los cambios que el cristianismo introduce en esa religión tras la muerte de éste.


Panorámica general

En este primer post formulo sólo unas consideraciones generales sobre el ambiente religioso del helenismo. Los orígenes de la religión judía propiamente dicha -es decir la que hoy se conoce como tal- se sitúan en los inicios del siglo VI a.C., en la época inmediatamente posterior a la gran crisis que supuso el exilio de Babilonia. Fue entonces cuando se efectuó de forma sistemática la compilación literaria de las antiguas tradiciones hebreas (= compliación y edición final de una buena parte de lo que luego será la Biblia) y se emprendió la tarea de edificar un nuevo templo (el Segundo Templo) en sustitución del destruido primer templo cuya funación e adignaba a la mítica figura de Salomón. Determinadas costumbres tradicionales, como la circuncisión y el sábado, adquirieron a partir del Exilio rango de prácticas religiosas como signo de identidad del judaísmo.

Por otra parte, el substrato religioso persa –no puede olvidarse que durante unos doscientos años Israel fue una provincia del Imperio persa: desde la época de Ciro el Grande, en torno al 531 a.C. hasta la muerte de Alejandro Magno 323 a.C.- empezó a calar profundamente en la ideología de los pensadores judíos de la restauración de Israel tras el Exilio (ya desde los momentos mismos de los años pasados en Babilonia), que aprovecharon determinados aspectos de la cosmovisión persa(es decir, su idea del mundo y también de Dios) para dar solución a problemas teológicos que la teología veterotestamentaria resultaba incapaz de resolver. Así, el dualismo entre el bien y el mal –perceptible también el ámbito de lo divino- y la creencia en otra vida futura permitieron defender el concepto de bondad y justicia absolutas de Dios, puestas en entredicho por quienes veían en este mundo prosperar a los inicuos y sufrir a los justos = el Exilio.

Ahora bien, determinados aspectos de esta evolución religiosa del judaísmo resultarían incomprensibles sin tener en cuenta el ambiente en que tales cambios se desarrollaron, es decir sin pensar en ese continuum cultural, desde el Mediterráneo hasta el Medio Oriente, que suponía el Helenismo. Un permanente flujo de ideas puso en contacto culturas diferentes y propició intercambios mutuos, con el resultado de un eclecticismo religioso en determinados formulaciones del judaísmo. Eclecticismo quiere decir, efectivamente, que los judíos aceptaron algunas ideas religiosas de fuera –no estrictamente reveladas a Moisés- y otras no.

Así pues, afirmamos que durante el Helenismo hubo un bullir de nuevas ideas religiosas, porque las zonas bajo influencia de gobiernos de monarcas griegos estaban muy abiertos al comercio y a contacto con otros pueblos no helénicos. Evidentemente, no todas las novedades ideológicas fueron aceptadas de igual manera por todos, lo que derivó en la existencia de diversas corrientes religiosas (y sociales) en concreto en el seno de un judaísmo plural, disperso por muchas regiones, que es lo que ahora nos interesa.

Así, junto al mantenimiento de ideas ya tradicionales (como el monoteísmo, la Ley y la soberanía de Dios sobre el mundo y la evolución de la historia –con un Dios, eso sí, cada vez más trascendente y alejado–) empiezan a desarrollarse en época helenística conceptos teológicos nuevos, como la resurrección de los cuerpos; se extienden las ideas sobre la inmortalidad del alma, se piensa en la posible existencia de un mundo futuro; se manifiestan diversas representaciones del reinado de Dios sobre la tierra y comienza una creciente expectación mesiánica, a la vez que surge una nueva cosmovisión en la que los cielos aparecen repletos de ángeles y otros sres que sirven de intermediarios entre la divinidad y los humanos.

Las obras que a finales del siglo I d.C. no llegaron a formar parte del canon de las Escrituras judías, es decir, los libros apócrifos del Antiguo Testamento, nos dan fe a partir del siglo III a.C. de estos cambios en la religión judía de época helenística, en mayor medida que el "Antiguo Testamento" mismo. En estos cambios podemos percibir, junto al desarrollo interno de tradiciones genuinamente judías, el influjo de la religiosidad y la filosofía popularizada helenísticas. El nuevo dualismo antropológico, que contempla la posibilidad de existencia de un alma inmortal independiente del cuerpo, es un buen ejemplo de influjo de la filosofía platónica; una nueva ética, del influjo del estoicismno, etc.

Por otra parte, el hecho de que el judaísmo estuviera en esos momentos también disperso por muchos lugares de cultura helenística (el judaísmo de la Diáspora) vincula la práctica religiosa más a la sinagoga (que puede estar edificada en cualquier parte del Mediterráneo o Próximno Oriente) que al Templo, radicado sólo en Jerusalén. Se apreciará un mayor universalismo en los planteamientos de la Diáspora judía helenística, y una ética también diferente.

En mi opinión, comienzan en el siglo III a.C. cambios en la religión judía que harán posible, tres siglos más tarde, que ante todo en el seno de un judaísmo helenizado se forme un grupo que acepte sin problemas una interpretación tal de Jesús de Nazaret que, evolucionando a su vez, culminará en el nacimiento de una nueva religión: el cristianismo.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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