La distorsión de la historia de la investigación sobre Jesús (IV)

Hoy escribe Fernando Bermejo

Tras mostrar en anteriores posts el carácter ilegítimo de la noción de “Old Quest” y el carácter manifiestamente falso de la noción de “No Quest” (incluyendo su variante más reciente, que habla sin fundamento de una “disminución general” intentando ocultar el absurdo de la “No Quest”), hoy explicaré por qué la noción de “New Quest” o “Nueva búsqueda” carece de todo fundamento, y por tanto también de toda utilidad, para una comprensión lúcida de la historia de la investigación sobre Jesús de Nazaret.

Hay nada menos que tres argumentos sólidos para desechar la noción de “New Quest”.

1º) El primero consiste simplemente en un elemental razonamiento de sentido común. Si la noción de “Old Quest” es ilegítima, y si desde que comenzó la investigación nunca se ha interrumpido –ni ha disminuido sensiblemente– la producción de obras dedicadas a estudiar la figura histórica de Jesús, entonces automáticamente la noción de “New Quest” resulta carente de toda base. En particular, la idea de una “Nueva búsqueda” a partir de los años 50 evidencia su naturaleza rocambolesca desde el momento en que uno repara en que a lo largo de la primera mitad del s. XX se escribieron varias docenas de libros y –al menos– cientos de artículos sobre el tema. No hay nada “nuevo” en la supuesta “nueva búsqueda”. La “New Quest” no es en absoluto una novedad frente a un supuesto vacío anterior –el cual, como hemos comprobado, jamás existió–.

2º) El segundo argumento es que la noción de “New Quest” es falaz, pues, pretendiendo etiquetar la investigación realizada desde 1953 (sic) hasta 1980, toma la parte por el todo, y no cubre en absoluto el campo de la investigación realizada en ese período. En efecto, por “New Quest” se entiende una investigación que presentaría los siguientes rasgos: haber sido llevada a cabo por autores alemanes, con intereses teológicos (protestantes: postbultmannianos), el empleo de categorías del lenguaje existencialista, la amortiguación de la dimensión socio-política de la visión y actividad de Jesús y el uso preferente del criterio de desemejanza, de todo lo cual resulta una imagen de Jesús en contraste con sus contemporáneos y en continuidad con la proclamación de la Iglesia primitiva. Esto es lo que se designa como “New Quest” en las obras de los presuntos historiógrafos.

Ahora bien, el problema reside en que tal caracterización es crasamente falsa: la investigación sobre el Jesús histórico entre 1953 y 1980 no se limita en modo alguno a los trabajos de los postbultmannianos E. Käsemann, G. Bornkamm, H. Conzelmann, E. Fuchs o G. Ebeling. Por poner sólo algunos ejemplos: en 1956, fue publicado el libro A Jewish Understanding of the New Testament, de S. Sandmel, cuyo capítulo XVI está dedicado a “the historical Jesus”; en 1961, se publicó On the Trial of Jesus, de Paul Winter, y The Prophet from Nazareth de M. S. Enslin; en 1964, The Pharisees and the Teacher of Nazareth, de A. Finkel; en 1967, Bruder Jesus de Schalom Ben-Chorin y Jesus and the Zealots de S. G. F. Brandon; en 1968, aparecieron al menos tres obras: Jesus in Selbstzeugnissen und Bilddokumenten, de David Flusser; en hebreo Mishpato u-moto shel Yeshu ha-Notsri (El juicio y la muerte de Jesús) de H. Cohn (traducida pronto al inglés) y The Trial of Jesus of Nazareth, de S. G. F. Brandon; en 1973, se publicaron dos obras tan importantes como Jesus, the Jew de Geza Vermes y The Historical Jesus and the Kingdom of God: Present and Future in the Message and Ministry of Jesus, de R. H. Hiers. Los lectores me disculparán que no siga…

Los autores citados –cabría añadir otros ejemplos– no fueron discípulos de Bultmann, ni necesitaron serlo. Y sus obras no están caracterizadas por el interés teológico germánico-protestante, por el empleo preferente del criterio de desemejanza, por el uso de categorías del lenguaje existencialista, por la supresión de la dimensión sociopolítica de la visión y la actividad de Jesús, o por mostrar a un Jesús desjudaizado y en vívido contraste con el judaísmo contemporáneo –es decir, ¡los rasgos habitualmente utilizados para definir la investigación efectuada entre 1953 y 1980!–.

Para cualquier sujeto dotado de capacidad argumentativa, lo dicho demuestra de manera contundente que la noción de “New Quest” no sirve para definir la investigación realizada en el tercer cuarto del s. XX. De hecho, la reducción de la labor exegética entre 1953 y 1980 a los discípulos de Bultmann es un procedimiento arbitrariamente reduccionista, que responde a una visión miope y restringida. Por supuesto, personas intelectualmente miopes pueden intentar escribir la historia, pero los resultados, naturalmente, son patéticos.

3º) Por si falta hiciera, hay un tercer argumento. Éste consiste en que la categoría de “New Quest” –al igual que la de una “No Quest”, de la que depende– responde a una intencionalidad teológica, y no a una voluntad historiográfica independiente. La noción de una “Nueva Búsqueda”, en tanto que reducción del panorama de la investigación significativa sobre el Jesús histórico al discipulado de Bultmann, es ya el resultado de una visión determinada por una perspectiva palmariamente teológica (cristiana). La mera lectura de la obra de James M. Robinson donde la “New Quest” se inventó (A New Quest of the Historical Jesus, Londres, 1959) basta como prueba:

“La discusión de la conveniencia teológica de una nueva búsqueda debe empezar naturalmente en el punto en el que la búsqueda original fue considerada ilegítima. Es ilegítimo evadir la llamada del kerygma a una fe existencial en el acontecimiento salvador, por un intento de proporcionar una prueba objetivamente verificada de su historicidad [...] Debería ser, no obstante, igualmente manifiesto que este veto sobre la búsqueda original no se aplica a la visión moderna de la historia y la historiografía que estaría presupuesta en una nueva búsqueda. Porque la objetividad de la historiografía moderna consiste precisamente en la apertura de uno al encuentro, la disposición a poner en cuestión las propias intenciones y visiones de la existencia, es decir, a aprender algo básicamente nuevo acerca de la existencia y así a ver modificada o radicalmente alterada la propia existencia [...] El Jesús histórico nos confronta con una decisión existencial, al igual que lo hace el kerygma. Por consiguiente, es anacrónico oponerse hoy a la búsqueda con la suposición de que tal búsqueda está diseñada para evitar el compromiso de la fe”.

Es decir, al igual que la noción de “No Quest” es una ficción construida en virtud de la irrupción de presupuestos teológicos en la discusión histórica (la investigación habría sufrido un non licet en la medida en que incurriría en la soberbia de buscar una legitimación objetiva del acontecimiento salvador previa a la fe –pero esto es falso, como vimos, pues a los historiadores independientes, en tanto que tales, las cuestiones teológicas no les importan–), así también la noción de “New Quest” es una ficción elaborada en función de específicas consideraciones teológico-religiosas (a la investigación se le concedería el nihil obstat cuando puede probar que no está impulsada por tal hybris).

Estos tres argumentos demuestran que el concepto de “New Quest” es totalmente inútil para una periodización elaborada con criterios historiográficos rigurosos. Pero hay algo, si cabe, aún más preocupante, que los atentos lectores ya habrán advertido. Lo que hemos visto hasta ahora del modelo historiográfico predominante obliga a concluir que no es sólo falso, sino también perverso. ¿Por qué? Porque ese modelo no sólo hace juicios de valor injustificados sobre períodos enteros de investigación –v.gr. la investigación de los ss. XVIII y XIX está “obsoleta”, es “pre-crítica”–, sino que, además, condena al ostracismo a muchísimos autores y obras académicas sobre Jesús, como si no hubieran existido… ¡La periodización de las “3 Quests” es posible sólo en virtud de la damnatio memoriae! Y a esto se le llama “ciencia”…

Quien hoy en día sostiene la idea de una “New Quest”, o desconoce crasamente la historia de la investigación, o desprecia la verdad histórica. O ambas cosas.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
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