Autoconciencia mesiánica de Jesús (III)

Hoy escribe Antonio Piñero

La llamada de discípulos por parte de Jesús, la vida itinerante predicando, o proclamando, la venida del Reino de Dios tuvo como resultado el que tarde o temprano los seguidores más íntimos del Nazareno comenzaran a pensar que él era realmente el mesías de Israel. Pienso que esto pudo ocurrir ya por cuenta propia es decir de los discípulos, ya por ciertos impulsos que recibían sobre lo que su Maestro pensaba de sí mismo. Opino aquí que los seguidores más íntimos de Jesús comprendían bastante bien al Maestro, en contra de lo que la misma tradición evangélica nos pretende mostrar, a saber: que los discípulos nada entendieron del verdadero mesianismo de Jesús. Esta idea parece muy poco probable en un ambiente de continuo contacto y diálogo dentro del grupo en orno a Jesús y parece ser sin duda una construcción teológica posterior a la muerte del Maestro.

El hecho de que los discípulos penaban que Jesús era el mesías de Israel se deduce con bastante claridad de la "confesión" de Pedro recogida por Marcos en 8,27-33 y parcialmente por Mateo en el cap. 16, y de la noticia del evangelio de Juan sobre los que querían coronar rey a Jesús (6,15: “Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo”.). Veamos brevemente el texto fundamental de Marcos:

V. 27: Salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo, y por el camino hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que soy yo?» 28: Ellos le dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas.» 29: Y él les preguntaba: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro le contesta: «Tú eres el Cristo.» 30: Y les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de él.

31: Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. 32: Hablaba de esto abiertamente. Tomándole aparte, Pedro, se puso a reprenderle. 33: Pero él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole: «¡Quítate de mi vista, Satanás! porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres.»


Este pasaje es muy controvertido desde el punto de vista histórico. Prescindiendo de un análisis pormenorizado, en lo que a nosotros respecta en este momento la primera parte del texto dice que los discípulos veían a Jesús como el mesías de Israel durante su ministerio público, antes de su muerte. No se precisa más. Y da toda la impresión de que Pedro, como portavoz de los discípulos, piensa en un tipo de mesías en el que están todos de acuerdo y que no es necesario precisar o aclarar de ningún modo.

La segunda parte del pasaje contiene el extraño mandato de Jesús de ocultar su medianidad (el “secreto mesiánico”: v. 30) que es una construcción ideológica del evangelista Marcos, tal como están de acuerdo la inmensa mayoría de los intérpretes desde la obra de Wilhem Wrede para explicar -entre otras cosas- cómo fue posible el fracaso final en la cruz.

El resto del pasaje es claramente una “profecía ex eventu”; es decir, después de que han pasado los hechos se han puesto éstos en boca de Jesús como un vaticinio. Ningún exegeta independiente considera histórico el pasaje tal como está. Probablemente la réplica de Pedro y la contrarréplica de Jesús (vv. 32 y 33) expresan, primero, la manifestación de dudas por parte de Jesús respecto a su tarea mesiánica (¿se encontraba más a gusto con su misión de “heraldo del reino de Dios”, tarea menos problemática que la de mesías?). La reconvención de Pedro que le da ánimos para que asuma la tarea más elevada y la contrarréplica violenta de Jesús, indicando que aún no se encuentra preparado, parecen ser también deducibles -en segundo lugar- del pasaje. No hay que ver en el texto nada que indique que Jesús tenía ya una concepción de su misión mesiánica que incluyera su muerte y resurrección, es decir, un “mesianismo de la catástrofe”, conceptualmente nuevo, para nada judío. Estas ideas pertenecen a la teología posterior a la muerte del Nazareno –cuando hay que explicar a los judíos por qué el mesías murió en una cruz, y no al pensamiento original del Jesús histórico.

Que las gentes consideraran al menos “agente mesiánico” o bien directamente el mesías a un predicador religioso de gran atractivo popular por su predicación no fue infrecuente en el Israel del siglo I. Este hecho se repitió ante las actuaciones de otros individuos que buscaron la liberación de Israel de manos de los romanos y que fueron considerados agentes mesiánicos, tal como de ellos tenemos noticia para esta época en Flavio Josefo en los libros XVII al XX de las Antigüedades de los judíos y en el libro II de la Guerra judía.

En concreto y de Juan Bautista el evangelio de Lucas (3,15-16) nos señala que también él fue considerado mesías por sus discípulos, al menos al comienzo de su ministerio:

V. 15: Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo; 16: respondió Juan a todos, diciendo: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego.


Es dudoso en la respuesta de Juan si se refiere a Jesús a un agente mesiánico, más o menos celeste, que sería el ayudante de Dios en las tareas meiánicas. Más probable esto último.

A pesar de estos textos, no queda claro en absoluto para la generalidad de los investigadores si a lo largo de la vida pública Jesús llegó a considerarse a sí mismo estrictamente el mesías de Israel. Pienso –como ya dije- que las dudas de Jesús sobre su propio mesianismo se fueron disipando a lo largo de su vida pública, o bien que los más ardorosos de sus discípulos le animaron para que aceptara que la voluntad de Dios era que asumiera esta función.

Ahora bien, ciertos momentos del final de su existencia pueden quizás aclararnos un tanto esta cuestión de la autoconciencia mesiánica de Jesús. Los tres hechos que apuntan hacia una autoconciencia mesiánica de Jesús son los siguientes:

· La entrada en Jerusalén,

· La “purificación” del Templo,

· La respuesta de Jesús a un interrogatorio llevado a cabo por las autoridades judías –el momento exacto en el que ocurrió es incierto, como veremos-. Analizaremos brevemente estos tres pasajes en el post siguiente.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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