El Adopcionismo. Personajes del conflicto



Hoy escribe Gonzalo del Cerro

3. Fidel

El tercero de los escritos de Elipando, que figura entre sus obras, es una carta (incompleta) dirigida al abad Fidel el año 785. Era Fidel, al parecer, abad en una abadía distinta de la de Liébana. Al menos, así lo cree la mayoría de los autores, contra los que É. Amann y R. Collins opinan que este Fidel era el abad de Santo Toribio de Liébana y por lo tanto superior jerárquico del monje Beato. El hecho es que tenía para Elipando la suficiente autoridad como para contrarrestar el peso de las doctrinas de Beato y Eterio con quienes mantenía una estrecha amistad. Por eso, le ruega que a imitación de los que desarraigaron de la Bética la herejía migeciana, procure arrancar de raíz de las tierras astures la “herejía” de Beato. Le pide igualmente que "instruya de verdad la adolescencia" de Eterio que sigue alimentándose todavía con leche como los niños (1 Pe 2, 2), porque hasta el momento se ha alimentado más bien de maestros ignorantes y cismáticos como son los antifrásicos Félix y Beato. Si, como parece verosímil, se trata de Félix de Urgel, podría pensarse en alguno de los períodos de ortodoxia que atravesó este hamletiano obispo. Esta circunstancia nos hace pensar en la relativa juventud y bisoñez de este obispo y en la autoridad doctrinal, y quizá jerárquica, que el abad Fidel tenía sobre Eterio.

Menéndez Pelayo transmite la noticia de que Beato y Eterio se encontraron con Fidel en Pravia con ocasión de la profesión de la reina Adosinda, viuda del rey Silo (774-783) en el convento de san Juan Evangelista el día 25 de noviembre. Fue el momento en que ambos paladines de la ortodoxia conocieron la carta de Elipando a Fidel. Como puede colegirse, los ruegos del toledano no obtuvieron el fruto deseado. Al contrario, el escrito les proporcionó nuevas armas y razones evidentes para una defensa más encendida de la ortodoxia.

En el alegato de Elipando comunica que también envía a Fidel una carta del obispo Ascarico, quien le había escrito para consultarle acerca de ciertos extremos doctrinales. La actitud humilde de Ascarico agrada a Elipando cuanto le irritaba la soberbia de los liebanenses. Ascarico es el obispo citado en la Institutio Uniuersalis de Adriano I al lado de Elipando entre los que "no se avergüenzan de confesar como adoptivo al Hijo de Dios" (Denzinger, 299 (595).

4. Egila

En medio de los debates teológicos del s. VIII español, aparece un personaje singular que adquiere un cierto protagonismo con la complacencia de Carlomagno y del papa Adriano I. La cristiandad europea era consciente de la situación angustiosa que estaba atravesando España. Los musulmanes ocupaban la mayor parte de la península. Imponían sus leyes y costumbres por la fuerza de las armas. El sentido pragmático llevaba a muchos cristianos a una apostasía que les aportaba ventajas sociales y económicas. La convivencia de culturas no sólo diferentes sino enemigas y enemistadas provocaba conflictos que ponían en serio peligro la supervivencia del Cristianismo y de sus tradiciones. Las divergencias entre los mismos cristianos en temas como el de la celebración de la Pascua aumentaba el desconcierto. Puede consultarse sobre el tema el artículo de J. Gil "Las tensiones de una minoría religiosa: la sociedad mozárabe", en M. González-J. del Río (ed.), Los mozárabes, una minoría olvidada, Sevilla, 1998, págs. 89-114.

Los cristianos europeos vieron con preocupación el problema del Adopcionismo y trataron de buscarle soluciones. Una de ellas partió del obispo Wilcario de Sens en las Galias. Con el asentimiento de Carlomagno y las bendiciones del papa, consagró obispo a Egila y lo envió a España acompañado por el presbítero Juan para intentar restañar los desgarros como obispo itinerante. Pueden consultarse dos cartas de Adriano I a Egila en Monum. Germ. Hist., Epist. III 640-644. Egila es un nombre godo. R. Collins cree que se trataba de repetir la experiencia que había resultado tan eficaz en la conversión de los antiguos sajones: Early Medieval Spain, pág. 208. Se dirigieron a Andalucía, donde la situación era más preocupante. Menéndez Pelayo cree que se instaló como prelado en Illiberis (Elvira). (Historia de los Heterodoxos españoles, I pág. 268). R. Collins recoge la noticia de que en Cabra existía una comunidad que sólo obedecía a Agila de Mérida, posiblemente el Egila de que hablamos. En efecto, R. Collins, o. c., pág. 209, recoge una referencia del año 850 sobre un antiguo obispo denominado como Agila de ementia ("Egila de Mérida"). Agila podría ser una ligera corrupción de Egila, mientras que Ementia sería una forma de escribir Mérida por parte de un amanuense poco cuidadoso. (Cf. Id., The Arab Conquest of Spain, Oxford & Cambridge, Mass., 1989, págs 221ss.).

Los principales problemas que encuentra el nuevo apóstol en España son: 1) La fecha de la Pascua.- 2) Los conflictos sobre la comida.- 3) Las disensiones acerca de la predestinación y el libre albedrío.- 4) Otras situaciones embarazosas surgidas de la convivencia de los mozárabes con los judíos y los musulmanes. Pero en la misma Institutio Uniuersalis del Papa, en la que advierte que a sus "oídos apostólicos" ha llegado la noticia de las irregularidades en el cálculo de la fecha de Pascua, denuncia también que Egila "no predica rectamente, sino que pretende enseñar ciertos errores de Migecio, a quien sigue como a su maestro fuera de la disciplina católica". (PL 98, col. 396). El hecho es que el que había llegado a España como redentor y pastor acabó engrosando las filas de las ovejas descarriadas y uniendo sus intenciones a las de Migecio. Creemos que se dejaría arrastrar por los argumentos rigoristas y filorromanos del heresiarca más que por sus absurdas ideas trinitarias. En Andalucía, donde particularmente desarrolló su ministerio, alcanzaron especial virulencia los debates sobre la fecha de Pascua, el tema de los alimentos y la convivencia social con los infieles.

5. Félix de Urgel

Otro de los grandes corifeos del drama del Adopcionismo fue Félix, obispo de Urgel. Un drama que para Félix tuvo más bien visos de tragedia. Elipando tuvo la ventaja de residir en una sede políticamente independiente del gran Imperio cristiano del momento. Félix, al ser el prelado de una sede sometida a Carlomagno, tuvo ese pie forzado de tener que responder no sólo ante su conciencia y su visión teológica del problema, sino ante las autoridades tanto religiosas como políticas de su contexto histórico geográfico. Pero es una realidad que Félix fue un personaje de tan extraordinario relieve como para que el Emperador y el Papa prestaran una gran atención a sus doctrinas. Grandes teólogos de la época, como Alcuino de York, Paulino de Aquileya o Agobardo de Lión lo hicieran blanco de sus ataques y le dedicaran obras voluminosas con la intención de desmontar sus peligrosas y, al parecer, bien ensambladas argumentaciones.

Félix fue un peregrino de sus ideas de concilio en concilio, en los que se encontraba solo frente a numerosos y envalentonados adversarios. Jugó, como quien dice, siempre en campo contrario. Exponía sus ideas con honradez y se plegaba a las razones que le aducían. El que luego volviera a "recaer" ha sido diversamente interpretado. Para unos, pudo ser falta de carácter o de sinceridad. Para otros, fidelidad a la voz de su conciencia a la manera del "eppur si muove" de Galileo. Un poco al estilo de Jeremías 20, el profeta que promete que no volverá a predicar lo que luego seguirá predicando.

El primer escalón de su calvario particular pudo ser el discutido concilio celebrado en la iglesia de los Santos Justo y Pastor de Narbona el 27 de junio del 788. Existen, sin embargo, serias dudas sobre este concilio, que muy bien podría haber sido inventado por narbonenses para ensalzar el prestigio de su ciudad. Que no pudo celebrarse el año 788 parece demostrarlo el dato de que se habla en él de Carlomagno como emperador, cuando fue coronado como tal el año 800. El texto de las Actas nos refiere que se iba a tratar de muchos y variados asuntos eclesiásticos "en especial acerca del pestífero dogma de Félix, obispo de la sede urgelitana" (praesertim pro Felicis urgellitanae sedis episcopi pestifero dogmate). Hay quien admite su autenticidad, si bien la frase citada se considera una interpolación del copista. Pero la realidad es que luego no se vuelve a mencionar ni la herejía ni su personaje que, sin embargo, firma las Actas en el lugar decimotercero escribiendo: "Firmado, Félix, obispo de la sede de Urgel" (Felix Urgellitanae sedis episcopus suscripsi).

Un segundo escalón fue para Félix el concilio de Ratisbona (Regensburg), celebrado el año 792 bajo los auspicios del emperador. Consciente Carlomagno del peligro que para la fe y la unidad de los cristianos iba alcanzando la herejía adopcionista, convocó un concilio al que asistió, entre otras figuras ilustres, el sabio obispo Paulino de Aquileya. Como testigo ocular de los hechos, que denomina gymnasticae disputationis conflictus ("conflicto de una disputa académica"), nos informa de que Félix, presente en la reunión, rechazó la doctrina adopcionista jurando sobre los santos evangelios. Carlomagno, convencido de su misión de guardián de la cristiandad, quiso apuntarse el tanto ante el papa y remitió a Félix a Roma. Con toda solemnidad, el papa hizo repetir la abjuración de Félix ante la tumba de los apóstoles. Félix, preso en las cárceles pontificias, escribió un documento ortodoxo. Fecit illum orthodoxum in uinculis libellum, anathematizans et confirmans inter cetera nequaquam Filium Dei adoptiuum esse ("Escribió aquel libelo ortodoxo en la prisión anatematizando y confirmando entre las demás cosas que de ningún modo el Hijo de Dios era adoptivo"). Son palabras de las Actas del concilio del 798, celebrado ya en tiempos de León III y que recuerdan los sucesos del año 792.

Collins, R., Early Medieval Spain, Londres, Nueva York, 1983. Hay traducción española, España en la Alta Edad Media, Barcelona, 1986.
É. Amann, "L'Adoptianisme espagnol du VIIIe siècle", Rev. des Scienc. Relig. 16 (1936) 281-317.

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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