¿Cómo conocemos los cambios en la religión judía en la época helenística? (IV)

Hoy escribe Antonio Piñero

A pesar de la fortaleza general de un núcleo de ideas religiosas tradicionales -como hemos explicitado en el post anterior de esta miniserie-, las creencias judías se trans¬formaron más o menos perceptiblemente en época helenística temprana.

Pero antes de analizar brevemente este proceso, permítasenos una cuestión de método: ¿Cómo conocemos estos cambios? La respuesta es relativamente simple:

1. A través del análisis de las últimas obras, de los siglos III al I a.C., es decir las de composición más tardía que entraron en el canon de Escrituras judías;

2. Por el estudio de otras obras incorporadas al menos a la Biblia griega en el llamado “canon” alejandrino” (es decir aquel que admite como sagradas escritos que los judíos palestinos de siglos posteriores no aceptaron, al estar compuestos en griego, o transmitidos así, como los libros de Tobías, Judit, 1º y 2º Macabeos, el Eclesiástico, la Sabiduría);

3. Y por los llamados escritos Apócrifos del Antiguo Testamento. Es ésta una colección de unos 60 textos no admitidos en el canon de Escrituras sagradas, pero que constituyen un monumento de piedad o de buen talante teológico cuya tarea consistió en expandir para grupos de piadosos aquellos aspectos de la teología del Antiguo Testamento no suficientemente desarrollados o sencillamente inexistentes.

Un análisis del contenido teológico de la triple literatura mencionada en contraste con la ideología de los estratos más primitivos del Antiguo Testamento –las obras que se compusieron en siglos anteriores- nos revelará las mutaciones que la religión judía sufre en época del Helenismo.

Y antes de pasar a considerarlas es preciso resaltar también que el judaísmo de esta época no era tan uniforme como podrían dar a entender formulaciones como la antes citada de E.P. Sanders (“nomismo aliancista” = cumplir la ley en el marco de la Alianza, aunque Sanders es un decidido defensor de este pluralismo).

La teología tradicional de la Alianza del pueblo judío con Dios suponía una conciencia particular del judaísmo, en el que las obligaciones de la Ley surgían de la historia del pueblo, especialmente de los hechos portentosos mediante los cuales Dios les había dado la tierra de Israel, lo que imponía una deuda de gratitud y lealtad. Motivos adicionales fueron las bendiciones y maldiciones prometidas: bienestar para los fieles y castigo para los rebeldes.

Este entendimiento de la Alianza persistió a lo largo de las épocas helenística y romana, como lo demuestra una serie de oraciones de arrepentimiento que pasan revista a la historia del pueblo, confiesan su violación de las normas, reconocen su desgracia actual como castigo apropiado y apelan a la misericordia de Dios. Estas oraciones se encuentran en los textos canónicos (Nehemías 9; Daniel 9,4b-13.), en Qumrán (1QS -Regla de la comunidad- 1,24b-2,1; CD = Documento de Damasco 20,28-30; 4Q Palabras de las Luminarias 1,8-7,2) y en la diáspora, oriental y occidental (Tobías 3,1-6; 3 Mac 2,2-20; Oración de Ester en la versión de los Setenta).

En el judaísmo de la Diáspora, por ejemplo, el esquema religioso de este nomismo de la alianza podía coexistir con otros esquemas en función subordinada. Por ejemplo, aunque Filón de Alejandría no renunció al nomismo de la alianza, como es natural, consideraba sin embargo que el “verdadero judaísmo” era como una búsqueda intelectual de la visión del Incorpóreo y de la unión con Él.

Junto a estas formulaciones encontramos también otras interpretaciones del judaísmo. Como acertadamente propone J.J. Collins, constituye la esencia de la literatura apocalíptica (que se genera fundamentalmente en el seno del judaísmo helenístico) el que la historia de Israel no sea ya una base suficiente para las obligaciones de la Alianza. Es necesaria una revelación superior, sobrenatural. Es la visión del vidente apocalíptico, por encima del recuerdo de la historia de Israel (aunque ésta se utilice, reinterpretada en un sentido determinista), lo que ofrece argumentos para dar confianza a los fieles.

En la literatura sapiencial, por el contrario, no se aprecia tal recurso a una revelación superior, pero incluso aquí la lógica tradicional de la Alianza se deja en segundo plano: Israel y su ley pueden ser la encarnación suprema de la sabiduría, pero se considera que radican más en las categorías universales de la sabiduría que en la historia de Israel.

Así pues, sabiduría y apocalíptica, por mencionar sólo dos ejemplos fundamentales, reflejan diferentes comprensiones del judaísmo que aportan elementos nuevos al esquema tradicional de Alianza.

Ello no quiere decir que podamos aislar en el judaísmo postexílico esquemas rígidamente separados y mutuamente incompatibles. Todo lo contrario. Como el mismo E.P. Sanders ha demostrado en el caso de Filón, distintas formas de entender la religión pueden persistir conjuntamente sin intentos de clarificar sus mutuas implicaciones. Una religión como el judaísmo en época helenística se alimenta de una larga tradición que inevitablemente contiene una acumulación de elementos diversos y a menudo contradictorios.

En síntesis: los documentos mencionados arriba en los números 1 al 3, en contraste con los documentos más antiguos que se han conservado dentro de la Biblia hebrea son los textos que nos dan todas las pistas para ver cómo cambia la religión judía al contacto con nuevas ideas religiosas que le viene de fuera. Ninguna religión es inmutable. Pero para percibir bien los cambios es necesario considerarlas en un espacio de tiempo amplio y tener textos que nos revelen como se pensaba dentro de ese lapso temporal.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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