Un mesianismo judío, no cristiano. Autoconciencia mesiánica de Jesús (V)

Hoy escribe Antonio Piñero

Decíamos en el post anterior que hay razones serias para contradecir la interpretación judeocristiana –que no judía- de que Jesús instauró un concepto nuevo de mesianismo. Lo vamos a denominar, con Israel Knohl “mesianismo de la catástrofe” (El mesías antes de Jesús, Editorial Trotta, Madrid, 2004).

En primer lugar el hecho de que Jesús jamás explicara exactamente lo que era el núcleo de su pensamiento, el Reino de Dios, sino que sólo hiciera algunas precisiones sobre sus circunstancias en algunas de sus parábolas, las llamadas “parábolas del Reino”.

Jesús no tenía necesidad de aclarar qué era el Reino de Dios, sencillamente porque la gente, a la que iba dirigida su predicación, ya lo sabía, y él, Jesús, estaba de acuerdo con esa noción. En la “parábolas del Reino” se explican o precisan ciertas connotaciones del Reino, a saber si viene pronto, si sus comienzos son grandes o pequeños, si tiene tanto valor como la mejor perla, si crece o no rápidamente, cuáles son los llamados a participar, etc., pero nunca qué es esencialmente ese Reino. Ello se da siempre por supuesto.

En el ambiente religioso del Israel de la época, sufriente bajo la bota romana puede decirse que flotaba en el aire el concepto y el deseo de la pronta venida de un reino, o reinado de Dios, es decir de la plena soberanía divina sobre el país que liberara a la tierra sagrada de todas sus angustias y opresiones políticas, instaurara una nueva sociedad teocrática y trajera una época dorada de paz y bienestar material.

Era un atmósfera religiosa parecida –quizá aún no tan exagerada- a la que suponemos que debía de existir momentos antes (hacia el 170 a.C.) de que se iniciara al revuelta de los Macabeos contra la imposición por parte de del rey Antíoco IV Epífanes de una cultura y religión extranjeras, la griega, al pueblo.

Como hemos visto ya, la principal misión del agente mesiánico que era Jesús consistía precisamente en proclamar la venida de ese reinado.

Segundo: parece ridículo que Jesús -si es que tenía de sí mismo un concepto de su mesianismo radicalmente diverso de lo que pensaba la gente, es decir al modo cristiano- no contradijera a la turba, en su entrada mesiánica en Jerusalén, que lo proclamaba como el mesías tradicionalmente esperado. Hubiera sido como una grosera impostura, un engaño. Cuando los que le aclaman en la entrada a Jerusalén proclamaban que Jesús es “el hijo de David”, “el que viene en nombre del Señor”, etc. era el momento preciso en el que Jesús debería haber avisado a sus seguidores que él albergaba un concepto del mesianismo diferente –que incluía la pasión y la muerte-, pero no lo hizo. Y hay que suponer rotundamente que Jesús no tenían ninguna intención de engañar al pueblo.

Para algunos autores -Gnilka, Schlosser, Crossan y entre ellos, me parece, si lo interpreto bien, J.A. Pagola de una manera críptica- la entrada de Jesús en Jerusalén fue mucho más "suave", menos "cargada de significado". Ciertamente entró a lomos de un pollino, pero no con una "conciencia mesiánica", sino como había sido toda su vida pública, con l autoconciencia de siempre: un profeta, un anunciador del Reino de Dios. Posteriormente, la comunidad elaboró el relato teológicamente hasta convertirlo en la entrada triunfal del mesías judío en Jerusalén.

Esta tesis me parece inverosímil. Cuando se publica el Evangelio de Marcos que ha llegado hasta nosotros, hacia el 71 d.C., probablemente en Roma, en un momento en el que lo que importa es presentar al público a un mesías judío, Jesús de Nazaret como un salvador universal, me parece que esta conversión teológica hacia algo más judío no tenía ningún sentido. En todo caso la conversión de la historia sería al revés, a saber: eliminar los rasgos demasiado judíos..., nunca potenciarlos ante el público lector, muchos de ellos paganos. El que Jesús se presentara en su "entrada triunfal" como mesías, y premeditadamente, me parece, pues, más verosímil que la contraria.

Y por último: la ya mencionada -en otro post anterior- confesión de Pedro en Mc 8,27-30 donde lo proclama mesías de Israel. La idea mesiánica de este discípulo, que hablaba por sí mismo y por sus compañeros, encajaba sólo dentro de las concepciones normales del mesianismo judío del momento. También dijimos que no vale el argumento de que los discípulos no entendían nada, a pesar de estar meses y meses, años incluso en íntimo contacto con Jesús, pues no parece en absoluto verosímil que esto ocurriera. Esta afirmación de la incomprensión total de los discípulos (Mc 6,52; no saben quién es Jesús: Mc 4,41; 8,15-21; 9,15-19) debe considerarse solamente como un punto de vista del Evangelista. Por eso la teología posterior del Nuevo Testamento dice que tal concepción judía normal, que no admite el fracaso de la cruz, está equivocada; no es cristiana.

En síntesis: podemos deducir, pues, como una consecuencia bastante segura que el mesianismo de Jesús era aceptado como el normal por el pueblo judío de su momento, que deseaba proclamarlo su rey y que de hecho lo aclamó como tal en su entrada en Jerusalén. Se trataba de un mesianismo judío, no cristiano.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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