El Adopcionismo. Personajes del conflicto



Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Beato de Liébana y Eterio de Osma

La figura de Beato de Liébana se nos presenta desde dos egregios pedestales: el de su santidad oficial, reconocida por la Iglesia, y el de la fama inmortal que le granjeó su archifamoso Comentario al Apocalipsis. Las viñetas que sirven de ilustración a estas páginas están tomadas de esta obra de Beato. Son los famosos "beatos". Este Comentario es una de sus obras señeras. La otra es la que escribió en colaboración con Eterio de Osma bajo el título de Apologeticum aduersus Elipandum. Figuran como autores el monje Beato y su discípulo el obispo Eterio, que se había refugiado en el monasterio de Liébana huyendo del avance de las tropas musulmanas. Con toda probabilidad, el abad Fidel les había dado noticias de la carta que había recibido de Elipando y que representaba un ataque furibundo y despiadado contra Beato y Eterio. Sabía el toledano que en Asturias existían dos bandos frontalmente encontrados en temas cristológicos. Beato y Eterio eran los corifeos de uno de ellos, el que de acuerdo con la enseñanza oficial de la Iglesia de Roma, predicaba que Cristo en cuanto hombre era Hijo natural del Padre. En efecto, en Cristo se daba la unidad de persona, y
esa persona era el Hijo del Padre, Dios como él y digno de adoración.

El otro bando, siguiendo las enseñanzas de Elipando, se oponía a aceptar que el hombre nacido de María pudiera ser considerado Hijo propio y natural del Padre y, para salvar el escollo, introducían el término de "adoptivo" y derivados. La autoridad del arzobispo de Toledo tenía suficiente peso para arrastrar a las masas tras su persona y su doctrina. Pero en Asturias saltó la chispa entre las dos opiniones. Al frente de la postura oficial de la teología romana se alinearon Eterio y Beato. Y contra ellos estalló el orgullo y la furia del toledano. Parece, sin embargo, que en un principio Eterio y Beato se dejaron llevar por los razonamientos del toledano, pues dicen expresamente: "Y aunque con Pedro nos equivocamos, ya con él lloramos nuestros errores" (Eterio y Beato, Apologeticum aduersus Elipandum, Lib. II, PL 96, 981-982).

Si tuviéramos que trazar el perfil de Beato por la visión que de él nos da Elipando, llegaríamos a una solución maximalista en lo negativo. Da la impresión de que el solo nombre del enemigo astur produjera una sacudida convulsiva en el corazón y en la pluma de Elipando. El toledano desgrana una serie de insultos que van más allá de las discrepancias doctrinales. El epíteto que aparece con más frecuencia es el de "antifrásico", lo que quiere decir que es una paradoja que lleve el nombre de Beato un hombre que es un malvado. En este sentido será también calificado como "antifrásico" Félix, quien por más que tenga el nombre de "feliz", es como hereje un desgraciado. De las veintitrés veces que nombra personalmente a Beato, trece le aplica la denominación de "antifrásico". En seis pasajes, lo denomina "nefando"; en cinco, "fétido" o "fetidísimo"; en tres, "pseudoprofeta", etc. Los dos astures son para Elipando herejes, ignorantes y discípulos del Anticristo, fama que ha llegado hasta las gentes que han leído los escritos del arzobispo de Toledo. Más aún, Elipando arroja al rostro de Beato la acusación de una lujuria desenfrenada: "sacrílego y cebado con el vicio de la carne" (Carta a Carlomagno V 2, 22), "entregado a la lujuria de la carne" (Ibid. V 4, 5), "se gloría de haber vuelto una y otra vez al lecho de una prostituta" (Ibid. V 4, 23-24). La verdad es que los dos campeones de la ortodoxia tampoco frenaban su pluma a la hora de dirigir sus dardos contra el toledano. Bestia est, opinan ("es un bestia") Cf. Heterii et Beati ad Elipandum epist., (Apologeticum) Lib. I 107, PL 96, col. 960. Elipando y sus seguidores son calificados por Beato y Eterio de testiculi Antichristi ("testículos del Anticristo"). Y lo razonan diciendo que el Anticristo engendra por medio de ellos a unos hijos que serán fetidísimos testigos de su venida.

Sabemos que Beato fue monje, lo que se deduce del principio de su Comentario al Apocalipsis, donde confiesa a su "santo padre Eterio" que escribe su obra a ruego del propio Eterio y para edificación de sus hermanos (Beato, Sancti Beati Liebana Commentarius in Apocalipsim, Prol. 5, 1-3). Lo más probable es que viviera en el monasterio de san Martín, dedicado más tarde a Santo Toribio. En algunos documentos se le denomina abad (Cf. Alcuino, Carta 119, 3-7; PL 101, 133 D), y con frecuencia presbítero. Vivió en la región de Asturias, libre de la dominación musulmana, y gozó de gran prestigio fuera de su monasterio, incluso en la corte de León antes y después de la muerte del rey Silo (783).

A su lado aparece con frecuencia su amigo y discípulo Eterio. Cavadini sugiere la idea de que Beato pensó en la posibilidad de hacer de Eterio un prócer con el objetivo de contrarrestar desde las tierras liberadas el maligno influjo del arzobispo de Toledo. Frente a Elipando podían ellos presentar en Asturias a un obispo de ortodoxia segura y recomendable. Debemos notar que en la obra contra Elipando Heterii et Sancti Peati ad Elipandum Epistola, Eterio aparece con una cierta autoridad independiente en la lectura del símbolo de Nicea (PL 96, Lib. I, cap. 39, col. 915: Primus ego Heterius Oxomae sedis indignus nominatus episcopus...). Además, en la obra, Eterio está nombrado siempre en primer lugar.

Por lo que a Eterio se refiere, debía de ser a la sazón relativamente joven, pues Elipando recomienda al abad Fidel que "instruya de verdad la adolescencia de nuestro hermano Eterio, alimentada todavía con leche, y que no ha llegado aún al vigor de la perfecta inteligencia" (Elipando, Carta a Fidel, III 27ss). También nombra a Eterio entre los personajes a los que anatematiza al principio del cap. 6 de la Carta a los obispos europeos, y lo califica de "onagro Eterio, doctor fúnebre". Evidentemente, Elipando tenía un bajísimo concepto del obispo de Osma, amigo, discípulo y colaborador de Beato. E. Amann se pone en este detalle del lado de Elipando, pues habla bastante mal de Beato y Eterio cuando expone su juicio sobre los dos astures. Cree que en su obra y en su actitud son tendenciosos, injustos y hasta brutales. Llamar nestoriano a Elipando es simplemente una barbaridad. E. Amann, "L'adoptianisme Espagnol" en A. Fliche y V. Martin, Histoire de l'Église VI, "L'Époque carolingienne", cap. IV, 129-152, Saint Dizier (Haute Marne), 1937. En la obra de Beato y Eterio la gramática es tan maltratada como la dialéctica, pág. 134.

Eterio y Beato, Apologeticum aduersus Elipandum libri II, PL 96, cols. 894-1030, obra extraordinariamente apreciada por Menéndez Pelayo.

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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