La distorsión de la historia de la investigación sobre Jesús (VIII)

Hoy escribe Fernando Bermejo

En mi post anterior ofrecí varias objeciones de peso a la afirmación según la cual en tiempos recientes se ha producido un progreso significativo en la investigación sobre Jesús. De hecho, se podría argumentar incluso que en algunos casos se ha producido cierto retroceso.

En efecto, un examen genuinamente panorámico de la investigación sobre Jesús en relación al reconocimiento claro y coherente del carácter judío de su religiosidad no puede sino concluir que –comparada con una parte de la investigación anterior, por ejemplo ya con algunos autores de los siglos XVIII y XIX, y de principios del XX– la obra de los discípulos de Bultmann (con su anacrónico Jesús, descubierto en virtud del criterio de desemejanza y contrapuesto al judaísmo de su tiempo) supone un claro retroceso, y que una parte de la investigación más reciente no es sino floritura superflua, cuya supuesta novedad es sólo una apariencia. Y uno extrae interesantes conclusiones acerca de la periodización al uso cuando repara en que parte de la investigación contemporánea tiene mucho más que ver con las mejores empresas de los siglos XVIII, XIX y comienzos del XX que con la teológicamente impregnada tarea de los postbulmannianos.

Sería fácil evidenciar el carácter ilusorio de la existencia de un progreso en relación a cualquier otro aspecto aducido. Tomemos, por ejemplo, el de la cuestión capital de la escatología jesuánica. A mediados del siglo XVIII Reimarus percibió con claridad el carácter escatológico del mensaje de Jesús. ¿Supuso esto un progreso para la investigación posterior? No: como ya señaló Schweitzer, la investigación posterior hasta Johannes Weiss puso en sordina este aspecto, y supuso un retroceso respecto a Reimarus. Pero podría objetarse que Reimarus no desarrolló este aspecto de modo sistemático. Pues bien, la obra de Weiss sí contiene la demostración contundente de ese carácter escatológico. ¿Supuso esto desde entonces un progreso para la investigación posterior? No: aunque los investigadores independientes asumieron a Weiss, una legión de exegetas –ya precedidos por A. Ritschl y A. Harnack– como C. H. Dodd, N. Perrin (que ofreció la formulación clásica de esta visión) y varios discípulos de Bultmann excogitaron toda una serie de nociones (escatología realizada, escatología en proceso de realización...) que, o niegan que Jesús haya hablado de la venida futura del reino de Dios, o aseveran que la predicación de Jesús nada tiene que ver con el tiempo pues es un ideal espiritual intemporal, o le atribuyen una espera en un futuro del todo indeterminado (que, por lo demás, resulta categóricamente relativizada frente al supuestamente fundamental anuncio de la presencia del reino de Dios). Las críticas a las inverosimilitudes de tales ficciones ¿supusieron un progreso para la investigación posterior? No: hoy en día, siguen abundando los autores que postulan –en franca continuidad con Dodd y Perrin– que la comprensión escatológica de la predicación de Jesús no sólo es errónea y obsoleta, sino que el consenso escatológico habría sido abandonado a favor de una comprensión sapiencial (así, v. gr., Marcus J. Borg). El Jesús no escatológico (o, más bien, desescatologizado) de una parte de las obras contemporáneas no es sino la herencia intelectual de algunas empresas anteriores, por ejemplo de los discípulos de Bultmann.

Pongamos aún otro ejemplo. John P. Meier ha argumentado que un logro cabal (un “real gain”) de la supuesta “Third Quest” es “una aceptación más confiada del núcleo del texto del Testimonio de Josefo”. Sin embargo, basta con hojear el voluminoso libro de L. H. Feldman, Josephus and Modern Scholarship (1937-1980), Berlin – New York, 1984, para advertir que una revalorización del Testimonium Flavianum –considerado ni como totalmente auténtico ni como falso en bloque, sino como un texto interpolado– se produjo ya en el período analizado por el estudioso judío. Ésta es ya, de hecho, la opinión vertida por un gran estudioso de Josefo en una obra publicada en el primer tercio del s. XX, la de H. S. J. Thackeray, Josephus. The man and the historian, New York,1929.

A la luz de lo dicho, parece resultar claro que quienes aseveran la existencia de un progreso genérico en fases simplemente no tienen en cuenta la literatura disponible. Estos autores incurren en la cómoda ilusión de creer que el presente en el que viven les eleva por encima de sus antepasados. Por consoladora que sea, tal creencia es y seguirá siendo –mientras no aparezcan nuevas fuentes fiables y novedosas– sólo un caso más de wishful thinking.

Hasta el momento hemos mostrado que 5 de las 6 tesis discernibles en el modelo historiográfico predominante no se sostienen. El próximo día analizaremos que tampoco la última de ellas lo hace.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
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