"En tres días vivírás". El mesías cristiano y judío según Israel Knohl (I)

Hoy escribe Antonio Piñero

He leído en “El País”, jueves 10 de julio 2008, p. 34 (sección vida&artes; noticia que ha aparecido también en “El Mundo”, según me comunican = http://www.elmundo.es/elmundo/2008/07/08/orienteproximo/1215552188.html ) la reseña de una conferencia en Jerusalén en la que un profesor de estudios hebreos de la Universidad Hebrea de la misma ciudad, Israel Knhol, ha conseguido leer unas palabras, hasta ahora indescifrables, escritas con tinta en una losa caliza de unos 90 cms. de altura, que por el tipo de escritura y las características del objeto en sí ha sido datada por algunos arqueólogos en el siglo I a.C. En es conferencia pronunciada ante muchos colegas y público en general, había hecho público lo que él pensaba era un gran hallazgo que afecta a la historia más íntima del cristianismo.

Según el Profesor Knohl, la piedra habla de un personaje mesiánico, un cierto líder desconocido, que murió. Luego describe al arcángel Gabriel que pronuncia unas palabras sobre el fallecido. Entre ellas se encuentra el oráculo de que va a resucitar de inmediato con las siguientes palabras “En tres días vivirás”.

Naturalmente, si la lectura es correcta, tanto el contexto –un dirigente del pueblo judío de la época en la que vivió Jesús, con tintes mesiánicos- como el aviso u profecía de una resurrección “a los tres días” de ese presunto mesías, predicha por el arcángel Gabriel, nos sitúa rápidamente en el núcleo del Evangelio cristiano. Todos sabemos que Gabriel es el ángel de la encarnación del mesías en los escritos evangélicos de Mateo y Lucas, y sabemos también que la resurrección de Jesús-mesías es la piedra angular sobre la que se basa toda la teología cristiana que desemboca en el cristianismo (1 Corintios 15).

Según el periodista transmite la noticia en “El País”, J. M. Muñoz, la importancia del descubrimiento sería la constatación de que ya antes del cristianismo podría haber existido en el judaísmo la noción –dentro del conjunto de ideas que se había formado el pueblo en torno al mesías- de que éste habría de resucitar “en tres días”. Se vería afectada por tanto la originalidad del cristianismo en esta noción fundamental, según el mismo periodista.

¿Qué pensar de este hallazgo?

En primer lugar, conviene esperar un poco hasta que otros especialistas en paleografía estén de acuerdo en que las lecturas propuestas por Knohl, del casi ilegible texto escrito con tinta en esa estela de piedra, son correctas. Adolfo Roitman, uno de los responsables del Santuario del Libro, el museo donde se conservan los manuscritos del Mar Muerto en Jerusalén, aconseja prudencia: “La interpretación puede ser un tanto osada”, ha dicho.

Y en segundo, es preciso no deducir conclusiones un tanto sorprendentes, por lo que suponen de un “descubrimiento del Mediterráneo”, como si a estas alturas de la investigación sobre Jesús y el siglo I de nuestra era en Israel apenas supiéramos.

Y centrándonos en la noticia en sí, tal como la transmite el periódico, es preciso un breve comentario.

1. Dice el periódico: “Si realmente es esto (‘en tres días vivirás’) lo escrito en la tablilla, el concepto de resurrección propio del cristianismo tendría su origen en la tradición judía anterior”.

Expresado así, el periodista presenta como algo sensacional lo que no es sino una verdad elementalísima y que todo el mundo sabe –y nadie discute-: tanto Jesús como sus primeros seguidores, todos judíos, habían recibido por tradición ya firme, de unos dos siglos como poco, de la creencia en la resurrección. Todos los piadosos de Israel en el siglo I d.C. –a excepción de los saduceos- defendían la fe en la resurrección de los muertos. Jesús, que en sus concepciones religiosas podría ser calificado al menos de filofariseo, era un acérrimo creyente en la resurrección.

No es extraño que en la continuación del artículo, el Sr. Muñoz afirme que “los profesores presentes en el Museo de Israel (lugar de la conferencia) matizaron que el concepto de resurrección no es ajeno al judaísmo”. Absolutamente elemental.

2. El artículo presenta al Profesor Knohl afirmando que: “Esta teoría ofrece nuevas ideas sobre el personaje histórico de Jesús no como redentor de la humanidad, tal como lo concibe el Cristo, sino como un mesías cuyo objetivo era redimir al pueblo al que pertenecía, el judío”.

La idea así expresada es de nuevo absolutamente obvia. Aunque algunos no hayan aún deducido todas las consecuencias, la “judeidad” de Jesús es algo elemental en la investigación sobre Jesús hoy. Y sobre ella se han escrito ya muchos libros. El lector tiene uno, de conjunto, que se titula, “La judeidad de Jesús” (Jesus’Jewishness. Exploring the Place of Jesus within Early Judaism), editado por James H. Charlesworth, y publicado por The American Interfaith Institute, Crossroad, New York… ¡de 1991!

El lector de este blog ha leído en él muchas veces la defensa de esta idea básica, “Jesús era un judío y no rompió los marcos de la religión judía”, tanto en lo que escribe el Profesor Bermejo como yo mismo. La idea fue expresada como un aforismo por Julius Wellhausen (“Jesús fue un judío; no un cristiano”), el famoso estudioso del Antiguo Testamento, que tiene también una obra muy importante de Introducción a los tres primeros Evangelios, de 1905 (Hans Dieter Betz, “Wellhausens’s Dictum ‘Jesus was not a Christian, but a Jew’ in Light of Present Scholarship“, Studia Theologica 45 (1991) 83-110. Reimpreso en Antike und Christentum, Gesammelte Aufsätze IV, Mohr, Tübingen, 1998, 3ss. Betz argumenta que en la situación presente de la investigación este dicho tiene aún plena y absoluta validez.)

Ha corrido mucha tinta desde los trabajos de G. Dalman (“Las palabras de Jesús = Die Worte Jesus, I, Leipzig 1848), y las obras de estudioso judíos de Jesús en el siglo XX, como Joseph Klausner, C. G. Montefiore, R. Eisler, David Flusser, G. Vermes, S. Sandmel, S. Ben-Chorin, S. G. F. Brandon, y tantos otros estudiosos judíos de nuestra época.

Toda la Escuela de la Historia de las Religiones ha puesto de relieve el paso fundamental dado por el cristianismo, de la mano sobre todo de Pablo de Tarso, al hacer de Jesús, el heraldo del reino de Dios judío, el que al menos al final de su vida se creyó el mesías de Israel, un salvador universal tal como exigía el sentido común si de verdad se pretendía ofrecer a los paganos que vivían a lo largo y ancho del Imperio Romano del siglo I d.C. un mensaje de salvación que fuera aceptado por ellos. El cambio era indispensable. Todo es tan evidente y obvio en la investigación que resulta un tanto sorprendente verlo en los periódicos en 2008 como algo nuevo.

3. Y lo que más llama la atención es el siguiente aserto del artículo periodístico: “Varios expertos añaden que la figura de Jesús se comprendería mejor tras estudiar la agitada historia política de los judíos de aquella época” (= siglo I d.C.). Tal como está expresado, supone otro "descubrimiento del Mediterráneo". ¿Qué otra cosa ha estado haciendo la investigación seria sobre Jesús en todo el siglo XX e incluso antes, en especial desde la publicación de la obra de Emil Schürer, Historia del pueblo judío en tiempos de Jesús, en tres volúmenes, cuya segunda edición, ya con este título, si no me equivoco es de 1886 (¡!) (en castellano existe la versión de los dos primeros volúmenes de la moderna edición revisada y puesta al día por G. Vermes/F. Millar/M. Black [vol. I Fuentes y marco histórico, Cristiandad, Madrid 1985].

Son cientos y cientos los libros que se han escrito sobre la historia de este período, cientos los estudios sociológicos e historia general sobre la época que han arrojado luz decisiva sobre el tiempo de Jesús y sobre su figura, obras que son conocidas por todos los interesados en el tema. Confieso que me produce una cierta desazón ver en los periódicos como algo novedoso lo que no es sino lo más elemental, incluso entre lo que se publica en español, cuya bibliografía es ahora buena.

4. Y, lo más importante, que comentaremos el próximo día, es que las ideas de Knohl no son más que una repetición y explicitación de lo que ya ha expuesto en un libro, a propósito de una interpretación suya de ciertos textos discutidos de entre los Manuscritos del mar Muerto, y que ha sido editado en español por la Editorial Trotta y que está al alcance de todos puesto que es del 2004. El libro se titula: The Messiah before Jesus. The Suffering Servant of the Dead Sea Scrolls. Univ. of California Press. XI + 145 pp. Versión española, Trotta, Madrid, 2004, El mesías antes de Jesús, ISBN 84 3011535-8685-7. El traductor de este libro he sido yo.

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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