Adopcionismo. Personajes del conflicto



Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Carlomagno

Uno de los personajes más significativos de la Edad Media cristiana fue sin duda ninguna Carlomagno, rey de los francos, a quien el papa León III, en reconocimiento por sus servicios a la Iglesia, coronó como emperador en la fiesta de Navidad del año 800. Tuvo como meta ideal la restauración del Imperio Romano bajo el signo de la cruz y las bendiciones del Papa. Tomó a su cargo la promoción de la cultura y la defensa de la fe católica. Para ello, puso exquisito cuidado en rodearse de consejeros que realizaban para él la tarea cultural. Carlomagno bastante tenía con las frecuentes campañas con las que consiguió unir extensos territorios bajo su corona. Había nacido hacia el 742 en la zona denominada Neustria, entre los ríos Loira y Mosa, región noroccidental del reino de los francos.

Era hijo natural de Pipino el Breve y de Bertrada de Lión, a quien hizo luego su esposa dando legitimidad a Carlomagno como heredero del trono. Pipino educó a su hijo en la teoría y la práctica de la doctrina cristiana, de la que fue paladín y protector. Era nieto de Carlos Martel, el que en el 732 venció a los musulmanes en las cercanías de Poitiers, deteniendo así su avance hacia el corazón de la Europa cristiana.

Carlomagno quiso restaurar el antiguo imperio romano de Occidente. En ese sentido consideraba él su dignidad de emperador coronado por el Papa. Muerto su padre Pipino, quedó repartido el reino franco, del que Carlomagno recibió al principio la parte occidental, a la que añadió la oriental a la muerte de su hermano, y más tarde anexionó el reino de los lombardos. Combatió en España contra los musulmanes y pretendió conquistar Zaragoza. Pero tuvo que retirarse y sufrió el ataque de los vascones en el paso de Roncesvalles. Corría el año 778. Más tarde logró crear la denominada Marca Hispánica en el norte de Cataluña, Aragón y Navarra.

Su actuación en la controversia adopcionista fue decisiva y trascendental. Rodeado de buenos teólogos y gozando del aprecio particular de los papas, supo tratar el problema con extraordinario tacto político. Arropó con su protección a los antiadopcionistas, y muchas veces garantizó con su presencia las posturas de los defensores de la ortodoxia. En Ratisbona fue testigo de los debates, y desde allí remitió a Félix de Urgel a Roma para que las autoridades supremas de la Iglesia vieran el fruto de su celo desplegado en la defensa de la fe. Él fue quien convocó el concilio de Francfort del año 794. Él propició el debate de Aquisgrán (799), mantenido en su propio palacio entre Félix y Alcuino de York, que acabó con la resistencia del urgelitano. Fue posiblemente su "brazo secular" el que colaboró para retener a Félix en Lión, lejos de su sede y de sus fieles. Murió Carlomagno de pleuresía en Aquisgrán el 28 de enero del 814 y fue enterrado en la Catedral de esa misma ciudad.

Elipando le escribió una sentida carta, en donde, después de un prólogo laudatorio con augurios para su misión histórica, lanza contra Beato amargas invectivas e intercede por Félix. Beato, añade Elipando, debiera salir del territorio del emperador para no mancharlo con el veneno de su doctrina. Por el contrario, Félix debería recuperar su sede y su cargo, y regresar junto a sus ovejas. La carta no logró los objetivos que Elipando pretendía. Félix, como súbdito de Carlomagno, hubo de sentir el peso de su poder mientras que Elipando gozaba de libertad y no sufría las presiones de que fue víctima el obispo de Urgel. Recordemos que Elipando era súbdito políticamente de los emires de Córdoba, mientras que Félix, obispo de una sede situada en el territorio sometido a la autoridad de Carlomagno, sintió sobre su persona y su conducta la presión política del emperador y sobre su conciencia la autoridad de Roma.

Alcuino

Es otro de los personajes más destacados en la controversia del Adopcionismo. Consejero de Carlomagno y auténtico magister de omni re scibili, había nacido en York (Inglaterra) en el 735. Se había educado en la escuela arzobispal de su ciudad, en la que acabó siendo maestro. El año 781, a su vuelta de una misión en Roma, se encontró en Parma con Carlomagno, quien quedó prendado de su ciencia y personalidad. El rey vio en Alcuino una persona que podía serle muy útil para las reformas culturales que proyectaba para su reino. Alcuino siguió al rey, se convirtió en su preceptor en la escuela palatina de Aquisgrán y acabó siendo uno de los principales mentores del movimiento que más adelante fue llamado "Renacimiento carolingio".

Escribió obras de toda índole tanto profanas como religiosas. Compuso abundantes poemas, y fue un fiel corresponsal, del que se han conservado 232 cartas, de ellas treinta dirigidas al mismo Carlomagno. Hombre de confianza del emperador, se vio envuelto en los problemas de su tiempo, entre otros, en las diferentes fases de la controversia adopcionista. Discutió con celo y sabiduría, de palabra y por escrito, con Félix de Urgel, a quien en el plano teológico temía. También escribió una breve carta a Félix, y otra muy importante a Elipando que le contestó con inaudita contundencia. Ambas cartas, la de Alcuino a Elipando y la consiguiente respuesta del toledano, van traducidas en el volumen de sus obras porque son significativas de las dos posturas de la controversia.

Alcuino fue el enemigo más serio que tuvieron los adopcionistas, si bien consideraba la herejía desde órbitas y perspectivas distintas de las españolas. En el decisivo debate de Aquisgrán (799), mantuvo un agónico cara a cara con Félix, y fue el principal representante de las posturas ortodoxas durante una disputa que se prolongó a lo largo de toda una semana (J. F. Rivera, El Adopcionismo..., 1980, pág. 70). Recordemos que después de aquel debate Félix reconoció finalmente sus errores con más buena voluntad que convencimiento, pero fue definitivamente depuesto y desterrado a Lión.

Entre sus obras, muchas y variadas, nos interesa aquí subrayar su Libro contra le herejía de Félix (Aduersus Felicis haeresim libellus, PL 101, 85, año 798). En la respuesta y refutación que escribió Félix al Libellus introdujo el novedoso término de "Dios nuncupativo" que tanto escándalo produjo entre los carolingios. “Nuncupativo” era un término por el que se admitía que se podía denominar Dios a Cristo. Los ortodoxos no se dieron por satisfechos porque lo interpretaban en el sentido de que Cristo sería Dios solamente de nombre. Pero donde Alcuino descargó todo su bagaje teológico fue en sus Siete Libros contra Félix (Aduersus Felicem Libri VII (PL 101, 119-230). Y para Elipando reservó todavía sus Cuatro Libros contra Elipando. (Aduersus Elipandum Libri IV (PL 101, 231-300).

Cuando Alcuino, llamado también Flaco Albino, murió en Tours como abad del monasterio de san Martín, Elipando probablemente había abandonado también este mundo. Y su otro adversario, Félix, callaba y meditaba en las soledades de Lión, recluido como peligroso para la paz de la Iglesia y la unidad de la fe. Alcuino, por lo tanto, descansó en paz.

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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