“En tres días vivirás”. Comentario a las tesis de Israel Knohl (y V)

Hoy escribe Antonio Piñero

¿Qué pensar de las tesis de Israel Knohl? Brevemente expongo mi parecer.

1. Respecto al texto escrito con tinta de la piedra caliza del siglo I d.C. que comentamos el primer día: sigo pensando lo que manifesté al principio: todo depende de que la lectura sea confirmada por otros expertos. Segundo: aunque se confirme la lectura, las consecuencias respecto al concepto de mesías en el judaísmo del siglo I que de ella se puedan extraer dependen también de lo que se opine del conjunto de otros textos presentado por Knohl.

2. Respecto a los himnos 4QHe, 4QHa fr. 7, y 1QHa col. 26, he consultado voces más autorizadas y competentes que yo en los textos de Qumrán. Éstas sostienen algo parecido a lo que ocurre con las palabras escritas sobre la piedra caliza: que las lecturas no son del todo seguras, como sostiene Knohl, y que la discusión continúa. Por tanto no es sensato pronunciarse de una manera definitiva.

Ahora bien, tal como se leen los textos Knohl, da la impresión de que quien habla podría ser en verdad un judío que se creía absolutamente inspirado por la divinidad. Como consecuencia tenía una doctrina teológica que podía compararse a la sabiduría de los ángeles y podía codearse con ellos, hasta sentarse en un trono semejante. Y, por último, que la gente no le reconocía tal capacidad y que por ello era menospreciado y humillado. No veo, sin embargo, en absoluto claro que haya que calificar a ese individuo que así se expresa en los Himnos como un agente mesiánico que tenía cierta conciencia de estar cerca del ámbito divino, es decir, un personaje que se cree a sí mismo investido de una misión divina estrictamente mesiánica, con todo lo ue eso implica. Me parece ver demasiso en esos textos.

Quizá pudiera deducirse también que ese personaje se pinta a sí mismo con los colores del siervo de Yahvé del profeta Isaías, como "varón de dolores", sufridor a la vez que adicto a Yahvé y que al final acabará vindicado por Éste. Sí tendríamos aquí por analogía la ilustración de un proceso que luego efectuarán los cristianos: reinterpretar la imagen y misión de Jesús gracias a los textos de la Escritura, en concreto el siervo de Isaías.

3. Respecto al secreto mesiánico: los textos presentados por Knohl se reducen a la existencia de un tal Menahén, esenio, consejero de Herodes el Grande y que es el autor –identificado por Knohl- de los himnos arriba comentados. Knohl arguye que tenemos aquí a un personaje que se creía el mesías, pero que guardaba celosamente su secreto, lo cual hace el caso de Jesús semejante al suyo.

Esta tesis es simplemente hipotética, no es compartida por la inmensa mayoría de los estudiosos y no invalida en absoluto los argumentos de análisis filológicos de W. Wrede, que apuntan hacia la absoluta inverosimilitud de que ese secreto mesiánico fuera algo voluntario en Jesús. Aparte de la presunta existencia de ese Menean, nada indica con seguridad que Jesús se inspirara para interpretar su vida y misión en ese personaje y que copiara de él el “secreto mesiánico”.

4. Respecto al oráculo de Histaspes y sus conclusiones sobre la muerte y resurrección del mesías en Qumrán, es conveniente recordar tan sólo que su interpretación por Knohl es también aventurada.

Está unida a una exégesis relativamente insegura del capítulo 11 del Apocalipsis de Juan (ruego a los lectores que lean este texto) y del capítulo 7 del Libro de Daniel más el 53 del Libro de Isaías. De ello deduce Knohl lo siguiente: los discípulos y seguidores del mesías qumránico creyeron que éste había resucitado al tercer día y había ascendido a los cielos en una nube. En aquellos momentos estaba sentado en el cielo tal como se había visto a sí mismo en una visión, “sobre un trono poderoso en el consejo de los ángeles”. El mesías habría de retornar a la tierra finalmente, descendiendo desde arriba sobre las nubes del cielo, rodeado de ángeles. Había llegado, pues, el tiempo para el aniquilamiento de la cuarta bestia, Roma, y para que el mesías cumpliera la visión daniélica del “hijo de hombre”.

Mi opinión es que todo esto fue lo que dedujeron los cristianos, no lo que dedujeron los qumranitas de su mesías y que luego copiaron los cristianos. Opino que toda la teología sobre el “Hijo del Hombre” como título mesiánico, aparece por primera vez en los Evangelios Sinópticos y que leerla hacia atrás en textos de Qumrán y análogos es invertir el proceso. En mi opinión, primero fueron los cristianos los que generaron la teología del “Hijo del Hombre” y la aplicaron a Jesús en los Evangelios Sinópticos, y luego –quizá- lo imitaron conscientemente los judíos en el Libro de las Parábolas de Henoc y el IV de Esdras. Es decir, tanto este Libro de las parábolas como el del pseudo Esdras son reacciones expresas de los judíos a tesis cristianas. Algo así como: “Habéis aplicado a Jesús unas palabras de las Escrituras de un modo no correcto. Estas Escrituras apuntan, por el contrario, hacia nuestra interpretación: el Hijo del Hombre es o bien Henoc, o bien el Hombre que viene del mar” (el mesías judío presentado en el Libro IV de Esdras). Por esta razón no me convencen en absoluto los argumentos de Knohl.

5. Respecto al texto 4Q246 “Hijo de Dios”, debe decirse: tiene razón Knohl en que de Qumrán -y lo sabemos sobre todo por este texto y por 11QMelquisedec- se puede afirmar que no le hacían ascos a la idea de que el mesías fuera ciertamente un ser humano pero con ciertos rasgos celestes y sobrehumanos.

Que esto es así es un excelente caso y vale para hacer verosímil que el proceso cristiano de concebir que el mesías Jesús estaba sentado, o de pie, “a la diestra del Padre”, es decir que tras su muerte se vio que “tenía un cierto estatus celeste”, era una idea no rechazable en absoluto por cierto tipo de judaísmo. Este ambiente religioso hace verosímil el proceso de divinización de Jesús. Por otro lado, este tema de Jesús como “hijo de Dios” ha sido tratado por mí in extenso en un capítulo de Biblia y Helenismo, “El cristianismo en la religiosidad de su tiempo” (pp. 471-534), El Almendro, Córdoba, 2006, y que creo puede ser objeto de un tema de blog en tiempos no lejanos.

Pero que ese personaje, “hijo de Dios” sea Augusto, no creo que sea compartido por muchos estudiosos.

6. Por último sobre el “mesianismo sufriente" como concepto teológico no inventado por los cristianos y ya existente en Qumrán: me confirmo en lo dicho en el apartado 2. de este post. No me parece seguro que los textos 4QHe, 4QHa fr. 7, y 1QHa col. 26 sean estrictamente atribuibles a un personaje con absoluta conciencia de "mesías sufriente", o que pensara que como plan divino ab aeterno, como los cristianos la concepción del mesías contenía indispensablemente una dosis de "catástrofe", al menos aparente.

Ahora bien, si por cualquier otro procedimiento se probara que para los qumranitas ya era conocido ese concepto de “mesianismo sufriente”, saludaría con gozo esa prueba. Pero aún así no creo que eso modificara nuestra percepción de los orígenes del cristianismo.

Y con esto hemos terminado nuestro comentario a la noticia periodística de la que dimos cuenta en nuestro post inicial de esta miniserie.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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