Jesús como el “Hijo del Hombre” (I)

Hoy escribe Antonio Piñero

Iniciamos hoy otro apartado importante dentro de lo que pudo ser la conciencia que Jesús tenía de sí mismo como mesías.

Dentro del marco de unas concepciones muy judías, aunque con las precisiones que hemos señalado debidas al genio de Jesús, quedó respondida ya, laboriosamente, una de las preguntas anteriores "¿Qué tipo de mesianismo era el de Jesús?". Y hemos sostenido que, al menos al final de su vida, Jesús tuvo una conciencia mesiánica, pero que la concepción de ese mesianismo se correspondía no con nociones cristianas, sino más bien con las tradicionales en Israel.

Nos preguntamos ahora si Jesús se consideró a sí mismo mesías con el título mesiánico preciso de “Hijo del hombre”. La respuesta positiva a esta cuestión es lo que parece deducirse de una lectura rápida, no pausada y no crítica, de los Evangelios. Estos escritos y el resto del Nuevo Testamento, en especial los Hechos de los apóstoles, nos dicen claramente que Jesús de Nazaret es el mesías (Hch 2,36), muerto y resucitado (Hch 2,32), que se tituló a sí mismo “el Hijo del Hombre” en múltiples momentos, que predijo por lo menos en tres ocasiones su muerte y resurrección (Mc 8,31-33/9,30-32/10,32-34 y par.), y que habrá de venir al final de los tiempos como juez supremo de vivos y muertos (Hch 10,42).

Respecto a este título “Hijo del hombre” y su sentido me he expresado ya en dos obras, Fuentes del cristianismo (El Almendro, Córdoba) y Guía para entender el Nuevo Testamento (Trotta, Madrid). No es ocasión, pues, de repetirme. Sin embargo, y porque viene a cuento ya que estamos tratando de la autoconciencia mesiánica de Jesús, sintetizaré mi pensamiento: añadiré algunos textos y comentarios distintos; también quizá algún planteamiento nuevo.

Vamos a presentar en primer lugar con más detenimiento los pasajes más pertinentes del Nuevo Testamento a propósito de la concepción de Jesús como “Hijo del Hombre”. Las nociones teológicas en torno a esta expresión se enmarcan sobre todo en la creencia cristiana en la “segunda venida” de Cristo.

La segunda venida

Los Evangelios afirman que durante su estancia en Jerusalén en la que fue la última semana de su vida, Jesús pronunció un largo discurso en el que predijo cuáles serían las señales que acompañarían al final de los tiempos (Marcos 13) y en concreto su venida como juez. Y –también según los Evangelios- en otras ocasiones, por ejemplo durante el juicio sumarísimo al que fue sometido por las autoridades judías, anunció como él estaría, tras su muerte, sentado a la diestra del Padre y vendría cabalgando sobre las nubes del cielo para juzgar a vivos y muertos en el gran juicio final (Mc 14,62). Veremos, sin embargo, en seguida -a lo largo de pots siguientes- cómo estas afirmaciones son en extremo problemáticas a la hora de precisar con exactitud si pertenecen o no al estrato del Jesús histórico.

No hay disputa entre los comentaristas en aceptar que el título “Hijo del Hombre” como designación mesiánica específica ha sido tomado sin duda de la escena del Libro de Daniel donde se describe el trono de Dios ante el que se celebra un juicio contra las naciones rebeldes a su ley:

Yo seguía contemplando en las visiones de la noche: Y he aquí que en las nubes del cielo venía como un Hijo de hombre. Se dirigió hacia el Anciano y fue llevado a su presencia. A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás. Yo, Daniel, quedé muy impresionado en mi espíritu por estas cosas, y las visiones de mi cabeza me dejaron turbado (7,13-15).


El primero cronológicamente en pintar la venida de Jesús es Pablo de Tarso, y lo hace de un modo muy sencillo, en un texto citado ya, de 1 Tes 4,13-18, pero que conviene recordar ahora:

Hermanos, no queremos que estéis en la ignorancia respecto de los muertos, para que no os entristezcáis como los demás, que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y que resucitó, de la misma manera Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús. Os decimos eso como palabra del Señor: Nosotros, los que vivamos, los que quedemos hasta la venida del Señor no nos adelantaremos a los que murieron. El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.


Aunque parece claro el trasfondo del Libro de Daniel, Pablo no califica a Jesús como Hijo del Hombre, sino como “Señor”. El cambio puede explicarse con cierta facilidad en Pablo ya que cuando predica su mensaje de salvación universal en el escenario del Imperio Romano la expresión totalmente judía el “Hijo del Hombre”, no significaba nada a menos que se explicara pormenorizadamente. Pablo omite la explicación y califica a Jesús simplemente como “Señor”, griego Kýrios, que era un término absolutamente comprensible para todos los oídos, judíos o paganos

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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