El cambio general de la religión judía al contacto con el helenismo (XIV)

Hoy escribe Antonio Piñero

Concluimos el tema de la Formación de sectas en el interior del judaísmo en época helenística con una descripción somera de ellsa, porque el tema es muy conocido.

El pueblo de la tierra

Poco hay que hablar de este grupo, porque en general la historia no se detiene a considerar la simple masa del pueblo, sino que habla de los destacados por algún motivo. Sólo insistir en que esta gran masa practicaba intensa y cordialmente su religión. Como resume E. P. Sanders en el epílogo de su importante libro sobre el judaísmo en torno al siglo I, esas gentes judías trabajaban duramente, creían en las Escrituras otorgadas por Dios, practicaban la rutina diaria de su religión y sus festividades, rezaban cada día varias veces, daban gracias a Dios por sus dones y por ser el pueblo elegido, iban el sábado a la sinagoga, preguntaban lo que creían deber preguntar a sus maestros y los escuchaban atentamente. Procuraban pagar sus diezmos, circuncidar a sus hijos, guardar el sábado, ofrecer regularmente sus sacrificios y asistir al Templo al menos una vez al año en donde celebraban sus festividades con gozo y alegría (p. 494).

Por tanto, este “pueblo de la tierra” no puede considerarse esa “masa condenada” (massa damnata), desobediente y poco practicante, como más tarde la pintarán ciertos rabinos de los siglos II y III quienes dibujaban el pasado conforme se lo imaginaban de acuerdo con sus ideales puristas. Y esta “gran masa del pueblo” tampoco se dejaba influir tanto por los fariseos o cualquier otro grupo como para que éstos gobernaran totalmente sus vidas -como afirman de nuevo esos rabinos-, sino que vivían su religión conforme a una teología común simple pero bien establecida, y respetaban no sólo a los fariseos sino también a los sacerdotes y a los levitas, de modo que –en síntesis- la Alianza, la Ley y el Templo eran para ellos lo más grande del mundo.

Saduceos y fariseos

Como saduceos y fariseos son bien conocidos gracias al Nuevo Testamento, tratremos brevemente de ellos y en conjunto contrastando sus opiniones. La diferencia esencial entre estos dos grupos se manifiesta sobre todo en la piedad cultual y en la comprensión de la Ley, en lo que insistiremos en seguida. Sus divergencias se traducen también en una lucha sorda entre la antigua aristocracia sacerdotal y un estrato del pueblo que adquiere cada vez más importancia como líder religioso de la nación. Los saduceos eran los conservadores del pueblo judío de la época, los representantes de una religiosidad antigua en todos los aspectos. Paradójicamente, por otra parte, las capas altas de la sociedad –y la aristocracia saducea formaba parte de ellas– aceptaron de buen grado la helenización en Israel, sin duda porque la connivencia con los gobernantes helenísticos facilitaba el mantenimiento de su status social.

Se confirma así lo que hemos dicho ya acerca de los diferentes grados de helenización en el judaísmo. Entendían los saduceos que la única ley era la escrita, el llamado Pentateuco, los cinco primeros libros de la Biblia, del Génesis al Deuteronomio. Por eso se oponían a todo progreso en la Ley representado por la tradición y la llamada “ley oral”, que según sus adversarios fariseos procedía del mismísimo Moisés. Nuevas creencias, derivadas de la interpretación de la Biblia, que se habían ido introduciendo en el pueblo de la mano de los fariseos y que superaban lo que se enseñaba explícitamente en esos cinco primeros libros de la Biblia no eran compartidas por los saduceos.

Así rechazaban la inmortalidad del alma, la creencia en la resurrección de los muertos, la vida en el mundo futuro, y aborrecían de todas las especulaciones sobre el fin del mundo presente y el advenimiento del reinado de Dios, con sus guerras y catástrofes cósmicas, tan propias de los grupos apocalípticos. Con otras palabras, los saduceos no se sentían conformes con una religión que poco a poco en época helenística comenzaba a construir su fe teórica en una serie de nuevos “dogmas” (más en el sentido amplio de “enseñanzas” que en el restrictivo de doctrinas inmutables, dado que el judaísmo seguía siendo una religión de la acción más que de ortodoxia dogmática). Tampoco participaban de la típica piedad farisea, de su deseo por la pureza cultual fuera del Templo (que los propios saduceos controlaban), del vaivén entre una profunda sensación de pecado y miseria del ser humano y la conciencia orgullosa de ser justos ante Dios por el exacto cumplimiento no sólo de la Ley escrita, sino de la oral también.

No sentían los saduceos especial interés por los conceptos de la gracia divina respecto al pecador, y la insistencia en el arrepentimiento y la penitencia por los pecados, tan propia de los fariseos, les era más bien extraña. Los saduceos, pues, eran los representantes de una religión antigua y tradicional bien apegada a la existencia en este mundo. Por último, respecto a los fariseos, quienes centraban su piedad en el estudio de la Ley y los profetas, los saduceos no admitían como Escritura sagrada más que los cinco libros de Moisés. El resto, libros históricos, sapienciales, proféticos, no era otra cosa que literatura piadosa.

Esenios

Los esenios son la tercera gran secta o grupo del judaísmo helenístico. Su nombre viene probablemente de la helenización del arameo hase’, pl. hasen, que significa simplemente los “piadosos”. No debe confundirse esta secta sin más con el subgrupo esenio de Qumrán que produjo los manuscritos del Mar Muerto. Tras ciertas vacilaciones hoy se sostiene ya firmemente que estos “monjes” qumranitas no son más que una rama de un movimiento más amplio de piadosos fanáticos, los esenios por antonomasia, que en época de Jesús, según Flavio Josefo y Filón , eran unos 4.000. Su origen próximo, como grupo visible, está probablemente en la misma raíz común del “hasidismo” o “movimiento por la piedad” que se remonta a la primera época macabea y que produjo a los fariseos y a estos esenios. su origen remoto es anterior, y se debe buscar en el magama de grupos apocalípticos q se formaron quizás incluso anes de la llegada de las tropas de Alejandro Magno a Fenicia, Israel y Siria. En el Nuevo Testamento no aparecen representados por este nombre de esenios, pero probablemente se esconden tras la denominación “escribas” y “doctores de la Ley” (H. Stegemann), como distintos a los fariseos y saduceos.

Los esenios formaban ante todo una suerte de comunidad cerrada (más todavía que las haburot –“compañías”, “cofradías” o “hermandades”– en que se agrupaban los fariseos), que casi puede clasificarse como “orden” semimonástica en el caso de los esenios de Qumrán, si se permite la comparación con el monacato propiamente dicho, ya de origen cristiano. Los miembros solían vivir en casas apartadas o en las afueras de las ciudades con los bienes en común, las casas por supuesto, los bienes adquiridos por el trabajo e incluso las vestiduras. La mayoría eran célibes, y los que se casaban lo hacían sólo con vistas a la procreación y bajo determinadas y estrictas reglas de convivencia marital. Aceptaban también los hijos de personas de fuera para educarlos en su estricta concepción del judaísmo.

Su organización era estrictamente democrática y nombraban sobre sí una suerte de funcionarios o administradores que regulaban la vida y controlaban la economía común. Respecto a su ideario en cuanto diferenciado en parte de los fariseos hay que señalar su apartamiento del culto del Templo por considerarlo impuro, aunque observaran las reglas de la pureza sacerdotal (muchos esenios eran sacerdotes) con especial hincapié en las abluciones diarias purificatorias y las comidas en común en un régimen de pureza cultual. Puede observarse en estas dos prácticas un cierto aspecto sacramental, ausente del resto del judaísmo. La orden estaba separada estrictamente de los de “fuera”. Se creían el resto privilegiado de Israel y los depositarios verdaderos de la Alianza. Tenían un aprecio superior por la observancia de la Ley y cultivaban una escatología ferviente, individualista, en el sentido de que esperaban una próxima redención de Israel en la que ellos ocuparían los primeros puestos. Creían en la inmortalidad, al menos del alma, en la retribución y en una futura vida dichosa. Tenían especial respeto por los escritos de los profetas y los estudiaban con pasión, junto con la Ley, por supuesto, en la idea de que en ellos se encontraba la clave de los próximos acontecimientos futuros del fin del mundo presente.

Celotas

El cuarto grupo o secta de los judíos del Helenismo son los celotas y pertenecen a los momentos más tardíos de la época. Como partido religioso-político bien constituido los celotas no aparecen hasta después de la muerte de Jesús, pero su espíritu puede rastrearse mucho antes. En lo que respecta a ideología los celotas eran fundamentalmente fariseos, pero fariseos consecuentes en lo político y lo militar. Si Israel era propiedad y de Dios y los israelitas no podían admitir otro Señor que no fuera Yahvé, los celotas sacaban de ello las naturales consecuencias: no se podía servir a señores extranjeros; era una blasfemia que la heredad de Dios, Israel, estuviera ocupado por potencias extranjeras, impuras e impurificadoras de la tierra santa. El primer paso para lograr una politeía que permitiera la total observancia de la Ley era expulsar a todo extranjero de Israel. Una vez logrado este objetivo previo, la constitución del estado sería teocrática y sus normas de derecho, religión y convivencia se regirían por el ideario fariseo.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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