El Adopcionismo y sus problemas

Hoy escribe Gonzalo del Cerro

El problema teológico del Adopcionismo (III)

Significado de la controversia en la historia de la Teología

Algunos investigadores han acusado a Menéndez Pelayo de ver la controversia adopcionista con una cierta estrechez de miras, como si el Adopcionismo hubiera aparecido en España por generación espontánea. (Abadal y Vinyals, La batalla del adopcionismo..., Barcelona, 1949, pág. 61). La controversia no ha surgido solamente como fruto de una reflexión teológica sobre la Cristología, por más que ésta sea una de las posibles hipótesis sobre su origen. Pero se nos antoja harto difícil admitir que fuera un capítulo independiente del debate cristológico. La unión de la divinidad con la humanidad en Cristo fue siempre fuente de serios problemas.

Aunque la doctrina oficial de la Iglesia fue marcando la línea sutil de la ortodoxia, la razón humana tropezó siempre con las dificultades que la Encarnación del Verbo en un hombre perfecto comportaba. Ya decía Apolinar (s. IV) que "donde se da un hombre perfecto, allí se da también el pecado". El mismo Apolinar fue el autor de la famosa fórmula: "Una sola naturaleza (physis) del Verbo divino hecha carne", en donde no se distinguía suficientemente naturaleza y persona, y los intérpretes tienen que hacer demasiados equilibrios para explicarla -y lo fue por varios autores- en sentido ortodoxo. Pero el problema estaba ahí como agazapado tras definiciones conciliares e interpretaciones patrísticas oficialmente correctas. La mencionada "comuniación de propiedades" (communicatio idiomatum) siguió siendo piedra de escándalo. Afirmar, como hace E. Amann, que el Adopcionismo era algo así como una puesta a punto de una teología española anticuada y encerrada en sí misma parece un apriorismo. Los españoles adopcionistas se apartan precisamente de la teología oficial tradicional y tienen que enfrentarse con los teólogos europeos y con la misma Roma. Todos los maestros de teología que a lo largo de la historia de la doctrina cristológica tuvieron problemas con la Iglesia oficial, fueron precisamente unos inconformistas, y hasta rebeldes en el mejor sentido de la palabra. La controversia hizo que muchos conceptos se aclararan y precisaran. Y eso fue mérito de unos teólogos que volvieron a poner el dedo en una llaga nunca cerrada del todo o, al menos, para todos.

Por esta razón, se han propuesto otras hipótesis que justificaran el resurgimiento del debate y, sobre todo, el tono agrio y apasionado de su desarrollo. Pero hablamos de resurgimiento justamente porque el Adopcionismo no es un invento ni de Elipando ni de Félix, por lo menos, en su contenido fundamental. Ni siquiera fueron ellos los inventores o introductores de la palabra "adopción", por más que la variante denominada Adopcionismo haya quedado ligada a esta modalidad de herejía en España y en algunas zonas de dominio carolingio durante el siglo VIII. Hubo ya en las lejanías de los siglos II-III una forma relacionada con algunas corrientes del arrianismo que enseñaban Teodoto, el comerciante en pieles, y Pablo de Samosata. Epifanio hablaba con cierta sorna de los álogoi, haciendo un juego de palabras con el término griego que significa "animal irracional" y persona que no admite el Logos. (Epifanio, Panarion 51). Más adelante, en los siglos IV-V aparecieron en la escuela de Antioquía personajes que se habían distinguido en la lucha contra el arrianismo y el apolinarismo. Arrio también era oriundo de Siria. Destacaron Diodoro de Tarso († 392) y Teodoro de Mopsuestia († 429). Arrio negaba la divinidad de Cristo; Apolinar enseñaba que de dos seres perfectos no podía surgir una unidad. Tanto Diodoro como Teodoro acabaron distinguiendo en Cristo al hijo de la gracia y al hijo de la naturaleza. El primero había nacido de María; el segundo era el Hijo natural del Padre. Sin embargo, como más tarde harán Elipando y Félix, nunca admitieron dos hijos. Y más concretamente, comparando la unión matrimonial del varón y la mujer que, siendo dos, son una sola carne según Gen 2, 24, concluían diciendo que las dos personas (prósõpa) del Verbo y del "hombre asumido" (homo assumptus) ya no son dos sino una sola persona (prósõpon). Nestorio participó de estas mismas ideas. Se basaba en dos pilares para él firmes e inconmovibles. El primero era la absoluta inmutabilidad de Dios. El segundo, la errónea identificación entre naturaleza y persona. Cristo era verdadero Dios y verdadero hombre; en él había dos naturalezas perfectas; luego en él había dos personas, un Dios Hijo del Padre, y un hombre hijo de María. En lógica consecuencia, Nestorio negaba la "comunicación de propiedades".

No es necesario subrayar las semejanzas entre esta doctrina y la enseñanza de los adopcionistas. J. F. Rivera, comentando una larga cita de Amann, concluye con razón que en ella se aprecia "un perfecto paralelismo entre las afirmaciones y la mentalidad de los adopcionistas y los teólogos prenestorianos" de la escuela antioquena. Amann rechaza esta hipótesis que Rivera parece admitir como probable (El Adopcionismo..., Toledo, 1980, págs. 80-83). En el siglo XII, Abelardo y Gilberto Porretano volvían a despertar los fantasmas de la herejía. Separaban las naturalezas de Cristo con el sano deseo de no introducir elementos creados y materiales en la Trinidad. Es verdad que los teólogos del s. XII se situaban como enemigos de las tradicionales herejías cristológicas, nestorianismo, apolinarismo y monofisitismo. Pero también fue un hecho que anduvieron muy cerca de caer en las mismas tentaciones en las que cayeron los adopcionistas y similares. Todavía en el 1857, el papa Pío IX, en el Breve Eximiam tuam, enviado al cardenal de Colonia, condenaba "no sin dolor" las doctrinas de Antonio Günther, quien, al poner la esencia de la persona en la conciencia, admitía en Cristo dos personas lo mismo que Nestorio (Denzinger, 1655s).

Pero, además de la hipótesis de la generación espontánea, es decir, fruto de una reflexión teológica que a muchos llevó hasta las mismas metas, se han barajado otras hipótesis que Rivera recoge y explica (El Adopcionismo..., Toledo, 1980, págs. 77-78). La primera habría sido "la reacción hispano-árabe contra la política expansionista y absorbente de Carlomagno". Es la hipótesis de Abadal y Vinyals en su obra La batalla del Adopcionismo. Que la situación política de los mozárabes era complicada no ofrece la menor duda; que el panorama religioso fuera lastimoso para la comunidad cristiana es más que evidente, como también es indiscutible que en España estaba la frontera entre dos culturas irreconciliables. Todo esto es verdad, pero que la controversia adopcionista tuviera como objetivo frenar la ambición expansionista de Carlomagno, confirmar y asegurar la dominación árabe nos parece no sólo una visión subjetiva de los hechos sin apoyos documentales, sino una teoría difícilmente explicable y contraria a la realidad histórica.

Los mozárabes nunca se encontraron cómodos con los dominadores árabes. Hubo personajes más o menos resignados con la situación por lo que tenía de inevitable. Los hubo abiertamente beligerantes, como pudieron ser los mártires voluntarios del siglo IX. El problema está expuesto en extensión y profundidad por P. E. Colbert, The Martyrs of Cordoba (850-859): A Study of the Sources, Washington, 1962. Y hubo también "colaboracionistas" con las autoridades de Córdoba, como Hostegesis de Málaga. El mismo Elipando, no lo olvidemos, según manifiestan sus más encarnizados enemigos, pudo deber su encumbramiento a la sede de Toledo a la complacencia de los emires cordobeses. Pero de ahí a considerar un debate teológico como maniobra política va mucha diferencia, mucho más si se trata de una controversia que nace, desaparece y renace al aire de la reflexión teológica de épocas muy diferentes. Otra cosa muy distinta es que un problema doctrinal entre cristianos pudiera ser considerado por los musulmanes como un cierto apoyo a sus compactas e intocables creencias. Podían pensar que los cristianos no estaban tan seguros de su religión cuando todavía andaban enredados en dilucidar aspectos esenciales de la misma.

E. Amann, E., "L'Adoptianisme Espagnol du VIII siècle", Revue des Sciences Religieuses 16 (1936) 281-317.
Id., "L'Époque carolingienne". volumen 6º de Histoire de l'Église depuis les origines jusqu' à nos jours, de A. Fliche y V. Martin, París 1937. Hay traducción española de toda la obra: Historia de la Iglesia, Valencia 1974.
P. E. Colbert, The Martyrs of Cordoba (850-859): A Study of the Sources, Washington, 1962.

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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