El vocablo “evangelio” en el cristianismo primitivo (III)

Hoy escribe Antonio Piñero

Desde Adolf von Harnack, el famoso erudito y estudioso de la teología, historia y literatura del cristianismo primitivo, de finales del siglo XIX y comienzos del XX, existen pocas dudas de que los cristianos han tomado en préstamo el vocablo “evangelio” del culto al Emperador para designar con él la buena nueva del mensaje de Jesús. Pero hemos precisado ya que más que tomarlo en simple préstamo, lo que hicieron los cristianos aceptar el reto de utilizar un vocabulario conocido y consagrado para exponer con él lo contrario. El mensaje era simple y contundente: todo lo que se oferta de salvación con tales palabras lo ofrece mejor, con mayor seguridad y facilidad el cristianismo.

Desde el punto de vista filológico hay que ser cautos también con el uso de la frase “simple préstamo”, pues hay una cierta innovación en el cristianismo. El uso absoluto, sin otra precisión, del vocablo euaggelion, y además en singular, no está testimoniado –salvo equivocación por mi parte- en griego helenístico: sólo aparece en plural, como “buenas noticias”. Es lógico que se expresara así porque el helenismo carecía de un mensaje parecido al judeocristiano, un mensaje de salvación con grandes componentes escatológicos y apocalípticos que pudiera expresarse específicamente como algo singular y absoluto, con una palabra por tanto también en singular y sin otra precisión.

Además de la idea de la “competencia de mensajes de salvación”, nos encontramos probablemente con un caso en el que tanto la religiosidad judeocristiana, que procede en gran parte del Antiguo Testamento, como la helenística mediterránea, sobre todo la oriental, que es la común de la religión grecorromana, coinciden espontáneamente en una “época de angustia” (C.H. Dodd, Pagan and Christian in an Age of Anxiety, aunque lo empleaba sobre todo para la época del Imperio Romano tardío) por la salvación: se ansiaba por doquier un salvador… por lo que para un mensaje de salvación se podía utilizar el mismo vocablo que significa “buena noticia”.

Los estudiosos que hacen hincapié en la procedencia semítica del concepto y vocablo “evangelio” desde el punto de vista de la historia de la tradición aceptan que los testimonios del uso de este término en el culto al soberano como salvador habían preparado el terreno para la utilización cristiana. Podemos, pues, suscribir el cauto juicio de Georg Strecker:

No podemos presentar una clara genealogía veterotestamentaria o de la grecidad helenística del vocablo “evangelio”; la proclamación neotestamentaria del Evangelio pudo contener en sí tanto elementos tradicionales de la fe judía, del Antiguo Testamento, como elementos helenísticos- Pero, a este respecto, es evidente la ligazón del sustantivo “evangelio” con la tradición helenística. De este modo se articula de una manera comprensible para su entorno lo nuevo que la predicación cristiana pretende proclamar.


(P. 180 del artículo euaggelion del Exegetisches Wörterbuch zum Neuen Testament (“Diccionario exegético del Nuevo Testamento”) vol. II.

Otto Betz ha señalado hace ya tiempo (en un libro hoy clásico, desgraciadamente no traducido: Das Evangelium und die Evangelien (“El Evangelio y los Evangelios”), Tubinga 1983, capítulo “Jesu Evangelium vom Gottesreich” = “El Evangelio de Jesús sobre el reino de Dios”) que no sería inverosímil que Jesús mismo hubiese utilizado en ocasiones la palabra aramea besortáh, “buena nueva”, para designar su anuncio de la venida inminente del reino de Dios. Restos de esta denominación podrían encontrarse en la expresión mateana “evangelio del Reino” (4,23; 9,35), o en Mc 1,15: “Convertíos y creer en la buena nueva”.

Si esto fuera así, la comunidad primitiva de seguidores de Jesús no habría hecho más que seguir unos usos instaurados por el Maestro mismo, quien se habría considerado a sí mismo un mebasser (en hebreo, anunciador o profeta del Reino) al estilo del Tritoisaías, como parecen indicarlo los pasajes de Lucas 4,16-18 (citado ya en parte: “Según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor sobre mí…”; y 7,22: “Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva…”).

Me parece, sin embargo, que esta teoría del uso por parte de Jesús es difícil de probar, pues los pasajes de Mateo y de Lucas, a los que he aludido más arriba, son redaccionales, es decir, proceden directamente de la mano del evangelista, por lo que no tenemos garantía ninguna de poderlo retrotraer el Jesús histórico, y afirmar con seguridad que el vocablo “evangelio” (en arameo) era utilizado por él.

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Volver arriba