Formas preliterarias. El vocablo Evangelio (VII)

Hoy escribe Antonio Piñero

Es muy plausible que el estadio de pura tradición oral durara bien poco a tenor del panorama que hemos dibujado, pues tanto la posible prehistoria de la Fuente Q -que debió de formarse a base de colecciones previas de sentencias de Jesús como hemos ido diciendo- como los escritos hallados en Qumrán nos demuestran que una espera ansiosa de un fin inmediato del mundo no estaba reñida con la consignación por escrito de los documentos espirituales que se consideraban necesarios.

Pronto se hizo preciso fijar por escrito la tradición sobre Jesús porque la ansiada parusía no llegaba e iban falleciendo los antiguos acompañantes del Maestro. El desarrollo inmanente de la propia tradición debió de conducir a la formación de unidades más o menos largas (colecciones de dichos, narraciones de milagros, apotegmas, etc.). Pero al principio parece este impulso no condujo a la confección de un relato histórico-biográfico, ya fuere porque aún no había suficiente perspectiva histórica, ya porque la esperanza de la parusía mostraba como innecesario este empeño.

Como dijimos ya, no es extraño que primero circularan pequeños billetes, las “hojas volantes” de las que ya hemos escrito, con notas sobre lo que por ejemplo los maestros de la catequesis o los profetas que actuaban sobre todo en los oficios litúrgicos –dos tipos de personajes que al principio eran los que dirigían de algún modo las comunidades, al menos las no paulinas- habían afirmado que procedían de Jesús. Sin duda este proceso de escritura inicial es verosímil en un pueblo como el judío en el que prácticamente todos los varones sabían leer y escribir: debieron de generar rápidamente algún billete escrito sobre todo con dichos de Jesús.

A este proceso pudo ayudar un hecho quizá probable según la teoría de R. Riesner, (Jesus als Lehrer. Eine Untersuchung zum Ursprung der Evangelien-Überlieferung = “Jesús como maestro. Investigación sobre el origen de la tradición evangélica”, Tubinga 1981): hay pistas que apuntan a que ya en época de Jesús los rabinos no confiaban todo el aprendizaje de la tradición a la pura memoria, sino que se comenzaba a utilizar algún material escrito. Desde luego hasta comienzos del siglo III primaba la memoria sobre la escritura.

Parece razonable suponer que estas primeras y pequeñas unidades escritas (se les suele denominar “formas preliterarias”) fueran breves compendios y fórmulas de fe, cantos o himnos litúrgicos, pequeños fragmentos parenéticos con algunos dichos de Jesús, “fórmulas kerigmáticas”, es decir, esquemas de la predicación, o “proclamación” a judíos y paganos, tal como describe Philip Vielhauer en su Historia de la literatura cristiana primitiva, Sígueme, Salamanca, 1991.

Luego es verosímil que –como los cristianos eran conscientes de que el fundamento de su fe era la resurrección de Jesús- se consignasen por escrito los relatos de los últimos acontecimientos de la vida de Jesús que llevaron a su pasión, muerte y resurrección (hemos escrito largamente sobre esto en el libro La verdadera historia de la Pasión, Edaf, Madrid, 2008). Quizá se añadieron luego noticias de diversas apariciones. Y finalmente colecciones más amplias de dichos y hechos del maestro sin estar relacionadas explícitamente con estos sucesos finales.

Los pasos fundamentales de la tradición oral a la escrita han sido aclarados esencialmente por la denominada Historia de las Formas, sobre la que hay muchísimo escrito (desde 1969 se dispone en castellano de una buena obra introductoria a la historia de las formas, cuyo esquema básico didáctico no ha perdido vigencia: el muy conocido libro de Hans Zimmermann, Los métodos histórico-críticos en el Nuevo Testamento, B.A.C., Madrid; bibliografía más moderna en cualquier introducción seria al Nuevo Testamento).

Opino que a pesar de las críticas feroces a la Historia de las Formas, sus hallazgos fundamentales siguen siendo válidos. No por ser ya antiguos, han sido “superados” (se cita muchas veces al principal impulsor de este método, Rudolf Bultmann, pero luego para decir a continuación que se equivocó plenamente) ni tampoco otras conclusiones que de ellas se derivan acerca de cómo se comportó la comunidad primitiva no sólo en cuanto a la conservación de las tradiciones, sino a la creación de nuevas.

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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