Otros catalizadores de material evangélico. El vocablo evangelio (VIII)

Hoy escribe Antonio Piñero
Concluimos hoy con el tema de los "catalizadores" del material evangélico.

Respecto a la reunión de “diálogos polémicos” o controversias (por ejemplo, con los fariseos o escribas de la Ley) no parece inverosímil que las disputas de los primeros judeocristianos con sus “colegas” de las sinagogas condujeran a la reunión de diálogos polémicos del Maestro, en los en circunstancias análogas palabras de Jesús habían servido para zanjar una disputa con saduceos o doctores de la Ley. Un ejemplo de colección primitiva (unida a milagros) puede ser Mc 2,1-3,6; Mc 11,27-33 (la cuestión de los poderes de Jesús); Mc 12,13-37 (tributo del César; cuestión de la resurrección).

También es de suponer que los denominados “diálogos didácticos” tuvieran su origen en dichos de Jesús procedentes de su enseñanza o predicación en general.

La reunión de parábolas pudo tener un fin en sí misma, y debió de realizarse también pronto con fines didácticos en la predicación y en la catequesis. De colecciones de parábolas anteriores a los Evangelios Sinópticos sólo tenemos indicios, deducidos de un análisis de los escritos evangélicos mismos. Así, se ha señalado que aparte de la “Fuente Q” subyace a Mc 4 una posible colección de parábolas del Reino.

Un esbozo de “evangelio primitivo” puede encontrase quizá en Hch 10,37-41:

Vosotros sabéis lo sucedido en toda Judea, comenzando por Galilea, después que Juan predicó el bautismo; cómo Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él; y nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la región de los judíos y en Jerusalén; a quien llegaron a matar colgándole de un madero; a éste, Dios le resucitó al tercer día y le concedió la gracia de aparecerse, no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había escogido de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos. Y nos mandó que predicásemos al Pueblo, y que diésemos testimonio de que él está constituido por Dios juez de vivos y muertos.


Sin duda estructuras de este tenor ayudaron al primer evangelista, Marcos, a pergeñar su esquema de “Evangelio”.

Hemos mencionado ya repetidas veces cómo la tradición de milagros de Jesús debió de reunirse bastante pronto en forma de pequeñas colecciones. Esto se debió probablemente a la necesidad por parte de los misioneros cristianos de poseer un vademécum de narraciones milagrosas del Maestro para llevar en sus viajes. Suponemos que lo utilizarían para contraponer la figura de Jesús a la de otros personajes “santos” del mundo helenístico.

Conocemos por un libro ya clásico e imprescindible de Ludwig Bieler, Theios Aner. Das Bild des göttlichen Menschen in Spätantike und Frühchristentum (“El hombre divino. La imagen del hombre divino en la antigüedad tardía y en el cristianismo primitivo”; original de 1936. Reimpresión de Darmstadt de 1967), cómo en la antigüedad se recogían relatos de los grandes hechos y maravillas de varones ilustres, transformándolos en colecciones que servían para la ilustración filosófica. Esto parece ser verdad, a pesar de la crítica que en tiempos posteriores se ha visto sometida la idea misma de la existencia del hombre divino, en especial por B. Blackburn, Theios Aner and the Markan Miracle Tradition (“El hombre divino y la tradición marcana de los milagros”; Tubinga 1991).

Pues bien, aunque no se nos conservado ningún texto de esta clase en el cristianismo primitivo, pero –al parecer de algunos investigadores- el mismo Nuevo Testamento nos proporciona alguna pista para deducir su existencia: las cartas de recomendación de los adversarios de Pablo en Corinto han sido interpretadas como una colección de testimonios sobre sus prodigios (así Helmut Köster en Ancient Christian Gospels. Their History and Development = “Antiguos Evangelios cristianos. Su historia y desarrollo”, Londres, 1990, p. 202) que ejercieron una gran atracción sobre los que habían sido convertidos previamente por Pablo. La crítica está de acuerdo en considerar que detrás de Mc 4,35-6,52 (la tempestad clamada; curación de un poseso; resurrección de la hija de Jairo; curación de la hemorroisa; Jesús caminando por el mar) y de Jn 2-11(bodas de Caná; curación del hijo de un cortesano; curación del enfermo de la piscina; multiplicación de los panes; curación de un ciego de nacimiento; resurrección de Lázaro) se esconden un para de colecciones antiguas de este tipo.

Es muy posible que los bloques de tradición que hemos ido mencionando hasta el momento fueran los primeros en pasarse a texto escrito, transformándose en parte de las bases de los Evangelios posteriores.

Hay pocas dudas de que en estas primeras consignaciones por escrito comenzaron las más tempranas reelaboraciones del material y ciertas alteraciones de la tradición. Siguiendo A G. Segalla (Panoramas del Nuevo Testamento, Estella, 1989, 205) he señalado en la Guía para entender el Nuevo Testamento (pp. 313 y 314) Las reelaboraciones son variadas, tal como han señalado comúnmente los especialistas:

La primera de ellas, como es lógico, fue la lingüística. Jesús y sus discípulos hablaron comúnmente en arameo y predicaron en esta lengua, pero sus dichos fueron traducidos muy pronto al griego: tan pronto como el grupo cristiano se expandió. El hecho de traducir supuso ya una variación. De entre muchos ejemplos puede pensarse en la traducción de la frase aramea “hijo de hombre” sin artículo, a “el Hijo del Hombre”, con dos artículos, ya comentada.

La segunda adaptación fue social. En concreto, con la expansión misionera los textos sufrieron el paso de una cultura rural como la de Palestina a otra urbana, propia de las grandes metrópolis como Antioquía, Éfeso, Corinto y Roma. Se ha señalado como caso típico y curioso cómo la vivienda que suponen la obra de Mateo y de Marcos es la casa palestina, rural, de una sola habitación (cf. Mt 5,15), con techo de adobe (Mc 2,4); mientras que la casa de Lucas es una vivienda urbana, de varias habitaciones (Lc 8,16), techada con tejas (Lc 5,19).

La tercera adaptación fue la cultural. El paso de la cultura semítica a la griega exigió ciertas acomodaciones. Uno de los ejemplos más conocidos es la norma de Jesús sobre la prohibición del divorcio. En Palestina esta posibilidad sólo la tenían los hombres, no las mujeres. En Marcos, en un ambiente grecorromano, la prohibición se extiende también a la mujer, puesto que en ese ámbito la mujer tenía derecho a solicitar el divorcio (Mc 10,11-12).

La cuarta fue la eclesial. Era distinto el grupo de los Doce y unos pocos discípulos del de la comunidad primitiva, que se desarrolló rápidamente y que debió enfrentarse en seguida a problemas nuevos. Así, por ejemplo, las normas de corrección fraterna que aparecen en Mateo (cap. 16) se suelen interpretar como una acomodación de una enseñanza de Jesús reinterpretada a la luz de los problemas organizativos de un grupo de cristianos más estable.

Seguiremos. Saludos cordiales de A. Piñero.
Volver arriba