Lugares sagrados. La magia en el Antiguo Testamento (IV)

Hoy escribe Antonio Piñero

Lugares sagrados

En la religión oficial antigua de Israel quedan restos palpables de la creencia que la divinidad está ligada a ciertos lugares. Dios sólo se revela en ciertos parajes, y su adoración debe practicarse en ellos. Estos lugares quedan como impregnados de la presencia divina y la gente se siente segura al poseerlos físicamente.

Esta creencia que circunscribe la presencia de la divinidad a sitios determinados estaba al parecer bastante extendida en Israel y recibió violentos ataques por parte de los profetas anteriores al exilio. Los habitantes de Jerusalén-Sión participaban al parecer de esta creencia, pues en su ciudad estaba situado el Templo de Yahvé. Así lo expresa el Sal 132, 13-14:

Porque Yahvé ha escogido a Sión,/la ha escogido como sede para sí:/ "Aquí está mi reposo para siempre,/ en él me sentaré, pues lo he querido".


Las críticas proféticas al respecto son una prueba de que la concepción popular de fondo no era correcta. Jeremías truena contra esta confianza que estima supersticiosa:

No fiéis en palabras engañosas diciendo: '¡Templo de Yahvé, Templo de Yahvé, Templo de Yahvé es éste'!... robáis, matáis, adulteráis, juráis en falso...luego venís y os paráis ante mí, en esta Casa llamada por mi Nombre'" (7,4-5).


Luego afirma que de nada valen los lugares sagrados. Y pone un ejemplo: también lo fue el santuario de Silo y resultó luego destruido por los filisteos:

Andad ahora a mi lugar de Silo, donde aposenté mi Nombre antiguamente, y ved lo que hice con él ante la maldad de mi pueblo Israel... y ahora... haré con la casa que se llama por mi nombre, en la que confiáis... como hice con Silo" (7,12-14).


Igualmente, Miqueas 3,11 tiene ante sus ojos las grandes edificaciones de Jerusalén:

"¿No está Yahvé en medio de nosotros? (ideas también expresadas en los salmos 46; 48; 76) ¡No vendrá sobre nosotros ningún mal!".


Mas para el profeta la protección automática del recinto sagrado es inexistente.

La misma idea en Amós 9,1ss: Yahvé sacude los capiteles y se desploman los umbrales del santuario de Betel. Otro caso análogo: la posesión del arca de Yahvé no garantiza -como pensaban los israelitas- la victoria de Israel contra los filisteos (1 Sam 4,5-10):

“Cuando el arca de Yahvé llegó al campamento, todos los israelitas lanzaron un gran clamor que hizo retumbar las tierras. Los filisteos oyeron el estruendo del clamoreo y dijeron: «¿Qué significa este gran clamor en el campamento de los hebreos?» Y se enteraron de que el arca de Yahvé había llegado al campamento. Temieron entonces los filisteos, porque se decían: «Dios ha venido al campamento.» Y exclamaron: «¡Ay de nosotros! …Trabaron batalla los filisteos. Israel fue batido y cada cual huyó a sus tiendas; la mortandad fue muy grande, cayendo de Israel 30.000 infantes”.


En la religión yahvista se fue introduciendo más y más el culto oficiado en torno a los massebot o "estelas", clavadas en altozanos o emplazadas en bosquecillos sagrados. Estas estacas, o piedras agudas, servían para marcar un lugar sagrado. Jacob, tras su sueño, erigió una en honor de Yahvé (Gn 28,18.22: aprobada por la divinidad: Gn 31,13; otra en Betel: Gn 35,14).

Quizá el israelita no pensara que la divinidad moraba en esos lugares (aunque sí de algún modo en el templo de Sión, lugar sagrado por antonomasia, que era, teóricamente, más que "asiento de su santo Nombre" = presencia real de la divinidad), sino que creía probablemente que la fuerza divina se trasladaba a él, y, en concreto, a la estela. Esta fuerza era controlada por el ser humano mediante la colocación misma de la estela y el sacrificio a voluntad de los peticionarios.

La Ley prohibía expresamente estas estelas:


“No os hagáis ídolos, ni pongáis imágenes o estelas, ni coloquéis en vuestra tierra piedras grabadas para postraros ante ellas, porque yo soy Yahveh vuestro Dios” (Lv 26,1).


La reforma religiosa del rey Ezequías (716-687 a.C.) fue también en esta línea, según testimonia 2 Re 18,4: "Quitó los altos, derribó las estelas, cortó los cipos y rompió la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque los hijos de Israel le habían quemado incienso hasta aquellos días". Y la ya mencionada de Josías (640-609 a.C.: 2 Re 22ss) intentó desterrar esta práctica de venerar los massebot por considerarla mágica e idolátrica.

Los massebot formaban parte del culto de Baal (para algunos difícilmente distinguible de Yahvé, pues era también el Señor del cielo; la divinidad suprema): cf. 1 Re 14,23: Roboán, heredero de Salomón erige estelas y es criticado por idólatra; 2 Re 3,2 (Jorán, hijo de Ajab, rey de Israel [cª 850 a.C.] había erigido una estela a Baal); 10,26, etc.

Los profetas protestan contra el culto rendido a los massebot: Jr 43,13:

“Romperá los cipos/estelas de Bet Semes que hay en Egipto, y los templos de los dioses egipcios abrasará”,

y Ez 26,7-11:

“Pues así dice el Señor Yahvé: He aquí que yo traigo contra Tiro, por el norte, a Nabucodonosor, rey de Babilonia, rey de reyes, con caballos, carros y jinetes y gran número de tropas… Con los cascos de sus caballos hollará todas tus calles, a tu pueblo pasará a cuchillo, y tus grandiosas estelas se desplomarán en tierra”.


Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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