El ritual de los sacrificios. La magia en el Antiguo Testamento (V).

Hoy escribe Antonio Piñero

El ritual de los sacrificios

El antiguo ritual de los sacrificios y acciones conexas parece contener interesantes elementos mágicos. Los sacrificios se basan, por una parte, en una creencia general en el ámbito de las religiones mediterráneas -de la que participaban, cómo no, los israelitas- en cierta virtud de la víctima como atracción de la divinidad, es decir el acto sacrificial es un cierto modo de presión para que aquella otorgue sus dones; y, por otro, se fundamenta también en la idea de que ingerir las carnes -tras el sacrificio-al lado de la divinidad equivale a participar en una misma fuente de vida: al entrar Dios y el hombre en una misma esfera vital, representada por la sangre de la víctima, se asocian ambos de algún modo, por lo que la divinidad adquiere un tono amistoso.

Esta idea se ejemplifica en el texto de Ex 24, 5-8:

Luego mandó (Moisés) a algunos jóvenes, de los israelitas, que ofreciesen holocaustos e inmolaran novillos como sacrificios de comunión para Yahvé. Tomó Moisés la mitad de la sangre y la echó en vasijas; la otra mitad la derramó sobre el altar. Tomó después el libro de la Alianza y lo leyó ante el pueblo, que respondió: «Obedeceremos y haremos todo cuanto ha dicho Yahvé.» Entonces tomó Moisés la sangre, roció con ella al pueblo y dijo: «Esta es la sangre de la Alianza que Yahvé ha hecho con vosotros, según todas estas palabras.»


En Gn 15,9-21 encontramos un diálogo y alianza de Yahvé con Abrahán que se lleva a cabo en torno a un sacrificio. Éste es un pacto entre dos individuos que participan de algún modo de una misma esfera, mientras que el acordado en principio por Yahvé con Noé aparece como un acto espontáneo de la divinidad y no hay sacrificio (Gn 6,18). Luego, el pacto es ya bilateral, con altar y sacrificio, como indicamos a continuación.

La alianza con Noé tras el tremendo castigo del Diluvio, es ejemplo claro. El patriarca construyó un altar a Yahvé; tomó de todos los animales puros e hizo un holocausto. Dios, dice el texto, al aspirar el calmante aroma quedó aplacado y dijo en su corazón: "Nunca más volveré a maldecir el suelo por causa del hombre" (Gn 8, 20).

Esta expresión, "calmante aroma", pasa luego al ritual de los sacrificios(Ex 29,18.25; Lv 1,9.13, etc.: esta frase se encuentra 35 veces en el libro del Levítico). La divinidad ha quedado como subyugada por el grato olor del sacrificio (En la epopeya de Gilgamesh también Utnapistim ofrece un sacrificio a los dioses: "Y éstos olieron el dulce sabor y los dioses se apiñaron como moscas en torno al sacrificio").

El Código de la Alianza prohíbe, entre otros, varios ritos mágicos practicados comúnmente entre los israelitas. Así: cocer un cabrito en la leche de su madre, o sembrar un campo con dos semillas diferentes (Ex 23,19; 34,26; Dt 14,21). Estas acciones, heredadas de los cananeos, se ejecutaban con la intención de mezclar dos clases de vida, así como las potencias que las sustentaban. En el campo, por ejemplo, las dos semillas interesaban a dos poderes demónicos, protectores de cada semilla, con lo que se imbricaba a un número doble de fuerzas y se aumentaba la fertilidad; la prohibición de la mezcla de la leche podría orientarse contra el uso común de utilizar la leche en la preparación de un producto mágico con el que hacer fructíferos campos y ganados.

Ciertas enfermedades, como la peste y los tumores, se curaban con recursos de magia homeopática. Así, cuando los filisteos se apoderaron del Arca de la Alianza, tras una derrota de los israelitas en los primeros tiempos de Samuel, se provocó un terror mortal en la ciudad filistea de Ecrón, que albergaba el arca, porque descargó allí duramente la mano de Yahvé (1 Sm 5,6):

"Los que no murieron de miedo fueron atacados de tumores (y de peste), y los alaridos de angustia de la ciudad subieron hasta el cielo" (1 Sm 5,l2).


Que la desgracia procedía de Yahvé lo sabían perfectamente hasta los filisteos, como se deduce de 1 Sm 6,17.

Para acabar con la plaga, los adivinos de los filisteos aconsejaron aplacar al Dios de Israel con cinco tumores y cinco ratas de oro (amuletos apotropaicos, es decir, “defensivos”, en forma de ratón han aparecido en excavaciones, como aclara P. K. McCarter Jr., en su comentario a 1 Samuel [Anchor Bible]. Garden City 1980, 133; esta narración parece toda ella el reflejo de un antiguo ritual expiatorio cananeo). Subieron el Arca a una carreta junto con las diez figuras doradas y la dirigieron hacia Israel. Los habitantes de la ciudad fronteriza tomaron el Arca, y la depositaron -tras efectuar un sacrificio- junto con las ratas y tumores de oro en una piedra consagrada a Yahvé. Este hizo cesar la plaga que asolaba a los filisteos.

El relato presenta en realidad el caso de un combate entre dos deidades nacionales: Dagón, con los filisteos; Yahvé, con Israel. La plaga infligida es el arma de Yahvé. Éste se aplaca forzado por el tributo en oro que representa a los señores de los filisteos (1 Sm 6,4) o a las cinco ciudades que gobiernan (1 Sm 6,17), y a los animales, ratas, subyugadas también al poder de Yahvé.

Es verdad que los que practicaron este rito de magia homeopática eran filisteos, no israelitas, pero el texto sagrado de 1 Sm 6 no lo critica en absoluto; por tanto participa de la misma mentalidad. De hecho, se consiguió el efecto deseado, y Yahvé quedó contento.

El pasaje reconoce indirectamente los poderes, como adivinos-profetas, de los hombres sagrados de los filisteos al admitir su éxito en saber cómo retornar el arca y aplacar a Yahvé. El pasaje describe un rito mágico homeopático que tiene éxito. Los ratones desempeñan el mismo papel que la serpiente de bronce en Nm 21,8ss: la imagen del portador de la plaga, la elimina. Todo el conjunto del relato está fuertemente impregnado de concepciones mágicas y míticas.

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero
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