Sobre el evangelio como género literario único (XII)

Hoy escribe Antonio Piñero

Es bastante usual considerar los evangelios canónicos como un género literario único dentro de la literatura griega antigua. Esta opinión es sostenida por comentaristas y críticos de cualquier tipo y sesgo, ya conservador o incluso radical. La conocida Historia de la literatura cristiana primitiva de Philip Vielhauer (versión española de Editorial Sígueme, Salamanca, de 1990) tratadista poco conservador afirma:

Los pasajes aislados de la tradición sobre Jesús fueron configurados y transmitidos según los géneros de la época, pero la exposición conjunta de la actividad de Jesús no tiene precedente en la historia de la literatura. Como afirma Martín Dibelius, “Los evangelios como género constituyen algo nuevo y autónomo en la historia literaria; su material sólo tiene paralelos en la tradición religiosa de diversas épocas y lugares, en los que se han agrupado y conservado las palabras y acciones de hombres santos dentro del círculo de sus seguidores (p. 372).


Siempre me ha parecido que esta posición no está carente de dificultades, y no es fácil formarse una opinión precisa.

En primer lugar: en mi opinión, las teorías propuestas para explicar el porqué de la forma “evangelio”, considerada implícitamente como única, no son muy satisfactorias:

· Ni la teoría del puro “desarrollo inmanente de la tradición sinóptica” (es decir: por sí misma, necesariamente, esta tradición habría de acabar siendo una biografía),

· Ni la teoría de la existencia de un “marco previo” (es decir: como existía un encuadre cronológico y geográfico para el material sobre Jesús, éste debía acabar también en una suerte de “vida” del personaje),

· Ni la teoría del influjo de las biografías de los “hombres divinos” (sencillamente porque no había muchas, como género),

· Ni simplemente la voluntad de una autor determinado (en nuestro caso, Marcos) decidido a redactar un “evangelio”.

Segundo: También deja un poco confuso la constatación de que es cierto que en la literatura antigua no poseemos obras que puedan parecerse estrictamente a lo que es el primer evangelio llegado hasta nosotros, el de Marcos. La comparación con las “biografías” realizadas por autores antiguos, como las “Vidas paralelas de Plutarco”, la de Luciano cuando narra las peripecias de Peregrino Proteo, Las “Vidas de los Césares” de Suetonio, tampoco deja satisfecho al investigador porque las diferencias son muy notables.

Comenta José Montserrat -en La sinagoga cristiana. El gran conflicto religiosos del siglo I, Muchnik –luego reeditado por Trotta recientemente- Barcelona 1989, p. 181- que

“Dos características determinan la diferencia de los evangelios en el seno del tipo general (al que podrían pertenecer, el género de “hechos y dichos” de un personaje notorio dentro de la literatura griega): el contexto semítico y la singularidad del personaje, divino o casi divino. La literatura griega antigua ofrece prácticamente un único ejemplo de “vida y dichos de un hombre histórico semidivinizado, aparte de los Evangelios: la Vida de Apolonio de Tiana de Filóstrato, escrita en el siglo III. Pero esta obra presenta claras influencias de los evangelios cristianos. Para encontrar un paralelo exacto a los Evangelios hay que remitirse a las Vidas de Buda de la antigua tradición pali, que ofrecen una sucesión de hechos, milagros y dichos de estructura muy parecida a la de los Sinópticos”.


Mas, por otro lado, si hacemos hincapié en el hecho enunciado al principio, a saber que los evangelios están basados en bloques previos o colecciones anteriores de dichos, milagros, narraciones de hechos portentosos de un héroe, Jesús, y que cada bloque fue compuesto de acuerdo con los géneros y normas de la época, ello nos haga matizar, reduciéndola a un tono menor, la afirmación de que los evangelios son un género literario singular. Y me da la impresión de que cuando se insiste demasiado en esa “singularidad” de los evangelios se procede un tanto apriorísticamente: se la enfatiza porque ya previamente, por la fe, tiene un carácter sacro.

En tercer lugar, hablar de “género literario único” parece redundante, pues por definición todo género literario es en sí único ya que se agrupa en un “género literario” a obras que muestran una cierta peculiaridad formal y material que las distinguen de las demás. Por ello bastaría decir que los Evangelios pueden quizá constituir “un género literario”.

En cuarto, cuando se intenta definir formal y materialmente ese género singular, creo que no se puede reprimir una cierta insatisfacción metodológica. ¿Cómo puede definirse este género singular? Pues obviamente buscando su singularidad. Entonces se sostiene comúnmente que un evangelio formalmente–como género literario específico- es un relato que se ocupa de la vida pública de un personaje o persona significativa, compuesto a base de unidades separadas de tradición que sitúan a ese personaje dentro de las Sagradas Escrituras de los judíos; y materialmente el género “evangelio” consistiría en el mensaje de que Dios actuaba en la vida, muerte y resurrección de Jesús cumpliendo las promesas divinas que se hallan en esas Escrituras judías. Con otras palabras: se definiría el género ‘evangelio’ como el escrito que nos presenta las actuaciones de Dios y de Jesucristo como su agente para la salvación de los humanos.

Pues bien, no me convence cualquier tipo de definición formal y material de “evangelio” que camine por estos derroteros… y me parece difícil que pueda caminar por otros, si se insiste en la singularidad del evangelio. Sólo es singular el “evangelio” porque formula un juicio sobre Dios, sobre Jesucristo y su actuación respecto a la salvación de la humanidad. Ahora bien, ¿se atrevería un historiador profano de la literatura griega helenística en hacer hincapié de este modo en la forma y la materia del “evangelio”? ¿No sonaría esta especificación a algo parecido a definir la épica griega como la “intervención de los dioses en la vida de los hombres”?

Y si lo definimos de otro modo vendremos a incidir tarde o temprano en lo que deseo defender, a saber que –prescindiendo del mensaje religioso, que puede ser variado- el evangelio es simplemente un subgénero de la antigua biografía de época helenística. O para emplear la terminología de José Montserrat: se trata del “subgénero biográfico de hechos y dichos de un personaje ilustre”.

Y si no insistimos demasiado en que los evangelios son un género literario “singular” y los incluimos, como historia que pretendían ser, en el género global de las biografías de época helenística (aunque, como subgénero, algunos deseen hablar del tipo de “vida de los profetas”), esta simple acción tendrá su trascendencia psicológica para el historiador: si se trata de una biografía de algún modo, es legítimo cuestionarse sobre la historicidad de los relatos que contienen.

Seguiremos. Saludos cordiales Antonio Piñero
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