Las versiones latinas de la Biblia. Su influjo en la cultura occidental (I)

Hoy escribe Antonio Piñero

Los lectores un tanto “mayores” de este blog y que hayan frecuentado el contacto con miembros del clero habrán observado hasta hoy día cómo muchos de ellos siguen citando la Biblia, sobre todo el Nuevo Testamento, en latín, no en español. La razón de este uso es sencilla: hasta hace relativamente poco tiempo tanto la filosofía como la teología se estudiaba, en seminarios diocesanos y universidades pontificias, en latín. La Biblia que utilizaban los clérigos no era, pues, la original en hebreo/arameo para el Antiguo Testamento y en griego para el Nuevo, sino la Biblia latina. Por tanto, como su influencia en el clero ha sido enorme, también indirectamente lo ha sido en el pueblo cristiano.

Ahora bien, esta versión tiene sus peculiaridades –incluso de interpretación- que la hacen interesante. Vamos a dedicar por este motivo una pequeña serie de "postales" a exponer las características de estas versiones latinas del Biblia que tan presentes han estado en las mentes y en la espiritualidad del clero y del pueblo cristiano de lengua española.

Cuando hablamos de las "versiones latinas de la Biblia" nos referimos a dos tipos de traducciones heterogéneos: uno, la llamada versión latina antigua, Vetus Latina -a veces denominada erróneamente Itala-, que es la abreviatura de Vetus Latina Biblica Versio, o Versiones, de muy variados autores, y realizada sobre el texto griego de los LXX y del Nuevo Testamento , y, otro, a la Vulgata de S. Jerónimo, en parte forjada sobre el texto hebreo y en parte basada en versiones previas.

Sería difícil sobrestimar la importancia ejercida por las versiones latinas de la Biblia sobre la cultura occidental, y creo que no es preciso abundar en argumentos conocidos. Ya sea desde un punto de vista secular, sobre todo la expansión de la Vulgata ha ejercido una enorme importancia en el desarrollo del latín hacia las lenguas romances y en la modificación de la cultura clásica grecorromana. Y desde el punto de vista religioso su influjo ha penetrado en todas las áreas de la cultura. La teología de todo el cristianismo desde la temprana Edad Media como compuesta en latín ha sido creada o transmitida sobre el texto de la Vulgata.

Pero la historia de las versiones latinas de la Biblia están trufadas de enormes y disputados problemas que afectan tanto al origen como a las características de estas traducciones. Vamos a concentrarnos primero en estos temas, para expresar luego algunas reflexiones sobre el influjo de la expansión de las versiones latinas de la Biblia en Occidente.

La Vetus Latina. El origen de las versiones latinas más antiguas

Como dijimos, el origen de la versión de la Biblia al latín se halla íntimamente conectada con la expansión del cristianismo por un Imperio cuya primera lengua era el latín y con la paulatina latinización de iglesias que comenzaron su andadura en griego. Para empezar debemos confesar paladinamente que ignoramos la fecha exacta de los primeros ensayos de traducción de los originales griegos al latín y que lo que al respecto se puede decir no son sino conjeturas con un cierto fundamento.

El origen de estas versiones se halla sin duda conectado con la doble lectura litúrgica de los textos sacros entre los cristianos. Alguna vez hemos escrito en este blog que –por mucho que extrañe- la lengua oficial de la Iglesia en Roma hasta bien entrado el siglo II era el griego –la lengua común del Imperio, no el latín. Hay que tener en cuenta que tanto en Roma como en el norte de África las primeras comunidades cristianas fueron de lengua griega, pues los misioneros judeocristianos predicaban sobre todo a los hablantes de este idioma. Hemos recordado cómo El Pastor, de Hermas, hermano del obispo de Roma a mitad del siglo II, un libro de exhortación a la Iglesia en general y que trataba problemas entonces candentes como la posibilidad de volver a recibir el perdón completo –la penitencia- tras recaer en el pecado una vez convertido y bautizado el ex pagano- se escribió en griego y no en latín. Justino Mártir, residente en la capital del Imperio (dos Apologías) e Hipólito de Roma(Refutación de las herejías) compusieron sus obras en griego para los romanos. Juvenal (Saturnalia III 60) se quejaba de que Roma era "una ciudad griega", y sigue siendo curioso observar hoy que la mayoría de los epitafios o inscripciones sepulcrales de los judíos y cristianos romanos del siglo II estén en griego y no en latín. También conviene recordar que el primer tratado serio de teología escrito en latín en Italia fue hacia el 250 y su autor fue Novaciano.

Pero a finales del s. II el papa Víctor fue el primero en escribir un tratadito teológico en latín, y a partir del s. II las inscripciones sepulcrales cristianas de Roma aparecen ya en esta lengua. Poco a poco, la liturgia se hizo también toda ella en latín, siendo la fórmula del bautismo y el credo los últimos en apearse del griego y recitarse en la lengua del Lacio, pero eso a mediados del siglo IV. Es por tanto probable, de acuerdo con esta evolución que acabamos de pergeñar, que los cristianos comenzaran a tener versiones fijas de la Biblia en latín a finales del siglo II.

Así pues, en lugares donde el griego no era conocido, o sólo por una parte de la comunidad, en primer lugar se leían en griego los parágrafos pertinentes de las Escrituras para la celebración del día, y luego se hacía una versión oral del texto para los no cultivados en la lengua de la Hélade. Este fenómeno era similar al que ocurría en las sinagogas de Israel en el siglo I en las lecturas de la Biblia: lo que se leía en primer lugar en hebreo –lengua sagrada- era traducido oralmente al arameo por uno de los presentes (= el “meturgeman”, el traductor, de donde viene el español “trujamán”).

Poco a poco esta versión oral al latín fue pasando al ámbito de lo escrito por pura comodidad de aprovechar un trabajo ya realizado. Más tarde debió de realizarse una tarea de traducción interlineal con trozos bíblicos o libros enteros que se plasmó en manuscritos bilingües.

El siguiente estadio fue la acomodación de los pasajes traducidos al latín -sin la debida exactitud- a un texto griego que se creía más exacto y, por último, el postrer escalón fue la consagración definitiva de la versión latina cuando la costumbre de leer la Biblia en griego se fue perdiendo -a lo largo del siglo III- en las comunidades cristianas de lengua no helénica.


Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero
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