Lugar de nacimiento y códices conservados. Las versiones latinas de la Biblia (II)

Hoy escribe Antonio Piñero

Sobre el lugar de nacimiento de las primeras traducciones al latín de la Biblia existen opiniones diversas. Por los contactos entre las variantes o lecturas peculiares de la Vetus Latina con la antigua versión siríaca y por el influjo que el apologeta Taciano el Sirio pudo ejercer con su armonía de los cuatro evangelios (denominada Diatessaron: griego [Evangelio único] “por medio de los cuatro”) sobre la más primitiva traducción latina del Nuevo Testamento se ha pensado que la primera versión al latín fue del Nuevo Testamento y que pudo producirse en Antioquía de Siria.

Otros investigadores, quizás con mayor verosimilitud, han sostenido que el lugar de nacimiento fue el norte de África, pues la población mixta de la zona (púnicos, bereberes, griegos y latinos) necesitaban del latín para entenderse.

Una obra compuesta en Numidia (la actual Túnez) hacia el 180, la Pasión de los mártires escilitanos, da a entender que uno de esos testigos de la fe llevaba consigo las cartas de Pablo traducidas al latín, de lo que se infiere que si las Epístolas paulinas estaban traducidas ya por aquella época, los cuatro evangelios estarían también ya vertidos al latín por el mismo tiempo.

Otros estudiosos, por último, sostienen que la primera versión latina del Nuevo Testamento se produjo en Roma, basándose en argumentos de mera posibilidad, pues aquella cristiandad era la más numerosa.

Códices conservados

Los restos manuscritos más notorios dejados por estas versiones antiguas, anteriores a la Vulgata, que hemos denominado Vetus Latina, no son muy numerosos. Son escasamente una centena, lo que contrasta con los diez mil o más testigos manuscritos que se conservan de la versión de san Jerónimo, la Vulgata.

· Para el Salterio y los libros históricos del Antiguo Testamento no faltan testimonios manuscritos de la Vetus, pero no son nada abundantes para los textos sapienciales (como Proverbios o Eclesiastés) y, sobre todo, para los profetas.

· Los manuscritos de los evangelios, cartas del Nuevo Testamento y el Salterio de la Vetus Latina son suficientemente abundantes, pero hay que señalar que no hay ni un solo manuscrito que haya conservado entero el Nuevo Testamento. La mayoría de las copias son fragmentarias, y hay además bastantes palimpsestos, es decir textos borrados y reescritos, lo que dificulta el desciframiento y lectura.

En muchos casos, lecturas variantes propias de la Vetus Latina aparecen en los testigos de la Vulgata y los investigadores deben entonces dilucidar hasta qué extremo estas lecturas son propias de la antigua versión o más bien peculiares de una Vulgata impura.

· Los manuscritos más importantes de los Evangelios en la Vetus Latina suman 46; para los Hechos de los Apóstoles así como para las epístolas de Pablo tenemos unos 20 de cada; 12 para las cartas llamadas católicas (Pedro, Santiago, Judas, etc.) y 7 para el Apocalipsis.

En el aparato crítico –es decir, el índice lecturas variantes que se suele poner a pie de página en letra menor- de las ediciones científicas de la Biblia y en las monografías especializadas esos manuscritos de la Vetus Latina se designan con una letra minúscula, siguiendo el método utilizado por el filólogo clásico Karl Lachmann en su edición de esta vieja versión en 1842-1850.

(Un paréntesis a propósito de este investigador del mundo clásico: fue él –junto con H.J. Holtzmann- el que propuso el inicio de la solución del llamado “problema sinóptico”: la prioridad de Marcos, del que copiaron luego Mateo y Lucas; su argumento principal fue que el orden de las perícopas de estos dos últimos evangelistas sólo coincidía entre sí cuando –a su vez- coincidía con el orden de Marcos; luego éste fue anterior y los dos siguientes lo tuvieron ante sus ojos).

Hoy día, en la moderna edición de la Abadía de Beuron (de donde procede, por cierto, el famoso manuscrito de los Carmina Burana [= “Poemas de Beuron”; a propósito, léase Cármina -y no Carmina- como he oído alguna que otra vez a periodistas, no sea que la gente cofunda el título con el nombre de una señora]) estas letras minúsculas han sido sustituidas por números, lo que contribuye a una cierta confusión.

Los códices que conservan esta versión antigua van desde el siglo V al XII y la mayoría son textos ricos y opulentos, copiados con fines litúrgicos o de lujo, como el famoso Codex Gigas o gigante, de Bohemia, ahora en Suecia -si no me equivoco en “Carolina Rediviva”, la Biblioteca de la Universidad de Uppsala- tan grande que se necesitan dos hombres para transportarlo.

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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