Adopcionismo. La controversia en los textos (V)



Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Argumentos de la liturgia toledana. (Carta a los obispos de Francia)

Recordamos que la liturgia mozárabe se celebra a diario en la capilla del Corpus Christi de la catedral de Toledo, reformada por Cisneros en el año 1500. Es la que se encuentra debajo de la cúpula edificada por el hijo del Greco en el rincón paralelo de la majestuosa y única torre de la catedral Primada. Los textos de la liturgia se consideraban como representantes genuinos de la creencia del pueblo. Por esa razón es lógico el recurso de Elipando a esa liturgia. Tanto más cuanto que algunos textos podían dar pie, por lo menos, a un debate quizá más de palabras que de ideas.

Entre los Padres mencionados por Elipando están sus predecesores en la cátedra de Toledo, Eugenio, Ildefonso y Julián, que expresaron sus ideas a través de la liturgia toledana, denominada por M. Férotin "antigua liturgia nacional de las iglesias de España", pero una liturgia sospechosa de adopcionismo para algunos autores. Puede verse, por ejemplo, el artículo de De Bruyne, "De l'origine de quelques textes liturgiques mozarabes", Rev. Bén. 30 (1913) 421-436; cf. también la opinión de Hauck, Kirchengechichte Deutschlands, II, pág. 288, n. 2. M. Férotin, Liber Mozarab. Sacram., en su pág. XI, recoge varias citas que hablan del trabajo ejercido en la liturgia toledana por Padres tan cualificados como Pedro de Lérida (s. VI-VII), Leandro de Sevilla († 599), Juan de Zaragoza († 631), Braulio de Zaragoza († 651), Eugenio de Toledo († 657), Quirico de Barcelona († s. VII), Ildefonso de Toledo († 667), Julián de Toledo († 690) y Salvo, abad de Albelda († 992). Todos ellos compusieron textos litúrgicos poniendo en ellos sus probados conocimientos teológicos y literarios (Férotin, l. c., pág. XVs. Puede verse también D. de Bruyne, "Les auteurs de quelques messes mozarabes" en Rev. Bénéd. 30, 1913, pp. 421-428).

El primero de los textos mencionados por Elipando es de la misa del jueves santo: "Quien por la pasión del hombre adoptivo..." Está tomado de la Carta a los obispos de Francia, IV 1, 62 (J. Gil, pág. 84). Se denomina, pues, "hombre adoptivo" al que padeció la pasión. La segunda cita está tomada de la misa en la feria quinta (jueves) de la Pascua y repite la expresión per adoptiui hominis passionem (Ibid.). La tercera referencia a los textos litúrgicos es la del día de la Ascensión: "Hoy nuestro Salvador, después de la adopción de la carne, regresó a la sede de la divinidad" (Ibid.).

Como en otros casos, opinaban algunos que los adopcionistas habían modificado los textos a su antojo. Por ejemplo, que la "adopción de la carne" en la misa de la Ascensión era originalmente "asunción de la carne". Pero después de la publicación por M. Férotin del Liber Ordinum y del Liber Sacramentorum se tiene la evidencia de que "las citas litúrgicas aducidas por los adopcionistas coinciden con las que se encuentran en los mencionados libros rituales, que reproducen con fidelidad, si se exceptúan algunas lecciones variantes". Los tres textos anteriores citados por Elipando están tomados del Liber Sacramentorum. Y sigue un cuarto, de la misa de difuntos: "A quienes hiciste partícipes de la adopción, manda que sean consortes de tu herencia", texto perteneciente al Liber Ordinum.

De esos cuatro textos, creemos que los dos primeros hablan claramente de la "pasión del hombre adoptivo". Podrían, pues, tener una explicación en sentido adopcionista. El mismo san Agustín reconocía que Cristo había sido crucificado en lo que tenía de humano, pero que "había padecido no según aquello por lo que es Señor de la gloria" (Ep. 169 a Evodio, cap. II, PL 33, cols. 745-746). Es verdad que lo que afirma san Agustín es susceptible de una interpretación ortodoxa, pero venía muy bien a las mentalidades adopcionistas y a su tendencia a marcar excesivamente lo que Cristo hacía "en cuanto hombre" frente a lo que hacía "según la divinidad".

El párrafo 3 de la carta IV es un centón de frases atribuidas a san Agustín, pero que, como nota J. Gil, pertenecen a Vicente de Lerín. Las introduce para confirmar su doctrina, expresada con tanta claridad como precisión, de que en Cristo hay una sola persona y dos naturalezas perfectas. Distingue las operaciones de Cristo en cuanto hombre y en cuanto Dios, pero sin añadir la menor idea que pueda servir de apoyo a las tesis adopcionistas. Elipando afirma enfáticamente lo que nadie de sus adversarios negaba. Que Cristo "fue crucificado en la forma de siervo y, sin embargo, decimos que fue crucificado el Señor de la majestad" (Carta a los obispos de Francia, IV 3, 8-10) es la doctrina tradicional en la ortodoxia de la Cristología. También lo es que es uno "no por confusión de la sustancia, sino por la unidad de la persona" (Ibid., 3, 27s.; J. Gil, pág. 87). La misma "comunicación de idiomas" o propiedades está expresada correctamente en palabras de Vicente de Lerín: Era un solo Cristo, "un solo Redentor del mundo y Señor, cuya unidad es tan perfecta que todo lo que en él es humano se atribuye a Dios" (Ibid., 3, 69-70; J. Gil, pág. 88).

Concluye Elipando diciendo que ha presentado esas afirmaciones en apoyo de su doctrina. Y repite reiterativamente que el Unigénito Hijo de Dios, engendrado por el Padre fuera del tiempo, lo es no por adopción, sino por generación, no por gracia, sino por naturaleza, cosa que nadie discutía. Luego, en una antítesis paralela recuerda que "al final de los tiempos... fue primogénito... en una sola y única persona de Dios y hombre no por generación sino por adopción, no por naturaleza, sino por gracia" (Cf. las líneas 78-85 del cap. 3 en el texto de J. Gil, pág. 88). Pero da la impresión de que los textos citados, más que un apoyo de sus tesis, suenan a mero pretexto.

En el párrafo quinto recoge Elipando un texto desconocido de Agustín, en donde el doctor de Hipona distingue lo que recibieron los Apóstoles antes y después de la Ascensión. Antes habían recibido la gracia del Espíritu Santo para perdonar, bautizar e infundir el espíritu de adopción. Pero es evidente que tal "espíritu de adopción" lo debían infundir en los hombres que escuchaban su mensaje, y sólo tiene una tácita referencia al pasaje de Pablo sobre la vida del espíritu, en el que habla del "espíritu de adopción de hijos" (Rom 8, 15. 23; Gál 4, 5; Ef 1, 5).

Hemos de reconocer que en todos estos pasajes se habla de los cristianos destinados a recibir el espíritu de adopción por el cual como hijos llaman Padre (Abbá) a Dios. Del mismo espíritu de adopción habla el testimonio aducido de san Isidoro . El ilustre arzobispo de Sevilla escribía en su obra De Differentiis verborum, “Sobre las diferencias de las palabras”, II 33, 127 (PL 83, col. 90): quae lex puniebat per spiritum seruitutis, laxauit per spiritum adoptionis, dice Isidoro “Lo que la Ley castigaba por el espíritu de la servidumbre, lo perdonó por el espíritu de la adopción”. En el pasaje se trata el tema de la diferencia entre Ley y Evangelio. Pero entendemos que tal "espíritu de adopción" es un carisma que nada tiene que ver con el carácter de Hijo adoptivo en Cristo como hombre, tal como defendían los adopcionistas.

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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