La distorsión de la historia de la investigación sobre Jesús (XIII)

Hoy escribe Fernando Bermejo

Al intentar comprender cómo es posible que haya surgido y pervivido durante décadas el insostenible modelo historiográfico de las “tres búsquedas”, hemos considerado ante todo la posibilidad de que ello se debiera a ignorancia o errores de apreciación por parte de los autores que han creado y mantenido tal modelo. Sin embargo, he argumentado que esta explicación in bonam partem resulta contraintuitiva, lo cual lleva a considerar la posibilidad de que tras el paradigma imperante se halle en juego alguna agenda ideológica, dependiente de determinados prejuicios y/o intereses. Más concretamente, hoy argumentaré que esta agenda podría ser teológica.

Esta sospecha no es gratuita. En efecto, para la existencia en este caso de una agenda teológica cabe aducir, de entrada, varios indicios. El primero surge del examen de otros fenómenos de la Leben-Jesu-Forschung, los cuales sirven a propósitos teológicos. He analizado en su momento el carácter insostenible de ideas tales como la existencia de un abismo fenomenológico entre Juan el Bautista y Jesús, que –como muchas otras en la exégesis neotestamentaria– están dictadas no por el material disponible, sino por la necesidad religiosa de convertir a Jesús en un hapax incomparable. En otros lugares (v. gr. en algunos de los artículos citados en este blog, o en un curso de verano de la Univ. Complutense reseñado en este blog por Antonio Piñero, de próxima aparición en libro) he demostrado asimismo que los presuntos argumentos a favor de la tesis de la irrelevancia de la investigación sobre la figura histórica de Jesús (que se encuentra en obras confesionales como la de M. Kähler o L. T. Johnson, entre otros) carecen de consistencia, y que la tesis misma no es más que el producto de la necesidad de ciertos intelectuales cristianos. Otros autores, más competentes que quien firma estas líneas, han demostrado sobradamente la presencia de enfoques teológicos en la investigación presuntamente histórica.

Un segundo indicio lo constituye el carácter de las obras que, como comprobamos en su momento en este blog, son descartadas o infravaloradas en la periodización al uso: provenientes de autores deístas (Reimarus), excristianos (Strauss, Loisy), agnósticos, ateos o liberales (Guignebert, Brandon), judíos (Klausner, Vermes), o cristianos con una visión histórico-crítica (Weiss), esas obras son decididamente incómodas para la visión tradicional.

Un tercer indicio es la identidad de los autores y propagadores de la periodización trifásica, que parecen ser mayoritariamente, si no en su totalidad, creyentes; la categoría “New Quest” fue excogitada por el protestante James M. Robinson, y la categoría “Third Quest” fue acuñada por el canónigo anglicano (ahora obispo) N. T. Wright. Además, quienes hoy en día acostumbran a suscribir el modelo de las supuestas “tres búsquedas” son exegetas cristianos.

A la luz de estos datos, no resulta en absoluto descabellado conjeturar que también la historiografía al uso pueda estar sirviendo a una agenda teológica confesional. Pero esto es, por ahora, una simple hipótesis que es menester poner a prueba. Así pues, en este y los siguientes posts examinemos uno por uno los enunciados que integran el paradigma historiográfico dominante.

1) El postulado de una indiferenciación global en la investigación de los ss. XVIII y XIX y de su carácter obsoleto podría ser útil como coartada para no afrontar sus resultados más convincentes. Ante todo, podría servir para deshacerse de Reimarus y de Strauss, cuya obra contradice sin ambages la visión tradicional. Por ejemplo, que Jesús fue religiosamente un judío cabal implica que no fue el fundador del cristanismo; que Jesús fue bautizado por el Bautista significa con toda probabilidad que fue al bautismo como pecador; que tomó muchas ideas de Juan implica que no es tan absolutamente original como se suele decir; que limitó su predicación a Israel implica que no fue un pensador universalista; que creyera en la venida inminente del Reino de Dios implica que se equivocó; que no contradijera la Ley implica que no “superó” el judaísmo en ningún sentido comprensible; que su idea del Reino tuviera implicaciones políticas hace comprensible su muerte, y convierte su destino en algo comparable al de muchas otras figuras en la historia, etc.

Con respecto a J. Weiss y su obra La predicación de Jesús sobre el Reino de Dios, aunque este autor fue un protestante sincero, sus análisis de la escatología causaron una gran conmoción en su momento y no han dejado de ser una piedra de tropiezo para la exégesis confesional y la teología, que desde entonces han intentando neutralizarlos pergeñando para ello los más diversos expedientes. Como creo haber señalado ya, en su prólogo a la edición de 1964 de la obra de Weiss, R. Bultmann escribió estas reveladoras palabras: “Entonces el mundo teológico fue atravesado por una conmoción, y todavía me acuerdo que Julius Kaftan dijo: ‘Si el Reino de Dios es una magnitud escatológica, entonces en un concepto inútil para la Dogmática'”.

La construcción de la categoría “Old Quest”, al negar automáticamente la vigencia de esas obras, sirve para relegarlas al baúl de los recuerdos y prescindir de ellas en el examen del Jesús histórico. Esto parece tener un interés teológico bastante claro. Pero si este interés es un factor o no a tener en cuenta, es una cuestión que podrá ser mejor aquilatada cuando hayamos revisado a esta luz el resto de los postulados del paradigma.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
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