¿Jesús el mago, de nuevo (y 3)?

Hoy escribe Antonio Piñero

Como decíamos en la postal anterior, debemos discutir si Jesús era en los años 50 del siglo I “el máximo exponente de la magia blanca”.

Creo que la mayoría de los lectores sabrán que la tesis de que Jesús fue ante todo un mago fue propuesta por el erudito norteamericano Morton Smith en 1973 aproximadamente. Su libro, Jesús el mago, fue publicado en España por la editorial Martínez Roca (de Planeta) en 1988. No es el momento de volver a discutir los argumentos uno por uno –que ya lo hemos hecho en otro lugar-, pero sí de sostener que Jesús puede ser definido de muchas maneras, pero calificarlo sin más y condensadamente como mago no hace justicia en absoluto a su figura, eminentísimamente religioso-profética, no mágica.

Jesús fue el heraldo o proclamador del Reino de Dios, quizás mesías al menos al final de su existencia, carismático, sanador exorcista, profeta con ribetes más o menos escatológico o apocalípticos…, pero no fue simplemente un mago. Hay que forzar los Evangelios en exceso para deducir de ellos, como síntesis, ese calificativo. Pienso que más del noventa por ciento de los investigadores de hoy, de todo tipo y condición, confesionales o no, están de acuerdo en que definirlo como mago es distorsionar su figura.

La calificación de Jesús como mago suele fundarse en su tarea como sanador y exorcista. Episodios concretos de exorcismo se enumeran en los Evangelios unos seis solamente, y en todos ellos la acción antidiabólica es ejecutada por la palabra, sin acto ninguno. Es difícil ver magia cuando faltan los ritos mágicos.

Aparte de las numerosas curaciones, sin precisar, en toda Galilea (véase Mc 1,32-34; 3,10, etc.) de las que hablan los evangelistas en sus resúmenes de la actividad de Jesús, hay en los Evangelios unos doce relatos explícitos de sanaciones. En la mayoría de ellos hay un contacto entre Jesús y los enfermos de algún modo, ya sea una imposición de las manos (Mc 6,5), o un apretar la mano del enfermo (Mc 1,31), o bien se dice que Jesús tocó a los enfermos sin precisar más (Mc 1,41; Mt 9,29). Ahora bien, entre todo sanador -y Jesús lo fue sin duda- y su enfermo tiene que haber una suerte de contacto. Deducir sin más que es mágico me parece que es actuar con un partido previo.

Hay dos casos de curación en los que Jesús realiza una suerte de rito: “Metió los dedos en los oídos y tocó la lengua” del enfermo y le aplicó su saliva (Mc 7,33) o bien impuso las manos y luego puso su saliva en los ojos de un ciego (Mc 8,22s). Es conocida en la antigüedad el uso no mágico de la saliva, sino medicinal. La parquedad del rito -comparado con la prolijidad de los ritos mágicos que conocemos (pueden leerse algunos de estos textos que describen acciones mágicas en el capítulo dedidcado a la magia en el libro Año Uno. Israel y su mundo cuando nación Jesús, de Editorial Laberinto, Madrid, 2008) no nos permite deducir aquí con claridad que se trata de magia. De nuevo se puede sospechar un partido previo al análisis.

Hay un caso que sí parece mágico, el de la hemorroísa (Mc 5,27), pues la acción de sanamiento de la mujer fluye automáticamente después de que ésta toque el vestido de Jesús. Luego, al atribuir Jesús esta curación a la fe (religiosa) de la mujer, desvía la acción curativa hacia Dios como objeto de la fe y por tanto como sujeto de la curación.

Con la mayoría de los investigadores –y si comparo estas curaciones con otras relatadas en los papiros mágicos- no veo suficiente motivo para calificar a Jesús simplemente como mago. Más encajan estas acciones curativas y exorcistas con la definición de un “carismático judío y sanador” como hay otros en la historia del judaísmo de época de Jesús, o un poco posterior, a los que nadie define como “magos”.

Así que en conclusión: no me parece acertado ni mucho menos definir a Jesús como el “máximo exponente de la magia blanca de su tiempo”.

¿Jesús conocido en Alejandría en torno al año 40 d.C.?

Y por último, si Jesús murió en torno al año 33, y la inscripción de la vasija es anterior al 50, en torno al 40 más o menos, es más que dudoso que la fama de Jesús, un “campesino” o trabajador manual galileo, que normalmente predicaba en aldeas y pueblos pequeños, hubiese traspasado las fronteras de Palestina y hubiese llegado nada menos que hasta Alejandría. A mi parecer, y en el de otros, en ese momento era Jesús un perfecto desconocido fuera de las fronteras de Galilea y el número de sus seguidores era mínimo, pequeños grupos por el momento sin ninguna importancia. Parece, por tanto, muy implausible que fuera conocido allende las fronteras del Israel del norte, salvo en Tiro y Sidón quizás.

Que sepamos hoy, los orígenes de la comunidad cristiana de Alejandría –que habría contribuido al conocimiento de Jesús en esa ciudad- son oscurísimos. Nada sabemos de esos orígenes hasta el siglo IV (con Eusebio de Cesarea). Quizá se remonten a la expansión de los judeocristianos “helenistas” (véase su historia en Hechos de los apóstoles 6-7-8) tras la persecución en Jerusalén, y lo que sí sabemos que sus comienzos están en una comunidad cercana al Serapeum (templo dedicado a Serapis en Alejandría).

Puede deducirse, por tanto, que era una comunidad interesada más en lo “sapiencial” y en la contraposición de Jesús con Serapis (fusión de Osiris y Apis) como dioses que sufrieron muerte y resurrección, de cuyos benéficos efectos pueden disfrutar los creyentes respectivos. Con otras palabras: a los cristianos de Alejandría les interesaba Jesús como el Salvador celeste que le podía proporcionar la inmortalidad y salvación plena al participar de su muerte y resurrección…, pienso que en nada les interesaba como un mago…

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Bibliografía brevísima sobre Jesús/Nuevo Testamento y la magia

Morton Smith, Jesús el mago, Martínez Roca, Barcelona 1988.

David Aune, “Magic un Early Christianity” ANRW (Aufstieg und Niedergang der römischen Welt) II/23.2, de 1980.

H. C. Kee,Miracle in the Early Christianity World, New Haven; Yale 1983

H. C. Kee, Magia, medicina y milagro, El Almendro, Córdoba, 1992

A. Piñero (ed.), En la frontera de lo imposible. Magos médicos y taumaturgos en el Mediterráneo antiguo en tiempos del Nuevo Testamento, El Almendro, Córdoba 2001.

J. Peláez, Los milagros de Jesús en los Evangelio sinópticos. Instituc. San Jerónimo, 1984

G. Theissen, Urchristliche Wundergeschichten, Gütersloh 1974.

J.P. Meier, Un judío marginal, Vol. IV Milagros, Estella 2002. Bibliografía con algunos títulos en español en la p. 612.

Sobre los orígenes de la comunidad cristiana de Alejandría puede consultarse el libro de Jorge Juan Fernández Sangrador, Los orígenes de la comunidad cristiana de Alejandría (en la colección "Plenitudo temporis"), Universidad Pontificia, Salamanca, 1992.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
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