El Adopcionismo. La controversia en los textos



Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Carta de Elipando a Félix, recién convertido

El último de los escritos de Elipando recogidos en el CSM (Cuerpo de escritores o escritos mozárabes) del Prof. J. Gil es una carta a Félix, recientemente convertido. Con el carácter un tanto indeciso y hamletiano de Félix de Urgel, al menos, según el punto de vista de sus adversarios, pensamos que la carta de Elipando debió de seguir a alguno de los obligados cambios del urgelitano. Por la edad que Elipando asegura tener -81 años cumplidos-, esta carta pudo ser escrita después del encuentro de Félix con Alcuino en Aquisgrán el año 799 y del concilio celebrado en Roma el mismo año. En consecuencia, Félix se encontraba, según el parecer del Primado, en una fase de fidelidad a la doctrina adopcionista después del concilio y las abjuraciones de Roma (799). Por lo tanto, habían sucedido importantes avatares en la vida de Félix, que ahora se había convertido, pero a la ortodoxia adopcionista y se había alejado nuevamente de la doctrina romana.

Como ya vimos, Félix no acabó de convencerse realmente de la doctrina que con argumentos y presiones trataban de imponerle sus adversarios. Elipando habla de pesadumbres y persecuciones. Recuerda a Félix la bienaventuranza de Mt 5, 10 sobre los perseguidos a causa de la justicia, y las palabras de Jesús en el Discurso Apostólico: "Yo os envío como ovejas en medio de lobos" (Mt 10, 17-19). Cabe, pues, deducir que Félix se encontraba en una situación un tanto comprometida, como podía ser su reclusión en un monasterio de Lión.

Otro detalle que llama la atención en esta carta es el latín tosco, casi bárbaro, empleado por Elipando. Aunque autores, como J. F. Rivera y R. Collins, piensan en una especie de dialecto del latín que puede considerarse como "preludio de las lenguas romances" (J. F. Rivera, El Adopcionismo..., Toledo, 1980, pág. 67; cf. también Rivera, art. "Élipand" en el DHGE, XV pág. 212; R. Collins, Early Medieval Spain, pág. 210), sorprende que quien había escrito documentos con un latín notablemente correcto use ahora un lenguaje en el que las normas de los casos y las concordancias quedan bastante mal paradas. La línea inicial puede servirnos de buen botón de muestra: Domino Felice, sciente uos reddo quia exeunte Iulio vestro scripto recepi (“Señor Félix, os hago sabedor de que a finales de Julio recibí vuestro escrito”: J. Gil, CSM, pág. 109). Hay ablativos con de que son realmente genitivos posesivos (scriptum de fratre Militane; epistolam de filio Geenne).

Elipando había recibido de Félix un escrito a fines de julio, al que respondió a finales de agosto. Por razones desconocidas, el escrito acabó en el fuego. Pero ahora, a primeros de noviembre, casi cuarenta días después, pone de nuevo manos a la obra, escribe a Alcuino y envía la carta a Félix para que la copie y la haga seguir a su destino. También le envía un "pequeño escrito" de un colega adopcionista de nombre Militane, quien había remitido a Elipando cuatro cuadernos, que el toledano hizo llegar al "fetidísimo Beato" como apoyo de sus propias tesis.

La carta de Félix a Elipando le causó vivísima alegría, pues sirvió de contrapeso a la carta de Alcuino, "el nuevo Arrio aparecido en tierras de Austrasia". Elipando notifica a Félix que ha enviado a Alcuino la correspondiente respuesta confirmada con los testimonios de los Padres. Le presenta una serie de textos del Evangelio que hablan de las persecuciones de que serán objeto los fieles de Cristo (Mt 5, 10; 10, 16. 17-18). Dice a Félix que ha enviado su carta a Córdoba "a los hermanos que piensan rectamente de Dios", y que muchos de ellos le han contestado con cartas que hubieran debido servir a Félix de consuelo, pero que Elipando había remitido al antifrásico Beato. Era para el toledano más urgente convencer a los recalcitrantes que consolar a los convencidos. Elipando desea que su alegato llegue a manos de Carlomagno antes que a Alcuino, pues éste "no cree en la adopción de la carne en el Hijo de Dios" que "nosotros -dice Elipando- creemos sólo en la forma de la humana servidumbre" (J. Gil, CSM, pág. 110).

A continuación reclama unos libros que por medio del servidor de Félix, Ermedeo, había prestado a un judío, probable adopcionista, que a la sazón había fallecido. Le pide oraciones y las promete a su vez, suyas y de sus fieles, por Félix. Expresa el deseo de recibir respuesta del urgelitano y le encomienda su escrito como también a su presbítero Venerio "si tuviere la oportunidad (si datum fuerit) de llegar hasta Félix". Nos inclinamos, pues, por la opinión de que Félix se encontraba a la sazón recluido en un lugar de difícil acceso (el monasterio de Lión). Así se explican las dudas de Elipando de que su presbítero pueda acceder hasta el lugar donde se encuentra.

Repito la sorpresa que causa a las mentes modernas el empecinamiento con que se emplean los contendientes de un debate teológico. Alegrías y decepciones son el acompañamiento de los ánimos implicados. Elipando se creía en la verdad y consideraba herejes a sus adversarios dialécticos. Alcuino y Beato miraban al toledano como apartado de la ortodoxia correcta, la de Roma y sus teólogos. Carlomagno, el jefe político más importante en el campo cristiano, usaba sus poderes para mediar en un tema que poco o nada tenía que ver con los intereses sociales de su imperio. Pero tenía a su lado al papa de Roma, lo que provocaba una alianza del poder espiritual con el temporal, frente a la que poco podían hacer los adopcionistas por más que sus posturas dialécticas tuvieran bases teológicas serias. A los teólogos adopcionistas no les cabía en la cabeza que Cristo en cuanto hombre fuera hijo natural del Padre. Para ellos era claro que en cuanto hombre no podía ser otra cosa que hijo adoptivo.

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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