¿Se consideró Jesús a sí mismo Dios? (IV)

Hoy escribe Antonio Piñero

Ya avanzamos en síntesis la respuesta a la primera cuestión formulada en las postales anteriores: ¿Dijo Jesús de sí mismo que era Dios? Y respondimos: según la crítica general, incluso católica, ni uno solo de los pasajes en los que en los tres primeros evangelios se afirma directa o indirectamente que Jesús es Dios, procede con total seguridad del Jesús histórico.

Por tanto, los textos que afirman la divinidad óntica de Jesús proceden de la tarea redaccional, personal, de cada evangelista, o bien son pasajes también secundarios con palabras puestas en boca de Jesús, pero que éste no pronunció, o si los pronunció no exactamente en el sentido con el que luego lo transmiten los evangelistas.

Éstas no son afirmaciones gratuitas. ¿Cuál es el argumento o argumentos generales que sustentan semejante afirmación? Son sólo dos que se refuerzan mutuamente:

1. Tales pasajes no concuerdan con la imagen que podemos formarnos –a base del estudio de muchos pasajes de los Evangelios- de la religión que practicó Jesús. De esto hemos tratado ya en este blog, en la serie sobre esta religión del Nazareno. En esta línea hemos sostenido que hay afirmaciones redaccionales de los Evangelistas que no concuerdan en modo alguno con la mentalidad de un judío piadoso y observante como al parecer era la de Jesús (también derivada de diversos pasajes evangélicos). Y que esta mentalidad no podía conducir de ningún modo a considerarse a sí mismo hijo ontológico de Dios.

2. El segundo argumento complementa al primero: los textos que de modo directo o indirecto afirman la divinidad de Jesús son tardíos, postpascuales, reflejan la mentalidad de la comunidad primitiva, manifiestan igualmente una teología que no era la de Jesús, sino que son más bien como un espejo de las reflexiones teológicas de la Iglesia primitiva. Con ellos se puede construir una historia de cómo va avanzando y formándose una cristología que implica la divinidad de Jesús

Los pasajes de los Evangelios sinópticos que proclaman con más claridad la divinidad de Jesús son, en breve síntesis, los siguientes:

1. Textos que afirman que Jesús es el "Hijo del hombre" como figura divina, en especial cuando desempeña la función de juez celestial de vivos y muertos.

A estos pasajes evangélicos hemos dedicado ya hace poco tiempo una miniserie completa. La conclusión era que ninguno de los pasajes evangélicos en los que Jesús aparece como Hijo del hombre que ha de morir y resucitar para luego, en una segunda venida, ejercer la función de juez escatológico pueden adscribirse con seguridad al Jesús de la historia. Son en opinión de muchos -y es teoría sabida- vaticinios "ex eventu", es decir, una vez ocurridos los hechos, se ponen éstos, retroactivamente, en boca de Jesús

A este respecto y a pesar de que algunos lectores opinarán que mantengo ideas ya superadas, pienso que el siguiente comentario de Rudolf Bultmann sigue aún teniendo validez:

La tradición sinóptica no contiene palabra alguna de Jesús en la que él haya dicho que habría de retornar en un futuro próximo. El término 'parusía', que designa la venida del hijo del hombre se entendió en su sentido correcto de venida en la primera comunidad cristiana. No como 'retorno', sino como venida. Fue el apologista Justino en el s. II el que comenzó a hablar de 'primera venida' y 'segunda venida'.

(Si esto hubiera sido así), ¿cómo habría pensado Jesús la relación entre su 'retorno' como hijo del hombre y su actuación histórica actual? Debería haber contado con que en el momento inmediatamente anterior al fin, un momento antes de la irrupción del reino de Dios, que él creía inmediata, habría sido arrebatado de la tierra y llevado al cielo para venir, des¬pués, desde allí sobre las nubes del cielo para ejecutar su oficio peculiar de juez.

Ahora bien, ¿cómo habría concebido su alejamiento de la tierra? ¿Como rapto milagroso? En sus palabras no se encuentra huella alguna de tan fantástica concepción. ¿Como marcha a través de una muerte natural? Tampoco nada dicen de eso sus palabras. ¿Por medio de una muerte violenta como suponen los evangelios? Pero, ¿podría él contar como segura con una tal cosa, es decir la conciencia de ser elevado a la dignidad del Hijo del Hombre venidero?

Ciertamente, los anuncios de la pasión predicen su muerte como predestinada por Dios. Pero, ¿puede existir alguna duda de que se trata de vaticinios ex eventu, de profecías a toro pasado? (Y ahora viene un fino análisis): aparte de que tales vaticinios no hablan nunca en absoluto de la parusía (es decir la segunda venida como juez), los anuncios evangélicos de la tal parusía nunca mencionan el que el hijo del hombre ha de morir y resucitar.

Queda, pues claro: los anuncios de la parusía y los de la muerte y resurrección no tienen originariamente ninguna relación entre sí (fueron unidos posteriormente); es decir, en las palabras evangélicas que hablan de la venida del Hijo del Hombre no se piensa en absoluto que este Hijo del Hombre está ya presente en persona en la tierra, y que deba ser alejado por medio de la muerte para poder venir de nuevo al cielo".


A mi parecer estos argumentos de Rudolf Bultmann apoyan, con otras palabras, lo que ya dijimos: "el que ha de venir como juez" no es el propio Jesús, es otra persona, celestial sí, pero que aún no está en la tierra.

Y ésta es la conclusión a la que llegábamos en nuestra serie. Naturalmente el que Jesús pensara muy probablemente que el "Hijo del Hombre", con mayúsculas, fuera otra persona, implica que cae por tierra uno de los argumentos en sustento de que Jesús se creyese un ser divino: él no se pensaba a sí mismo como el juez universal y celeste.

En este sentido el pensamiento de Jesús parece coincidir con el que podemos atribuir con gran probabilidad a Juan Bautista: un buen número de comentaristas opina que "el que vendrá detrás de mí; uno que es más grande/poderoso que yo", ante el que él mismo se considera poco digno = "no puede ni desatarle las sandalias", que "bautiza con Espíritu Santo" (Mc 1,6-8) es -en el pensamiento del Bautista- o bien Dios mismo, o más probablemente un comisionado celeste de la divinidad, un ente divino de algún modo, que aún no está en la tierra.

La tradición cristiana que precede al evangelista Marcos, o este mismo, dejan de lado el sentido primero de estas palabras de Juan Bautista, y las aplican luego a Jesús, una vez que están convencidos, tras la Pascua y la resurrección, de que el Maestro es el mesías que ha de venir en plenitud desde los cielos a instaurar definitivamente el Reino de Dios.

En la próxima entrega continuaremos con el examen de otros textos y cuestiones, aunque la interrumpiremos momentáneamente con la presentación y comentario a un libro que quizá tenga su actualidad por lo que diremos en su momento: Su título es La Biblia rechazada por la Iglesia.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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